Encontré esta frase, sobre
un papel y pegado al cristal de un aula de primaria. Su autor, un niño de ocho
años.
Creo que requiere un
intento de análisis: Primero de todo, efectivamente somos criaturas, y no en el
sentido clásico del término, sino que en múltiples ocasiones nos comportamos
así, como adultos que se manifiestan con la ingenuidad e inexperiencia propias
de un niño… Somos efectivamente complicados, nada sencillos, nada llanos,
manifestamos continuamente cambios de ánimo que resultan difíciles de digerir,
tanto para uno mismo como para quienes nos rodean… Y raros, pues la verdad es
que somos raros un montón, propio de nuestra falta de equilibrio; nada tiene
que ver con que todos somos diferentes, que nadie es igual a otro. Lo de raro
viene sencillamente porque nuestro comportamiento es difícil de entender para
una mente transparente… Y para acabar y relacionado con la transparencia, de
secretos “haberlos haylos”; cuantos y cuantos escondemos, tantos que ya ni
siquiera de ellos nos acordamos, o preferimos no hacerlo… En resumen, el crío
de ocho años, cuyo nombre desconozco, sencillamente nos ha retratado con una
simple frase.
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