lunes, 29 de abril de 2019

Microrelato: "La inconcebible cocina"



   Me queda un regusto amargo en la boca, no es fácil de digerir lo que he comido pese a su buen aspecto. Y tamaña circunstancia me recuerda el discurso de los políticos, buena presencia en principio y una extensa y confusa verborrea que precipita la mala digestión. No vale solo la presencia, sino el gustazo de saborear lo que está bien hecho, y la credibilidad que debieran dar las palabras en boca de esos cocineros que nos quieren gobernar.


miércoles, 24 de abril de 2019

Microrelato: "El hilo que sujeta la cometa"


   Yo no la he escrito, ¿para qué? Si me va a contestar lo que siempre ha dicho: “Que la vida es como es y que nosotros somos como somos”… ya está, así de simple. Sin embargo, necesito que me lo diga, necesito su pragmático consejo, porque sino me estrellaría ante la realidad, porque sino podría hacer volar mi imaginación, mis sentidos hasta desaparecer de este Mundo. Ella viene a ser como el hilo que sujeta la cometa que soy yo, y la necesito.







lunes, 22 de abril de 2019

Novela:"La senda del Porvenir" (FIN)

...  Me sacudí las lágrimas justo cuando Raúl casi machacaba mi espalda con una palmada, me estaba dando ánimos. Curioso que pareciera que fuera yo el más perjudicado por haber desvelado ante su presencia el misterio de su estancia en la cabaña. Pero lo que más me había impactado es el hecho de que prácticamente desde la distancia me hubiera adoptado pensando en su hijo.  Me sentía muy orgulloso de no haberle defraudado.  


XI


Pasó el tiempo, me admitieron fijo en plantilla en el diario digital. Cierto día se me ocurrió contarle al director la historia de Raúl, que por cierto ya era muy conocía  según él me comentó. Tras su desgracia y el descalabro judicial, los medios de comunicación entendieron que Raúl  “desapareció del mapa” por voluntad propia. Desde ese momento ya nada se supo de él. Por supuesto que me reservé declarar su paradero, tan solo indiqué que por una serie de circunstancias yo lo había encontrado. El director intentó tirarme del hilo, pero me mantuve imperturbable. Mientras la voluntad de Raúl fuera seguir en paradero desconocido, yo la respetaría.  Como el tema tenía cierto morbo periodístico, le pedí por favor al director que guardara el secreto y no diera “bola” al asunto. El director era un buen tipo por lo que  confiaba en que supiera mantener en secreto mi relato. Quizás me precipité en contarle la historia, pero no quedaba otro remedio que confiar en su mutismo. Claro que, por si acaso, al dirigirme camino de Mozarrejo, siempre vigilaba que nadie me siguiera.

Raúl ya había pasado la frontera de los ochenta años, se le notaba achacoso pero firme en su idea de no salir de la cabaña. Yo le ofrecía continuamente la posibilidad de que se viniera a vivir conmigo a la ciudad, pero no había manera de convencerle, es como si estuviera decidido a dejar sus huesos allí.

Sin que fuera su hijo biológico, el círculo entre Raúl y yo se había estrechado tanto que prácticamente me sentía adoptado. El era mi padre sentimental, del que había aprendido todo lo que en este momento yo había conseguido ser, un buen periodista y una persona que luchaba por no perder en ningún momento su integridad, dentro de un Mundo de locos como era la sociedad de nuestros días.

Y un fin de semana del mes de mayo ocurrió. Debo entender que por fortuna yo estaba con él. Al atardecer del sábado Raúl decidió adentrarse en el bosque para observar como evolucionaban las fresas silvestres ya en flor, yo me quedé quitando malas hierbas del huerto. De sopetón el cielo se apretó de nubes oscuras y cayó una fuerte tormenta. Me refugié rápido en la cabaña pero a Raúl le pilló la lluvia en pleno bosque. Cuando llegó estaba calado hasta los huesos. Aquella noche Raúl  empezó a sentirse mal, tosía insistentemente y le dolía bastante el pecho. Ambos pasamos una mala noche él en su estado y yo muy preocupado. Al amanecer observé que la frente le ardía, empecé a asustarme, seguía tosiendo y respiraba con dificultad.
Le dije a Raúl que se quedara quieto en la cama, mientras yo iba rápido en busca de ayuda. El me miró fijamente con sus enormes ojos azules y simplemente me dijo “No” mientras con ambas manos tomaba la mía e intentaba apretarla con escasa firmeza. Casi balbuceando me dijo:

     Tarde o temprano tenía que ocurrir Daniel, o es que crees que se puede vivir eternamente.

     Pero que dices Raúl, solo es un resfriado, te vas a recuperar.

     No… es una neumonía, a mi edad de esta no se sale.

Yo estaba mucho más asustado que él, no sabía bien que hacer si hacerle caso o salir pitando en busca de ayuda; pero Raúl insistió, no quería que le dejase solo. Siguió hablándome pausadamente.

     Mira Daniel, la muerte no es gran cosa… todos la llevamos dentro cuando nacemos… eso no es lo mas importante, lo importante es como hemos vivido.

