martes, 23 de junio de 2015

Poema: "Primavera en su corazón"

   Es primavera… esperanza, luz, color,
un ciclo más, donde renace el candor.
   La vegetación brota por doquier,
y en el aire aromas que estimulan la razón
levantan el ánimo y evocan sin querer.
   El…no entiende de ciclos, sí es cierto,
vive la vida según va, según viene,
pero es amante de la ternura.
   Parece instalado en la rutina,
pero sigue fiel a tu hermosura.
   Suele encontrarse bien, en calma.
   Cuando a veces…se agita,
busca el equilibrio, en tu voz
en tu gesto y al abrigo de tu cordura.
   Aunque algo temeroso, es fuerte,
resiste la insidia y su envoltura.
   Puede ser solitario, soñador
aunque alegre y siempre con razón,
por lo bello que es vivir…
junto a tu noble corazón.


sábado, 20 de junio de 2015

Meditaciones al alba: "Guerreros de la luz"

Los ideales son deseables, siempre y cuando no representen una imposición, siempre y cuando nos hablen de libertad.

Interpretar lo que está bien y lo que está mal, puede ser algo subjetivo…ocurre que yo sí creo que existen “guerreros”, paladines capaces de luchar por el significado de palabras como dignidad, honestidad, servicio, ayuda, consideración, empatía, respeto…”guerreros” que actuando en silencio dan luz, equilibrio y sentido a la vida… brindo por ellos.


martes, 16 de junio de 2015

Cuento: "Memorias de una ardilla" -Piel de diversos colores - Capítulo


    Las salidas del nido eran constantes, habíamos aprendido a ser más cautos en nuestros movimientos, conocíamos que los posibles peligros  estaban en el suelo pero también  llegaban desde el aire. Cuando sonaba un revoloteo poderoso entre la maleza y tal como madre nos enseñó, quedábamos quietos y pegados al tronco para así confundirnos con la corteza del árbol que era de muy parecido color a nuestro pelaje. Como en primavera los frutos de los árboles y arbustos estaban en flor, solíamos buscar semillas escondidas por madre y otras ardillas hacía ya tiempo; lo hacíamos entre las grietas de las piedras, desenterrándolas del suelo, en los huecos de los árboles. No era fácil conseguirlo, por eso necesitábamos de otros recursos para alimentarnos, comíamos tallos de coníferas, alguna corteza tierna de árbol, insectos, orugas, e incluso habíamos llegado a tomar pequeños huevos de los nidos de pájaros.

    La vida resultaba apasionante, cada día ocurría algo nuevo e inesperado. Aquella mañana junto a madre estábamos realizando uno de nuestros recorridos habituales por el bosque, de pronto oí unos pasos secos y potentes; no correspondían a los de ningún animal peligroso, seguro, porque estos casi son imperceptibles, ellos suelen acercarse muy sigilosamente de forma que si no los sabes adivinar a tiempo o tu agilidad no está dispuesta, ya puedes contar que se acabaron tus días en el bosque, eso es por lo menos lo que dice madre. Aquellos pasos quedaron quietos, yo curiosa me fui hacia el lugar donde suponía se encontraban. Fuera de los matorrales, en una franja continuada de tierra, había un animal que solo se apoyaba en dos patas; estaba erguido, no poseía pelo más que en la cabeza, parte de su piel estaba cubierta por algo de muy  diversos colores. Me acerqué hasta sus pies carentes de dedos, los toqué. Entonces aquel animal se agachó y con una de sus manos parecía quererme acariciar. Yo me retiré un tanto, pero como vi que no me amenazaba volví a acercarme. Sus ojos miraban sin malicia, daban confianza. Alguno de mis hermanos tímidamente también se aproximaron; pero entonces madre, desde la espesura pareció indicarme algo, estaba inquieta. Se introduzco al interior del bosque para subirse a un árbol. Sabíamos lo que eso significaba, era como una señal de peligro, pero no entendíamos bien porqué. Como habíamos llegado a comprender que ella difícilmente se equivocaba, dejamos a aquel animal amable y la seguimos.


sábado, 13 de junio de 2015

Poema: "Largo camino recorrido"

Largo fue el camino recorrido
para llegar a un incómodo final.
   Intenté sembrar en tierra estéril
y nulo fue el fruto recogido.
   Cansado, vacío por tanto ahínco,
me voy triste… pero no vencido.
   Iré tras las tierras fértiles,
para expandir allí la semilla
del fruto que aquí no cuajó.
   Lo regaré con mimo y cuidado,
y cuando florezca honesto y altivo,
lo expandiré a los cuatro vientos
para que los nobles recuerden,
que ningún esfuerzo, es en vano.


