Quizás
nos avisen las estrellas
de los
pasos que en la vida damos.
Quizás por el reflejo de ellas,
bien
recto o torcidos caminemos.
Jugamos a ser sabios, casi dioses,
sin saber
siquiera como somos.
Pretendemos que la
suerte nos inunde,
y escondemos la miseria tras careta.
Vanidosos a los magos recurrimos
para que
nos regalen la meta.
Esta vida aparente caprichosa
que nos
llena de alegrías y pesares,
complicada...
simple, también hermosa,
extendida
más allá de los hogares,
se escapa del control de los mortales.
Y las estrellas siguen en los cielos
y el
hombre de espaldas al misterio,
tan
simple, tan sencillo, tan humano,
como
estar tras el delirio
de ser
franco auténtico y hermano.
¡Ah!
los magos que escudriñan las
estrellas,
que
sondean el perfil de los enanos
y
penetran diáfanos y sin querellas
en el
corazón del hombre enamorado.
Venidos desde la lejana historia,
seguiréis
saltando el empedrado
de un
presente sin gloria,
porque el
hombre persiste atolondrado,
egoísta, lento y sin memoria.
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