     Pero que pesado, tú no te vas a morir…

     Insisto, todos nos morimos, tú también… pero no tengas prisa.

Será… no que al decirme eso encima sonreía. Dice que se está muriendo y está tranquilo mientras yo soy un saco de nervios.

     Daniel… vamos a lo práctico, llegó la hora…Ve al cajón de aquella mesilla, ábrelo y verás una especie de libreta.

Me dirigí al lugar que Raúl me indicaba, abrí el cajón y observé una libreta gruesa de tapas negras sujeta por una fuerte goma. Acto seguido me senté en el catre donde yacía Raúl y esperé sus instrucciones

     ¿Es esto Raúl?

     Sí… es mi diario, de toda mi vida. Desde el momento que ya no esté…puedes hacer lo que más te convenga con él.

     ¿Seguro?

     Eres la persona más indicada… ¿no crees?

     Otra cosa… ve a la última página…verás un papel doblado, ábrelo.


Abrí el diario por donde me dijo y sí, observé un papel doblado al tamaño de la libreta, lo abrí y se lo enseñé.

     No… es tuyo, tienes que quedártelo … es mi testamento.

     Como que es mío, ¿que quieres decir?

     Mira Daniel… es todo lo que tengo, había pensado donarlo a una O.N.G., pero creo que tú vas a hacer buen uso de ese dinero, lo dejo en tus manos.

     Otra cosa… esta cabaña también te la daría, pero es una especie de concesión de los dirigentes de este parque natural hacia mi persona… el trato era que cuando la dejara pasaría a ser un refugio forestal…

     Por favor Raúl… para de hablar, no te agotes… creo que te estás precipitando.

     Nadie mejor que uno sabe cuando llega la hora Daniel… no te preocupes.

     Ya para acabar… por favor, dile a Antonio que cuando sea el momento, suba y recoja de la cabaña todo lo que considere necesario… ¿no te importa?

     Como me va a importar… claro que lo haré… pero por favor ahora descansa.

     Ah… te agradecería que no me dejes… es mejor morir acompañado, ¿no crees?... y por supuesto que no quiero ninguna ceremonia religiosa en mi entierro, encárgate de que mi cuerpo sea quemado, no quiero descansar en nicho alguno, tengo claustrofobia… ahora te haré caso, voy a descansar…gracias por todo Daniel.

Tras decir todo eso emitió una sonrisa y se quedó en calma… Le dejé tranquilo en su catre y salí al exterior. Las gallinas seguían picoteando como si nada estuviera pasando, el sol en su sitio, los árboles también, el huerto seguía su ciclo de crecimiento, los olores eran intensos y el aire limpio, todo era vida… y sin embargo él se estaba muriendo… me senté sobre un pequeño promontorio de tierra  y empecé a llorar.

La agonía duró un día entero, cada vez su respiración era más débil. Prácticamente no me separé de su catre, de vez en cuando le mojaba los labios y le observaba. Tenía los ojos entornados, como si esa pequeña apertura representara el halo que todavía tenía de vida. En ocasiones los abría y cuando me veía a su lado intentaba ofrecerme una sonrisa. Pese a su estado estaba relajado, como si esperara el momento con absoluta tranquilidad. Pasé la noche sentado a su lado, tomándole la mano casi todo el rato. Ya estaba amaneciendo cuando caí rendido por el sueño doblándome sobre la silla. Dí un brinco sacudiéndome el sueño y dirigí mi mirada hacia él. En ese momento abrió los ojos, me miró fijamente, sonrió y dio un profundo suspiro… fue como si su alma se hubiera despegado del cuerpo en ese instante. Quedó con el rostro relajado, los ojos abiertos y con la plácida sonrisa marcada, petrificada en su cuerpo… no tengo ninguna duda de que acababa de morir en paz.

De repente, el ambiente en la cabaña se transformó, fue como si se hubiera llenado de flores olorosas. No tuve necesidad de llorar, el ciclo de su vida se había completado, y lo que más me tranquilizaba era que Raúl no pasó sus últimos días en soledad, se lo merecía. Vivió y murió como quiso y en donde quiso.

Debía de reaccionar, bien es cierto que me encontraba sereno porque entendía que no acababa de vivir una tragedia, en absoluto, pero algo había que hacer de inmediato. Cubrí el cuerpo de Raúl con la sábana, me aseguré de cerrar bien la cabaña y marché pitando hacia Mozarrejo.

Tuvo que llegar un helicóptero con el forense dentro para certificar el cadáver y posteriormente llevarlo hasta la morgue del pueblo. Al día siguiente fue el entierro. Avisé al director de mi periódico, quiso estar presente al igual que muchos de los habitantes del pueblo. Ni que decir tiene que a través de nuestro periódico la vida de Raúl iba a adquirir de inmediato la notoriedad que merecía, bien como ejemplo para la sociedad, bien como un merecido homenaje hacia su persona.

