viernes, 10 de agosto de 2018

Relato: "Caminos Trillados..."


Tiempo atrás…bastante tiempo, Yo era habitual en un determinado refugio de montaña de los Pirineos. Cierto día asistí a una curiosa conversación entre el guarda encargado de ese refugio y un experto montañero:
Miguel, que así se llamaba, inquiría a Ramón, el guarda, sobre cierta incógnita que le carcomía los sesos, según él:

    Vamos a ver Ramón, ¿porqué demonios nadie está interesado por ese pico, que por cierto no aparece en el mapa senda alguna para llegar hasta allí?
    ¿De que pico hablas?
    De ese que se observa a lo lejos y que tan siquiera tiene nombre.
    Ya… ¿es ese el que me señalas?
    Sí ese…
    Es insignificante, apenas llega a los dos mil metros… además está demasiado lejos y llegar hasta allí cuesta un “riñón”
    ¿Qué quieres decir?
    Nadie va hasta allí para pegarse un palizón y subir a un pico insignificante.
    ¿De que palizón hablas?
    Mira… primero has de bajar hasta el bosque, cruzarlo, superar un pedregal hasta llegar al barranco, atravesarlo lo más seguro que con agua, o bien escalar las paredes y andar por ellas como puedas. Después de todo ello tienes una buena caminata por otro pedregal pero esta vez no son pequeñas las rocas… y después de toda esa paliza escalar esa mierda de pico… no vale la pena.
    Puede ser… pero yo voy.
    ¿Que estás diciendo Miguel?
    Pues que estoy harto de los caminos trillados… me seduce la idea de llegar hasta allí.
    Allá tú si quieres ir… pero te aconsejo que no vayas solo.
    No necesito a nadie.
    Miguel… tú conoces las normas mejor que nadie.
    Pienso ir sí o sí… ¿Qué prefieres, que vaya por libre sin decir nada, o que te avise de que voy?
    Conoces bien mi respuesta… pero ándate con ojo. Si un montañero inexperto decidiera ir, lo más probable es que se perdiera, o peor aún, que le sucediera una desgracia.
    ¿Acaso yo soy ese tipo de montañero?
    Sabes bien que no… por eso me haré el loco. Pero si antes de que acabe el segundo día no estás aquí, llamo al servicio de rescate.
    Eres un exagerado Ramón.

Yo había decidido descansar unos días en ese refugio, por esa misma razón no perdí de vista a Miguel y pude observar como de madrugada se levantaba de la litera y preparaba sus bártulos para la marcha. Sin duda que iba tras la senda que le llevara a ese “mísero” pico.

Pasó un día y ya noté a Ramón el guarda un tanto preocupado, hasta que a la siguiente mañana sobre el medio día apareció Miguel. No me perdí la conversación entre él y el guarda:

    ¿Lo conseguiste Miguel?
    Pues claro, que pensabas…
    Vale…cuenta.
    Cierto es que vale más la experiencia de llegar que subir a ese pico…por cierto, pienso llamar a la Editorial Alpina para que incluyan en sus mapas el trayecto para llegar hasta allí, esa será mi senda.
    Serás un buen montañero pero eres un iluso…
    No se de que vas Ramón…
    Mira Miguel, las sendas no son de nadie, aparecen y desaparecen según los que transitan por ellas. Existen innumerables sendas de pastores por estos parajes que han desaparecido por falta de uso…mientras que tu senda no será tal hasta que la trillen unos cuantos centenares de botas.
    ¿Y con eso que quieres decir?
    No se… piénsalo.

Y entonces tras pronunciar esas palabras Ramón se dirigió a sus quehaceres, dejando al pobre Miguel más cortado que un pan de kilo a rodajas.


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