viernes, 12 de junio de 2015

Cuento: "Memorias de una ardilla" - Un dulce misterio . Capítulo

...Decidí quedarme a pasar el invierno en la masía, que mejor sitio cuando el tiempo apremiaba. Tendría comida, compañía, un lugar donde dormir y estaría libre de todo riesgo. Pronto conocí el tejado de incontables tejas rojas. La chimenea de piedra, casi siempre caliente y humeando desde sus entrañas. El pajar lleno de escondrijos y pequeños ratones, con sus vigas de madera y nidos de golondrina hechos de barro en primavera y que ahora estaban abandonados. El corral donde apestaban los cerdos y alborotaban las gallinas. El establo donde vivía “Rubia”, la yegua. El almacén de leña, entre cuyos troncos cortados dormí mi segunda noche en la masía. La caseta de “Duc”, el enorme perro pastor alemán. El garaje con aroma a grasa y gasolina, donde el padre de Eva guardaba el coche y el tractor. La marquesina de madera bajo la cual estaba el antiguo lavadero. Las grietas de la fachada de piedra por las que subía hasta la ventana ovalada que daba a las golfas, llenas de polvo y trastos viejos. El huerto solo poblado por algunas coles. El jardín que esperaba tiempos mejores en primavera. La amplia explanada de la entrada donde antaño se aventaba el trigo. Los nogales, la higuera y el palo santo, que pacientemente aguardaban su tiempo para el fruto. El deslustrado sillón junto al pequeño soportal de la entrada, trono de “Michinu” el gato siamés.

   También la masía guardaba sus misterios, incógnitas que yo no podía descifrar. Como el enigmático pozo redondo, ahora en desuso, cuyo fondo infinito y lleno de vértigo parecía atraerme hasta lo más hondo de la tierra. O la puerta al final, en el lateral de la casa, siempre cerrada, recelosa de abrirse a sus secretos.

   Pero de todas las cosas que ocupaban la masía, lo que más me atraía, lo que más me impresionaba, era el enorme ciprés. Se alzaba hasta casi tres veces la altura de la casa. Era viejo y venerable. De tronco firme y recio, con una corteza gris pardusca  de arrugas superficiales en espiral. Contrastaba con todos los árboles del entorno y se alzaba majestuoso y elegante sobre ellos haciéndose visible muy a lo lejos. Me gustaba mucho subir por su espeso follaje de finas hojas color verde oscuro, progresar a través de su copa estrecha y en columna, que se iba afilando hasta acabar en un ápice puntiagudo. Desde su máximo extremo contemplaba el bosque a mis pies, imaginando ser una nube en el día y una estrella en la noche. Me dejaba mecer por el viento mientras observaba el mundo de la masía reducido en su tamaño.

   Eva, con la ayuda de su padre, me había construido un precioso nido de madera, que colocó en el alféizar de su ventana. Ella no entendía porque yo renuncié a su amoroso ofrecimiento, para elegir hacer mi propio nido entre la copa del ciprés. Con pequeñas ramas de pino que recogí en el bosque, entrelazándolas, recordando como lo construía madre, di al refugio la forma de una cuenca esférica. Luego me fui al pajar donde obtuve el material que me serviría para hacer una cálida y mullida cama.

   Tampoco Eva acababa de entender, porqué contadas veces tomaba el alimento que ella me dejaba junto al nido de madera. Prefería adentrarme, casi cada día, en el bosque para procurarme el sustento por mis propios medios, pensaba hacerlo mientras fuera posible. Pero siempre volvía a la masía, necesitaba de las miradas y caricias de Eva más que de sus almendras, cacahuetes  y nueces; eso para mí, una ardilla que podría parecer orgullosa e independiente, también era un misterio, un dulce misterio. 


miércoles, 10 de junio de 2015

Poema: "Querida Isabel"

   Que exquisita timidez
se percibe Isabel
en tu suave voz
llena de dulzura y de miel.
   Estás plena de candor
y presiento cuan fiel
puede ser tu alegría
si sabes encauzar
esa… melancolía.
   Escucho en silencio
tu voz dorada.
   Me embriago de susurros
en noches perfumadas,
y disfruto con alivio
de esa voz, tan calmada.
   No quiero que te hieran
las oscuras sensaciones
ni que los ruidos rompan
tus tonos de colores.
   Quiero que viva esa voz
tan henchida de sabores.
   Y si algún día se hace altiva,
si es más segura y curtida,
que no pierda, Isabel,
esa dulzura... tan emotiva.


sábado, 6 de junio de 2015

cuento: "Memorias de una ardilla" - Capítulo -

    Al despertar comprobé que el día era luminoso. El cielo iba marcando su azul cada vez más intensamente sin que las nubes osaran entrometerse. Las ramas de los árboles se agitaban por el empuje del viento y el calor subía en la medida que el sol avanzaba hacia su cumbre. Hacía muchos días que las nubes no dejaban caer la lluvia. La hierba alta de la pasada primavera, ya seca, se desplomaba hacia el suelo formando una espesa alfombra de color pardo claro. Mucha zona de matorral aparecía marchita y polvorienta; y en la hondonada, el riachuelo dejó su sitio a un angosto camino. Los leñadores, que días atrás cortaron algunos de los árboles más viejos, descuidaron mucha broza entre la espesura, abundando la sensación de desorden que ya el bosque padecía. Pronto el grillo común empezó a cantar quizás para anunciar a los aires la sed que sufría la tierra y las raíces del entorno.