Como punto final a esta historia, solo indicar que en la explanada de la cabaña donde vivió Raúl sus últimos días, ahora convertida en refugio forestal, figura un pequeño monolito en su memoria y grabada una poesía que yo mismo me encargué de realizar: 


Largo fue el camino recorrido
para llegar a un tranquilo final.
Luchó por sembrar en tierra estéril
y costoso fue el fruto recogido.
Cansado, vacío por tanto ahínco,
se fue triste… pero no vencido.
Ya viaja tras las tierras fértiles
…pero nos dejó aquí una semilla
del fruto que no siempre cuajó.
Lo regaremos con mimo y cuidado,
y cuando florezca el fruto  honesto y altivo,
lo expandiremos a los cuatro vientos
para que los nobles recuerden,
que ningún esfuerzo, es en vano


“A la memoria de Raúl Expósito”    


domingo, 21 de abril de 2019

Novela: "La senda del Porvenir" (Parte15)

...  La estancia esta vez se prolongó dos semanas y pudiera haber sido más días, pero decidí que ya estaba bien así. Por supuesto que en ese tiempo  aproveché la más mínima ocasión para avanzar en el conocimiento de su vida, como aquella tarde que le pillé un tanto taciturno mientras se preocupaba de dar de comer a las gallinas. Raúl era un hombre perfectamente adaptado a ese medio y parecía gozar de excelente salud, claro que ya tenía setenta y cinco años y eso era algo que por lo menos a mí me preocupaba.


     Raúl, ¿has pensado en dejar este bosque alguna vez?... quiero decir, que te vas haciendo mayor y…

     Ya me he hecho mayor Daniel, eso me tiene sin cuidado.

     Pero es que sigo sin entender tu obstinación por permanecer aquí.

      Eso es algo que solo me pertenece a mí decidir, yo estoy bien aquí, te lo he comentado un millón de veces.

     Vale, vale… por cierto, nos quedamos el año pasado en que habías dejado de colaborar en aquella ONG…

     Ya salió el aspirante a periodista…

     Pero es que no te das cuenta que tú lo provocas con tu silencio, con tu discreción. Creas una sombra de misterio que añade un sinfín de interrogantes. Me interesa saber de tu vida, es así de simple.

     ¿Y porqué tanto interés?

     Que me dijiste cuando hace unos días llegue hasta la cabaña sin necesidad de ayuda, por primera vez. ¿No te acuerdas?, que este entorno ayuda a despertar los sentidos, la intuición…

     Vaya, ahora resulta que eres tú el que resulta difícil de descifrar.

     No te hagas el longuis… nada es casual, no estás aquí por casualidad, yo no me perdí hace tres años por casualidad, todo esta ligado.

     ¿Todo eso se aprende en el primer grado?

     Se aprende viviendo, tú me lo has demostrado, además ya tengo veinte años, no soy un mozalbete.

     Veinte años, caray, quien lo diría…Vale, que crees tú que hace un hombre hecho y derecho a los 47 años tras haber pasado un montón de vicisitudes…

     Pues eso es lo que quiero que me cuentes.

     Descansar, buscar la calma. Tomé una parte de mis ahorros y marché lejos, al lugar más recóndito que encontré a pasar una temporada. Estuve unos cuantos meses en Rangiroa, una isla en la Polinesia Francesa.

     ¿Y al volver?

     Necesitaba continuar con la calma, estaba cansado de luchar…En mi última misión en Somalia conocí a una doctora belga diez años menor que yo, Alessia…

Observé como a Raúl, tan solo pronunciar ese nombre se le entrecortaba el habla, dudó unos instantes y se calló. Procuré ser discreto, el recuerdo de esa mujer, sin duda le había turbado.

     Esa mujer debió de ser importante en tu vida.

     Sí, claro que sí… pero si no te importa prefiero que lo dejemos aquí.

Raúl, dejó las gallinas, la conversación y se apartó de mí para esconder su emoción en los lindes del bosque. Al cabo de un rato, como si se hubiera despejado volvió hacia donde yo estaba y me conminó a seguir con las labores. Preferí no continuar con mis preguntas, sin duda habíamos llegado a un aspecto de su vida un tanto peliagudo a juzgar por como le había afectado tan solo pronunciar el nombre de Alessia.

Volví a Mozarrejo, Raúl me acompañó tan solo un trecho del camino. Le recordé que ya él me había aceptado como ciudadano de este bosque y que ya no necesitaba pasaporte para entrar, lo cual llevaba implícito el permiso para volver cuando quisiera. Él, simplemente asintió con la cabeza a la vez que sonreía…

Podría extenderme mucho más en lo que es mi vida en la universidad, pero no lo encuentro relevante. Estaba perfectamente adaptado y no me costaba gran esfuerzo superar los créditos, esta vez ya en segundo grado. En la panadería ya parecía el rey, llevaba unos cuantos años y todo el mundo se congratulaba con mi presencia. No solo me trataban bien sino que me daban todas las facilidades del mundo para que no perdiera el hilo en mis estudios. Que diferencia a aquellos años en el colegio… pero así parece ser que es la vida, si te lo crees puedes lograr tus objetivos. Si te quedas parado y acongojado, pierdes. Por supuesto que gran parte de esta filosofía no es mía, sino adquirida de Raúl a través de todas las horas que hemos estado en contacto.

