Reconozco que nuestra sociedad está
sujeta a los efectos, sin llegar a considerar las causas, y creo que de ello
pocos nos libramos.
Uno de estos días del mes de agosto, en pleno mediodía y sin considerar
la canícula, me dispuse a realizar un paseo por una zona de monte seco.
Producto de mi error, llegó el agobio, hasta que… vislumbré una sombra no muy
lejos. Me acerqué a ella con esmero y al llegar le dí las gracias por el placer
que representaba ese descanso. Graso error que advertí al breve tiempo, no es a
la sombra a la que debo agradecer, sino al árbol que la producía.
Que de pensar pues de las muertes que se producen en el mediterráneo por
efecto de los masivos intentos de emigración, o en Siria, o de los incendios,
inundaciones o sequías prolongadas…nos quedamos con los efectos a los que por
su proliferación apenas ya hacemos caso, pero nos cuesta centrarnos en las
causas, en ir al foco del problema…Lo mismo ocurre en positivo, aceptamos un
regalo o un buen trato como un efecto y ahí nos quedamos, sin a veces agradecer
a la causa o los causantes de los mismos.
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