    Todavía estaba absorta por las imágenes que percibía, cuando un ligero y seguido “crec crec” legó hasta mis oídos desde un sector del bosque, justo donde una columna de humo empezaba a levantarse. Poco tiempo después el cielo se tiñó de rosa, dejando caer suavemente unas finas escamas de ceniza. Los seres del bosque callaron de inmediato, como iniciando un mal presagio. Madre y mis hermanos quedaron como yo, de puntas sobre la rama, estirando el cuerpo y los bigotes, girando levemente el cuello y olfateando el aire para intentar precisar de donde venía el peligro. Ante nuestro asombro, vimos como muchos pájaros saltaban desde sus cobijos para iniciar una desbandada, y en el suelo se iniciaba una locura. Conejos, el zorro y sus crías, la jabalina y sus jabatos, ratones, todos huían alterados en una misma dirección. De la expectativa del silencio se pasó al estruendo del pánico, la vida corría una seria amenaza.

    Vimos saltar las lenguas de fuego ya muy cerca. Los árboles de nuestro alrededor empezaban a ser alcanzados por las llamas. No nos quedaba otra opción que sumarnos a la huida si no queríamos ser abrasados por el intenso calor. Con la cabeza por delante bajamos una tras otra el tronco y empezamos a correr sin mirar atrás. Apenas nos habíamos desplazado un centenar de metros, cuando ante nuestra sorpresa nos vimos de frente con una barrera de fuego. Fue preciso torcer nuestra carrera para desviarnos en otra dirección. En el desconcierto del momento los perdí de vista, pero no podía entretenerme buscándolos, las llamas empujadas por el viento me perseguían por dos flancos. De repente tuve que frenar otra vez mi carrera, el fuego estaba delante de mí. Me sentí cercada por el incendio que partía de tres focos distintos. No quise renunciar a la vida, antes que suicidarme lanzándome a las llamas, prefería buscar una salida hasta el límite de mis fuerzas. Retrocedí y con el fuego casi prendiendo mi cola, entre la asfixia del humo y el ruido agonizante de los árboles abrasados, conseguí subir por una estrecha canal de encinas a las que protegían dos enormes rocas. Una vez arriba vi la salvación, las mismas rocas que me protegieron, frenaban el incendio. Delante de mí un sector del bosque todavía estaba libre de llamas. Descendí saltando de rama en rama de las encinas hasta llegar al pasillo que me llevaría a la salvación.

    Cansada de correr y como no sentía seguridad en los árboles, opté por subir una pared inclinada de piedra hasta encontrar un agujero en el que me cobijé. Esperé a que llegara la noche. La luminosidad del incendio anulaba el brillo de las estrellas, y el humo que se elevaba hacia el cielo no dejó salir a la luna. Quedé acurrucada, el cansancio veló mis ojos y un gran sopor me hizo perder toda precaución, hasta caer rendida en los brazos del sueño.

    Me despertó un gran ruido en el cielo. Enormes pájaros volando muy bajo soltaban cortinas de agua sobre los árboles abrasados. Durante todo el día no dejaron de pasar repitiendo la misma operación. Al atardecer desaparecieron. La noche que siguió fue más tranquila, el fuego iba cediendo poco a poco y en el cielo aparecieron las primeras estrellas, el incendio buscaba su fin.

    Al día siguiente volvieron los grandes pájaros pero solo para observar, luego marcharon para siempre. Desde el promontorio donde me hallaba podía ver al bosque que aún dejaba que se escaparan al cielo pequeñas columnas de humo. Supe que el peligro había pasado. Mi inmediato instinto fue volver al nido para encontrarme con madre y mis hermanos. Llegué hasta la canal que me había salvado la vida, bajé por sus encinas afortunadamente intactas y entonces apareció la desolación. Los árboles no eran más que esqueletos humeantes sin ramas ni verdor. El color negro estaba en el suelo, en los troncos destrozados, en las piedras. La maleza y la espesura ya no existían. El bosque había desaparecido, sólo alguna brizna de hierba continuaba existiendo como una tenue esperanza de vida. No supe reconocer a mi árbol ni a mi familia en ninguno de los múltiples cadáveres carbonizados que contemplé. Me encontraba sola en medio de la tristeza. No alcanzaba a comprender lo ocurrido, pero entendía que llegó el momento de enfrentarse sola con la vida. Impotente lloré de rabia, me desahogué hasta encontrar en mi ánimo la serenidad. Luego, empecé a andar con decisión dejando a mis espaldas la muerte y el pasado. El futuro me esperaba.


lunes, 1 de junio de 2015

Meditaciones al alba: "Control y construcción"



El efecto de controlar situaciones, debe de durar lo mínimo posible. Lo ideal es que todo fluya como el agua de un río, llevando su propia inercia…Un control exhaustivo sobre las situaciones, solo nos lleva al efecto contrario al deseado.

Si no sabemos construir con nuestro trabajo, con nuestras ideas, si nos hastiamos porque hacemos poco… es fácil que nos dediquemos a destruir con la palabra.