Por supuesto que no esperé al verano para volver a la cabaña. Ya era autónomo e independiente. Cuando me apetecía, de tanto en tanto, tomaba el autobús un fin de semana y llegaba a Mozarrejo. Solía encontrarme con Antonio, más que nada por si podía aprovechar el viaje para llevarle algo a Raúl. Al llegar  yo a su  lado, él adoptaba una postura tontorrona cuando le alcanzaba lo que Antonio me había facilitado, pero todo era una mera postura. En el fondo seguro que lo agradecía porque ya sus años debían de pesar lo suyo y no creo que le apeteciera demasiado andar y andar hasta llegar al pueblo.

Yo creo… solamente creo, que Raúl, en el fondo deseaba mi presencia, lo agradecía sin agradecerlo, podía entenderlo tan solo mirar a sus penetrantes ojos azules. Aquellos esporádicos fines de semana eran para mí como una exquisitez. Gozar de la naturaleza en un estado casi salvaje era una perfecta desconexión con la vida intensa que llevaba…y esa precisa reflexión, era lo que podía explicar, quizás, la razón por la que Raúl había decidido aislarse en ese bosque.

Por supuesto que me acordaba de Alessia, esa misteriosa doctora que Raúl había conocido en Mogadiscio y de la que no quería hablar. Si alguna vez yo intentaba preguntar sobre ella, el esquivaba el tema. Como notaba, claramente, que el recuerdo de esa mujer le producía dolor, yo no insistía y procuraba desviar la conversación. Lo que no cabía duda es que Alessia había sido una parte importante en la vida de Raúl, aunque él no quisiera hablar de ella. Yo había conseguido conocer su vida  hasta los cuarenta y siete años,  cuando tras sus experiencias en la O.N.G. decidió desconectar unos meses en aquella isla de la Polinesia Francesa. Si intentaba saber más, él se limitaba a decir que entró en una época de calma y sosiego, que siguió ejerciendo como abogado hasta que decidió jubilarse. Lo que me extrañó sobre manera era la expresión de su rostro, cuando pronunció la palabra “jubilarse”, había cierto rictus de amargura.  

Por alguna razón, existía una tremenda laguna en la vida de Raúl hasta su decisión de aislarse en la cabaña. No acababa de entender su obstinación por no contarme el resto de su existencia. Mi opción ante su mutismo, era respetar su silencio…que otra cosa podía hacer, pero el misterio seguía allí.

Otra interesante curiosidad que había observado, era que en ocasiones, cuando hablábamos y se dirigía a mí, se le escapaba la palabra: “hijo” e inmediatamente rectificaba para pronunciar mi nombre. “Daniel”, sin duda era señal del aprecio que me profesaba, algo que por supuesto era recíproco.

X



Cierto día al salir de mis clases en la Universidad, pensando en Raúl, no es que se me encendiera una luz, sino que entendí con claridad que había llegado el momento de investigar de lleno en la razón de su misterio, bastaba con entrar en Google, algo que por respeto a su persona no me había atrevido a hacer todavía. La idea era que siendo en su momento Raúl Expósito un personaje público, dado que fue diputado durante dos años en las Cortes, sin duda que debería existir información de él a través de las redes.   

Nada más llegar a casa, encendí el ordenador y puse su nombre en un portal de búsqueda. Y lo encontré, claro que lo encontré, el video de su  famoso improperio a unos miembros del parlamento que lo acosaban desde la bancada. El reaccionó de la siguiente manera: “Quieren callarse… estoy hablando con el ministro y no con ustedes…ustedes van en coche y con guardaespaldas, yo voy a pie…  ustedes han controlado siempre el poder, y ahora lo que les jode es que los que siempre hemos estado torturados por la dictadura podamos hablar… ¡Váyanse ustedes a la mierda, a la mierda joder!

Por supuesto que ese descubrimiento actuó como acicate para seguir investigando sobre la vida de Raúl. Puse su nombre en el portal de búsqueda junto con el de Alessia y el resultado fue sorprendente. Lo que acababa de descubrir me dejó de piedra, completamente estupefacto. Una serie de noticias del año 2010, hablaban sobre un terrible accidente automovilístico ocurrido en una determinada carretera, los implicados eran por una parte un todo terreno conducido por una persona muy influyente y archiconocida en el mundo empresarial y político; y por la otra parte, un utilitario conducido por un matrimonio y su hijo de dieciocho años.  Lo dramático era que en ese accidente falleció la mujer y el joven, mientras que los dos conductores quedaron malheridos. La mujer se llamaba Alessia y el joven Daniel.

Dios… Dios, que mal “rollo”“, pero no todo acababa ahí. Hubo un juicio, mucha polémica previa… se decía que el conductor del todo terreno iba drogado y con altas dosis de alcohol en su sangre… se decía que era Raúl el conductor  que había invadido el carril contrario… se decía que en el juicio, misteriosamente desaparecieron las pruebas que implicaban al conductor supuestamente drogado…Raúl, tras salir del hospital con una importante cojera,  una vez se sacudió parte de la tragedia, defendió con uñas y dientes su postura de que fue el todo terreno el que invadió el carril contrario, él intentó esquivarlo y el impacto fue contra la parte derecha de su vehículo donde se encontraban su mujer e hijo…Hubo medios que mencionaron su pasado de delincuente y malcarado en su función política… hubo medios que tenían muy claro quien era el culpable y que por supuesto iba borracho y drogado… hubo medios que se escandalizaron por la desaparición de las pruebas… hubo medios que salpicaron a Raúl con la mentira. Y finalmente hubo un juicio, donde el potentado e influyente personaje público solo fue condenado por conducción temeraria, bajo el pago de una fuerte multa compensatoria y solo dos años de cárcel, de los que no pasó ni un solo día en la celda. Y ahora que… como le explicaba yo a Raúl que lo sabía todo.

