Había una vez, un pequeño planeta habitado
por gente toda ella diferente… En cierto tiempo y para evitar el descontrol,
decidieron minimizar lo que podría llegar a ser un problema y se dividieron en dos facciones, los
de aquí y los de allá. Ambos sectores estaban obligados a entenderse pues no
existía la posibilidad de abandonar su planeta, y tampoco contemplaban la idea de un conflicto que
resultara agresivo. La separación tuvo un relativo éxito porque tanto los de
aquí como los de allá empezaron a encontrar algo parecido a su propia identidad
grupal…pero aún así no dejaban de ser todos ellos diferentes.
Llegó otro tiempo donde los de aquí y los de
allá, motivados por sus particulares opiniones grupales, empezaron a separarse
tanto en ideas como en intenciones; tal es así, que decidieron inventar un
sistema que los representara. Para ello tomaron la decisión de eligir sendos
líderes.
De cada facción salieron varios personajes
con la idea de representar a la mayoría…Como resultado de las diferencias que existían entre todos
ellos, les resultó difícil tomar una decisión, con respecto a quien les
representara.
Cada proyecto de liderazgo, era duramente
contrastado. Los conflictos, algo que no era deseado podían llegar en cualquier
momento si no se llegaba a acuerdos satisfactorios. De entre tanto desconcierto
surgió una inquietante idea que finalmente resultó aprobada. Para no tener que
escuchar tanta diferencia y tanto contraste de opiniones, decidieron de los dos
líderes de ambas facciones, los de aquí y los de allá, fueran sordos.
Y cuentan las crónicas de aquellos tiempos,
que ocurrió justo todo lo contrario de lo que querían evitar… El diálogo de
sordos no les llevó a ninguna parte, salvo a un conflicto a punto de estallar.
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