Los días
se hicieron más largos, la luz extendía su tiempo y el bosque se alegraba por
ello. El frío del invierno dejó paso a una temperatura templada y agradable.
Los caminos antes helados y ahora embarrados, mostraban en sus márgenes la
aparición de pequeñas briznas de hierba tierna y verde. La maleza,
aparentemente seca y muerta dejaba entrever en sus desordenados tallos botones
de esperanza. Nuevos brotes entre el follaje de los árboles que empezaban a
despuntar. Capullos cerrados a punto de abrirse al color… Krac – a – tat.
Mi pelo
espeso y cálido, se debilitaba por momentos hasta caer como una alfombra en el
nido. La sangre que parecía circular más deprisa me animaba a saltar. Los
animales del corral se mostraban alterados, corriendo de acá para allá. El
gallo más orgulloso y soberbio que nunca, emitía su delirante canto en todo
momento. “Rubia”, la yegua, relinchaba inquieta, deseando salir a trotar por
los caminos después del alba. Pedro, que ya no cortaba más leña, salía al campo
con el tractor por la mañana muy temprano y volvía al atardecer con una
sonrisa. Esperanza, que sacaba al exterior sus macetas, cuidaba el rosal y las
madreselvas y luego tendía la ropa con una canción entre sus labios. Eva, con
un vestido rosa y vaporoso, se mostraba alegre y hermosa, saludaba a las
primeras golondrinas que llegaban a la masía… Krac – a – tat.
El sol
lucía gozoso sus rayos desparramando ilusión. La tierra olorosa y húmeda se
abría a las semillas. El aire perfumaba el ambiente con fragancias suaves que
invitaban a respirar. La noche acunaba a la luna, y las estrellas más numerosas
que nunca se abrazaban a ella. El agua corría desde los torrentes y las
piedras, musical y constante, hasta el arroyo crecido… Krac – a – tat.
… Krac – a – tat. El
tamborileo sonaba fuerte e insistente desde algún lugar del ciprés. Su eco se
filtraba entre la bruma hasta llegar al cercano bosque. Era un ruido
intermitente pero poderoso, una llamada, una señal, un inicio… Krac – a – tat … Krac – a – tat-. Curiosa,
intrigada por la magia del sonido, rastreé el ciprés hasta llegar a la causa.
En la verticalidad del tronco, con las uñas de sus garras perfectamente
clavadas, y usando la cola como sostén, un pájaro carpintero, de gran mancha
blanca en el ala, roja su nuca y blanco el pecho, martilleaba la corteza
rítmicamente. Como si estuviera preso de un delirio, insistía en su… Krac – a – tat… Krac – a – tat. El pájaro
no estaba loco, solo cortejaba a su dama. Ella lo observaba con aparente
indiferencia desde lo alto del ciprés. En un momento dado, coqueta, dirigió una
leve insinuación moviendo sus alas… Krac – a – tat … Krac – a – tat… Krac – a – tat. Entonces, el ave alzó el vuelo para reunirse
con su amada más arriba. Segundos después los dos se perdían en el aire,
juntos, unidos a la primavera.
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