Durante los dos años siguientes que duraron mis estudios de periodismo, que por cierto concluyeron con excelentes notas, fueron muchos los fines de semana y periodos vacacionales que pasé en la cabaña de Raúl. En todo ese tiempo fui capaz de guardar celosamente toda la información que había acarreado sobre esa parte de su vida de la que no quería hablar. Cierto que en alguna ocasión hacía insinuaciones para ver si el se decidía a contar algo, pero todo era en vano. Y la verdad, es que viendo a aquel anciano ya de 79 años, feliz en aquel entorno, y contento con mi presencia, no me quedaban muchas ganas de insistir.

Pero dicen, que los secretos son difíciles de guardar eternamente, tarde o temprano salen a la luz. Ocurrió el día que le anuncié no solo mi licenciatura, sino que había sido admitido como becario en un periódico digital, con muchas posibilidades de ser aceptado en plantilla.  Íbamos paseando tranquilamente por el bosque cuando me decidí a contarle todo lo que sabía.

     ¿Estás seguro de que te admitirán?

     No se puede asegurar nada, pero tiene muy buena pinta, con decirte que he dejado mi trabajo en la panadería.

     Has jugado fuerte, ¿no crees?

     La cuestión es que creo en mí mismo Raúl, estoy decidido a ser un buen periodista.

     ¿Te pagan algo?

     Miseria… pero creo firmemente que les he impactado y acabarán admitiéndome en plantilla. Es un periódico “cañoso” y que no se corta a la hora de dar noticias, algunas de ellas verdaderamente escandalosas.

     ¿Escandalosas?... no será periodismo amarillo.

     ¿Acaso tú me crees capaz de eso?

     Por supuesto que no.

     Por escandalosas me refiero que no les importa investigar sobre la corrupción política y exponerse a represalias, por ejemplo. Ocurre que detrás tienen a un montón de suscriptores que les apoyan en su labor.

     Interesante…

     Por cierto Raúl… y hablando de periodismo, hay algo que te debo de contar, no puedo ni debo guardarlo más, porque hace tiempo que lo sé.

     ¿A que te refieres Daniel?

     Me refiero a ti… estás ya hablando con un futuro periodista de investigación, no me importaría hacer una tesis sobre tu persona, pero por supuesto que no lo haré, aunque sería muy interesante.

Raúl, en esos momentos me miró fijamente, ninguna duda de que captó perfectamente por donde iban mis comentarios, se lo olió. Puso cara de circunstancias y luego se relajó porque sin duda entendió que lo que le iba a contar era inevitable.

     Lo sabes… hace mucho que lo sabes sin duda, y te agradezco que no lo hayas soltado en todo este tiempo.

     Que quieres decir, ¿Qué hace tiempo que tu sabes que yo lo sé?

     Por supuesto, ¿o crees que no te conozco?

     Lo averigüé hace ya dos años y puedo entender todo tu dolor y frustración.

     Aquello ya pasó…casi ya lo había olvidado y tú me lo recuerdas otra vez.

Raúl se puso triste, muy triste, como si todo aquel dolor causado por un individuo inconsciente volviera otra vez, de golpe, como si cayera a plomo el recuerdo. Yo me quedé cortado, sin saber que decir, pero fue él quien se preocupó que calmar mi ánimo soliviantado por mi inevitable intromisión.

     Daniel… que casualidad. Nunca te lo he dicho, pero cuando te encontré en el bosque enseguida me recordaste a mi hijo, y cuando supe que te llamabas como él, la verdad es que en ese momento te adopté. En cierto modo, has obrado un milagro con tu constante presencia, el milagro de ver en ti todo lo que pudiera haber sido mi hijo.

     Bueno, sin saberlo y tan pronto como entendí que me aceptabas, solo había una cosa que circulaba por mi cabeza, no defraudarte.

     Y lo has logrado muchacho, lo has logrado.

     Por cierto Raúl…cuando entras en Internet en busca de alguna noticia, todo parece contradictorio en función de los intereses de las diferentes partes que pudieran entrar en un conflicto. Pero estoy completamente seguro de que tu versión de los hechos es la verdadera.

     ¿Por qué dices esto?

     Porque quiero que tú, solo tú me lo confirmes.

     Ese desgraciado y miserable se salió con la suya, ni tan solo se si debe de tener conciencia o remordimientos… pero sabes una cosa Daniel, no es más doloroso el hecho de perder a dos seres queridos, como la ignominia que he tenido que soportar por parte de un sector de la sociedad.

     ¿Por eso estás aquí?

