lunes, 26 de octubre de 2015

POEMA: "¿Quien?"

   Quien genera nuestros miedos,
hechos de fuego, muerte y hielo.
   Quien nos quiebra la esperanza,
quien nos roba las ilusiones
y nos dibuja un futuro incierto.
   Quien nos disfraza de gloria
los impulsos necios y violentos.
   Quien enturbia la seguridad
de aquellos que queremos calma.
   Quien maneja los hilos
que nos orienta a ser esclavos
de eso que llaman dinero.
   Quien acota la cultura
y nos nubla la luz
engañándonos con juegos.
   Quien ensucia los ingenios
de una energía limpia
y prefiere la cruda negrura
que embarra los cielos.
   Quien quiere estar arriba
porque desprecia a los de abajo.
   Quien nos quiere ignorantes
ciegos, mudos pero no sordos
para que escuchemos sus mentiras.
   Quien anula nuestras mentes,
para que no entendamos nada.
   Quien provoca la simiente
de las guerras, y arranca
de sus hogares a los inocentes.
   Quien colonizó los pueblos
y luego se olvidó de ellos.   

   Quien… 



miércoles, 14 de octubre de 2015

Cuento: Memorias de una ardilla - "El camino"

    Golpeé suave y repetidamente el muslo de Eva con mi cabeza. Ella seguía sentada junto a la charca, taciturna, mirándome con sus preciosos ojos. Estaba pensando que yo era muy vieja y que pronto mi cuerpo dejaría de andar por la masía. Me acariciaba suave y cadenciosamente. De pronto, unas lágrimas resbalaron por sus mejillas hasta caer delicadas y agradables cobre mi cuerpo. Quedaron como gotas de rocío suspendidas de mis pelos canosos. Ella las enjugó dulcemente al tiempo que sonreía desde su tristeza. Me tomó con ambas manos para abrazarme junto a su pecho, luego… volvió a dejare en el suelo. 
    Comencé a andar en dirección al bosque. Ella hizo un ademán como para retenerme pero quedó quieta observándome. Ya en la línea de los primeros árboles miré hacia atrás. Eva estaba rodeada por el brazo de su padre. Debió observar la escena de la charca y llegó hasta su hija, comprendiendo que allí nacía una despedida. Me vieron partir con la idea de que quizás ya no volvería. Aquellos entrañables seres humanos supieron respetar mi libertad hasta el último momento. 
    Mis pasos cansinos se adentraron en el bosque, crucé una zona de maleza y justo al atravesar un camino noté la presencia de alguien que me acompañaba. No había visto jamás a aquel hombre y sin embargo lo conocía tanto como a mi viejo cuerpo de ardilla. 
-         ¿Me conoces?
-         Si, si… de alguna manera creo conocerte
-         Eres una ardilla extraordinariamente vieja.
-         Lo sé, lo normal es que solo vivamos dos ciclos.
-         ¿Y eso?
-         Estamos sometidas a muchos peligros: los depredadores, la destrucción de nuestros ecosistemas, el hombre…
-         Bueno… es lógico. Imagínate que todas las ardillas vivierais siete años. Con lo prolíficos que sois los roedores el mundo estaría saturado de ardillas.
-         Viniendo de ti eso no tiene gracia, sabes muy bien que el reino animal sabe adaptarse perfectamente a su situación. Si nacemos tantas es por una necesidad de sobrevivir. A menos peligros menos proliferación.
-          ¿A que se debe pues tu longevidad?
-         Al hombre.
-         Pero no has dicho que es un peligro…
-         Para mi no lo ha sido. Sabes cual ha sido mi suerte, no se porqué pierdes el tiempo preguntándome esas cosas… A no ser que con ello quieras llegar a algún lado.
-         Lo adivinaste.
-          De acuerdo. Hablaré desde mi experiencia. La naturaleza está falta de equilibrio, no es ningún secreto. Los bosques están enfermos, sucios, descuidados. No existe mucho respeto hacia los animales. Sé que hay leyes entre los hombres para proteger a las ardillas y sin embargo cada temporada de caza se nos dispara sin compasión. El ser humano es el factor determinante para que la naturaleza encuentre su equilibrio. Cuando el hombre sea sabio, la naturaleza reflejará esa sabiduría. 
-         Será difícil que mis ojos vean esa manifestación de sabiduría. 
-         ¿Que pretendes?, que dude del ser humano… pues no lo vas a conseguir. Mientras exista un solo hombre en quien confiar, no se puede perder la esperanza de una vida mejor para el bosque.

    El hombre quedó en silencio, me acerqué a él. Entonces se agachó para ofrecerme una sonrisa. Después de posar sus dedos suavemente sobre mi testuz, habló para despedirse. 
-         Gracias, mí querida ardilla. No te molesto más, continua tu camino. Yo… seguiré con el mío.
-         Creo… que al final, todos los caminos se encuentran.
-         Lo sé, lo sé vieja ardilla… 

… Observé como la vieja ardilla penetraba en la espesura, sin duda buscaba un sitio recogido para dejar que su cuerpo se abrazara a la tierra. Continué mi paseo por el bosque intentando captar desde los reinos de la fantasía un nuevo tema que quisiera abrazarse a mi condición de escritor. Y fue entonces cuando algo me hizo elevar la vista, allá arriba volando entre las nubes una ardilla había alcanzado el azul. Me guiñó un ojo en clara alusión de que estaba bien. Ella era feliz, yo también lo soy con su recuerdo.