     ¿Tú que crees?

     Que lo entiendo… ¿pero no crees que es como una rendición?

     No Daniel… es un desahogo. Yo ya he trabajado para que el Mundo sea mejor. He tenido tantas cosas en contra, he luchado tanto para no tener que alimentar al lobo malo que llevo dentro, para no tener que odiar, para no quedarme con el error de que la vida es una mierda, que no me ha quedado otro remedio que aislarme en donde solo la naturaleza me podía recoger…  ¿lo entiendes?

     Sí, claro que lo entiendo Raúl.

     Mira… de esa parte de mi vida que nunca te he contado, me quedo con esos diecinueve años de felicidad al lado de Alessia y Daniel, eso ya nadie me lo podrá arrebatar…

     ¿Puedo saber como empleasteis ese tiempo?

     Claro…Alessia decidió trabajar en un hospital público, decía que la sanidad de este País era de lo mejor que conocía y había que protegerla…Mientras que yo trabajé mayormente en un colectivo de abogados especializados en servicios sociales y cooperativas de Trabajo, a la vez que asesorábamos a diferentes organismos no gubernamentales dedicados a solucionar o intentar solucionar problemas de índole humanístico… Cuando nació Daniel, el fue la prioridad, y tan pronto como se fue desarrollando, en los periodos vacacionales, como complemento de su educación, nos lo llevábamos a otras partes del Mundo para que conociera diferentes realidades.

     No puedo imaginar lo duro que debió ser perderlos…

     Por eso estoy aquí, lejos de todo y de todos,  para intentar vivir lo que me queda, en paz. ¿de que sirve quedarse solo con el dolor?

Y yo… que podía decir. No hacían falta más palabras. Solo se me ocurrió una cosa para mitigar aquel momento de intensidad emocional. Me acerqué a su cuerpo y lo abracé mientras  resbalaban lágrimas por mis mejillas. Raúl era un tipo duro, sin duda. Aceptó aquel abrazo con un semblante estoico y me calmó.  

     Está bien, está bien muchacho, sigamos caminando, no es momento de blandenguerías.


Me sacudí las lágrimas justo cuando Raúl casi machacaba mi espalda con una palmada, me estaba dando ánimos. Curioso que pareciera que fuera yo el más perjudicado por haber desvelado ante su presencia el misterio de su estancia en la cabaña. Pero lo que más me había impactado es el hecho de que prácticamente desde la distancia me hubiera adoptado pensando en su hijo.  Me sentía muy orgulloso de no haberle defraudado...

  

viernes, 19 de abril de 2019

Novela: "La senda del Porvenir" (Parte14)

...  Esta Vez no tuve ningún problema para convencer a mis padres. No pusieron ninguna pega. Ordené mi mochila y salí de casa con destino a Mozarrejo.

No me atreví a adentrarme solo en el bosque a pesar de tener bastante idea del trayecto hasta la cabaña. Preferí pedir de nuevo ayuda a Antonio. Mientras caminábamos él siguió con su hermetismo respecto a contarme lo que sabía sobre la vida de Raúl. Esa circunstancia generaba una incógnita, por lo que no dejaba de preguntarme sobre la razón que le habría impulsado a vivir como un ermitaño  en aquel recóndito lugar.

Antonio me dejó como la otra vez al pie de la senda final que daba acceso a la cabaña. Cuando llegue a la altura del claro, observé la imagen de Raúl sentado en el banco adosado en actitud pensativa. Me dio algo de pena verlo así, era una imagen en la que se reflejaba cierta soledad. Orienté los pasos hacia él. Tan pronto se dio cuenta de mi llegada, se levanto para saludarme cambiando el semblante serio de su rostro por una sonrisa.

Nos abrazamos y enseguida noté el calor que da la emoción, me dijo que precisamente en esos momentos estaba pensando en mí.

No hizo falta esta vez que le enseñara cartilla alguna, mis propias palabras ya servían como pasaporte. Le conté la enorme alegría que suponía para mí haber conseguido el acceso a la universidad para estudiar el primer grado de periodismo. El inmediatamente mostró su satisfacción con una frase:

     Quien iba a decir que el mozalbete que ahora está ante mi presencia, es el mismo que hace dos años encontré abatido y perdido en el bosque.

     Pues ya ves Raúl, soy el mismo.

     Bueno con una salvedad que marca cierta diferencia. Te perdiste y te has sabido encontrar, es tú merito.

     Tienes razón… sabes, creo que he superado mis dudas. En todo este tiempo no he dejado de alimentar al lobo bueno y te puedo asegurar que estoy haciendo todo lo posible para que mi vida no sea una mierda.  

     Es alentador oír eso…

Esta vez fueron ocho días los que pasé junto a él. Aprendiendo de cada frase suya y de sus enseñanzas sobre el medio natural. Por supuesto que le interrogué sobre su pasado y algo conseguí sacarle, como aquella tarde veraniega sentados bajo la sombra de un roble centenario.

     Bien Raúl, te estás enfrentando a un futuro periodista, no puedes evitar que ensaye contigo.

     No se si lo puedo evitar, pero sí ponértelo difícil… No creas que es fácil sonsacar al que no se deja.

     Bueno, contigo no lo tengo mal porque ya vamos adquiriendo cierta confianza. Sí tú me lo pones difícil, yo te lo pondré fácil. Solo se trata de ir siguiendo el guión de tu propia vida.

     Mi vida no tiene nada de particular, y si lo consideras así es porque todavía eres un pardillo. La de vidas que existen mucho más interesantes que la mía.

     Pudiera ser, pero solo me interesa la tuya. Que le vamos a hacer.

     Juegas con ventaja, es cierto…

     Vale, pues suelta ya… Estábamos en que andabas algo acojonadillo tras los sucesos del 23F

     Eso ya te lo conté, si no recuerdo mal.

     Ya, se te pasó el susto y…

     ¿Y Que?

     Bueno… ¿que sucedió después, por donde continuaron tus pasos?

     Mis pasos fueron inquietos…

     Vaya, todo lo contrario a como lo son ahora… por cierto, hablando de pasos ¿a que es debido tu ligera cojera?

     Muy sagaz el muchacho… eso no tiene nada que ver con lo que me estabas preguntando.

     ¿un accidente?

     Anda, sigue con tu guión y no te apartes de él.

     Está bien, esta bien… ¿seguiste ejerciendo la abogacía?, pienso.

     ¿Piensas o preguntas?

Ya me estaba empezando a mosquear, parecía el juego del ratón y el gato. Decidí mostrarme malhumorado para ver si así dejaba de quedarse conmigo.

     ¡Ostras!, que tío más pesado… anda déjate de cuentos y suelta respuestas sobre lo que intento preguntarte.

     Decías que vas a empezar el primer grado, pues no te falta nada para...

     No me falta nada para que…

     Vale, vale, un buen periodista nunca debe de perder la paciencia...

     Contigo la perdería hasta un santo…

     Bueno… seguimos el guión. En aquella época, años 80, alguien me enredó para que entrara en la política. En las elecciones del 82 por carambola salí elegido como diputado por un partido de izquierdas perseguido durante el franquismo. A los dos años abandoné el escaño totalmente decepcionado de la política. Mucha verborrea y poco interés por los problemas reales del pueblo. Descubrí lo que significaba la ambición de poder y los contactos sospechosos de ese mundo con ciertas fuerzas oscuras, que hacían difícil sostener una verdadera democracia.

     ¿Fuerzas oscuras?

     Mira te lo resumiré con una frase de Saramago: “La democracia se ha convertido en un instrumento de dominio del poder económico y no tiene ninguna capacidad de controlar los abusos de este poder”

     Ostras… suena fuerte, pero no se bien lo que quiere decir.

     Pues eso, que los que mandan de verdad son los grandes poderes económicos y todos los que lo entendemos así y protestamos pues sobramos… Claro que todo tiene un límite y un día ya cansado de tanta purria, en el congreso y en mi turno de palabra, mandé literalmente a la mierda a unos parlamentarios de derechas que me increpaban desde  sus escaños.

     ¿Porque te increpaban?

     No les gustó lo que decía y empezaron a meterse con lo que ellos consideraban mi oscuro pasado.

     Entonces, ¿abandonaste la política?

     Por supuesto…Al que era mi partido no les gustó nada mi gesto. En los partidos políticos se debe de seguir un guión predeterminado, sin saltárselo. Todo son frase hechas, directrices guiadas, un cuento chino… total que abandoné la militancia.

     ¿Y que hiciste después?

     Por supuesto que seguí ejerciendo de abogado, pero entendí que faltaba algo por hacer o experimentar. Decidí ampliar algo el radio de acción.

     De ahí lo de los pasos inquietos…

     Puede ser, mira, a veces cuando uno se siente fracasado en su gestión, en cierto modo también frustrado,  pues tiene que airearse, buscar nuevos horizontes, y eso hice.

     Entiendo… quiero decir que sí, que lo entiendo como sino todo un señor diputado puede enviar a la mierda a otros señores diputados.

     Me alegro que lo entiendas muchacho… el resultado de mi frustración fue tomar la decisión de colaborar como Logista en una organización  no gubernamental en el ámbito de la medicina, que se encargaba de realizar misiones de riesgo en diversos lugares del Mundo.

     Suena fuerte…

     Lo fue… durante siete años estuve recorriendo con ellos diferentes partes del Mundo…

     Siete años estuviste…

     Sí, cubrimos la hambruna de Etiopía. En Honduras asistimos a refugiados Salvadoreños y nicaragüenses. Posteriormente en la guerra civil en Sri Lanka montando clínicas móviles para atender a los heridos, terremoto de Armenia, guerra de Liberia y para acabar la guerra de Somalia.

     No me lo puedo creer…

     Pues así fue… acabé destrozado moralmente al estar dentro de tanto horror, de tanta muerte, de tanta miseria. Intentando por todos los medios evitar la degeneración humana y tratando de ayudar a ese último efecto de la caja de Pandora que llaman esperanza… y por favor, no sigamos, lo vamos a dejar aquí.


Le noté afectado por todos esos recuerdos y no quise atosigarle más. No tenía ni idea de que hubieran pasado todas esas tristes historias en este planeta que llamamos Tierra, supongo entre otras razones porque en esas fechas yo no había nacido todavía.

Tras esos ocho días de estancia en la cabaña, dejé a Raúl y marché a mis Lares  con la ilusión puesta en empezar el primer grado de periodismo.  Y por supuesto que me propuse dejar de ser tan ingenuo, tenía el convencimiento de que yo no era más que un ser inexperto, sin ninguna capacidad para entender lo convulso que puede llegar a ser el Mundo. Empezaba a ser consciente de que solemos vivir anclados en nuestros propios problemas y no nos damos cuenta de que existen cientos de miles, quizás millones de personas que por razones muy dispares  lo pasan fatal. 

IX



El ambiente de la Universidad era otra cosa muy diferente a lo que estaba acostumbrado. Más libertad de acción, más contacto con los colegas, más intentos de desarrollar criterios, inclusive podían encontrarse pequeños grupos de alumnos  con reacciones críticas hacia la sociedad o la misma Universidad.

La libertad de acción llevaba implícito el ser responsable de tus propios actos y del gobierno de tus estudios. Todo ello me favorecía dado mi carácter. Me encontraba bien en ese ambiente y poco a poco fui superando los sesenta créditos de mi primer grado, a base asistencias a clase, horas de estudio, trabajos académicos, seminarios,  proyectos y horas exigidas para preparación y realización de exámenes.

En resumen, un éxito en mi primer año en la Universidad. Cierto que ello llevaba implícito un considerable esfuerzo pues no me quedaba otro remedio que compaginarlo con mi trabajo en la panadería. Lamentablemente tuve que dejar el taller de escritura, no había tiempo para más.

Ya en casa, se mostraban más tranquilos y conciliadores, empezaban a creer en mí. No les quedaba otro remedio, los resultados cantaban. Claro que siempre el pesado de mi padre tenía que  salir con sus lindezas:

     Bien, bien, veo que lo llevas bien… pero está por ver si tanto estudio te va a servir para algo, demasiados estudiantes para tan poco trabajo de periodismo… ¿Sabes que solo un mínimo porcentaje de los que acaban la carrera consiguen colocarse en un periódico o un medio de comunicación?… yo de ti me lo pensaría…

Pero yo ya estaba acostumbrado, no necesitaba para nada sus digamos consejos. Lo verdaderamente relevante era que acababa de cumplir veinte años, entraba en una nueva década. Ni idea de lo que me depararía el inmediato futuro, aunque eso sí, el hecho de ser un veinteañero me iba a dar mucho más empaque, es así como lo percibía.

Claro que el estar tan abstraído por lograr mis objetivos, no me hacía olvidar a Raúl ni a mis ganas por volver a su cabaña. Ya se estaba convirtiendo en un ritual. Aquel verano, decidí no molestar más a Antonio, simplemente al llegar a Mozarrejo le saludé y le dije que ya me atrevía a llegar yo solo a la cabaña.

Coloqué mis cinco sentidos en cada paso que realizaba por las sendas de aquel bosque, intentando recordar las encrucijadas y fijándome en todos los detalles del recorrido que figuraban en mi memoria. Fue más fácil de lo que imaginaba, todo salió bien y logré mi objetivo. Que curioso, que pese a estar totalmente desconectado del exterior, Raúl siempre presintiera mi llegada. Así me lo hizo saber tan pronto llegué a su altura. Se lo comenté y el me sorprendió con una de sus clásicas frases un tanto extrañas:

     La soledad no existe en estos parajes… el silencio ayuda a despertar los sentidos, la intuición es algo real y que se desarrolla si tu mente se encuentra preparada.

     Perfecto Raúl… pero como siempre no te pillo a la primera.

     Me acabas de decir que has llegado hasta aquí solo, sin ninguna ayuda. ¿Cómo lo has logrado, con un GPS?

     Pues no, ya sabes que aquí no hay cobertura…

     Tu mismo lo acabas de decir, aunque no te hayas enterado…

     Bueno, la verdad es que he estado muy concentrado, avanzaba y procuraba dejar señales por si me despistaba, pero no ha hecho falta retroceder, todo ha salido a la primera.

     Bien… por tu semblante, parece que bienes con otro pasaporte en la manga…

     Ni más ni menos, primer grado en el bolsillo.

     Perfecto… te eximo de que me presentes más pasaportes, te has ganado toda mi confianza. Quedas nombrado ciudadano de este bosque. 

Nos reímos con ganas tras el abrazo de rigor. Era de esperar que el nombramiento de ciudadano del bosque, llevara incluido la venia por estar allí todo el tiempo que quisiera.


La estancia esta vez se prolongó dos semanas y pudiera haber sido más días, pero decidí que ya estaba bien así. Por supuesto que en ese tiempo  aproveché la más mínima ocasión para avanzar en el conocimiento de su vida, como aquella tarde que le pillé un tanto taciturno mientras se preocupaba de dar de comer a las gallinas. Raúl era un hombre perfectamente adaptado a ese medio y parecía gozar de excelente salud, claro que ya tenía setenta y cinco años y eso era algo que por lo menos a mí me preocupaba...