El tener la ancianidad a la vuelta de la
esquina, tiene alguna ventaja, porque te permite gozar de una perspectiva del
presente apoyada en el pasado. Mi historia no es diferente a la de miles de
españoles que en su momento se vieron arrastrados por las circunstancias a
emigrar a otras regiones del País. Mis padres eligieron Catalunya.
Fui mal educado en un colegio católico y en un ambiente franquista,
donde se inculcaban tanto los valores de la “patria”, como la fe en la iglesia. Nadie me habló de otro tipo de valores, ni de
la peculiar idiosincrasia del lugar donde vivía. Solo me inculcaban el sentido
de una bandera con un “aguilucho” en el centro, misas, rezos y canciones
patrióticas.
Pero llegó la juventud y con ella la rebeldía, que me acercó a unas
amistades, cuyos valores e idioma eran totalmente diferentes a lo que se me
inculcó. Ellos me aceptaron tal como era y me enseñaron otras cosas. Me dolió
que un día, cierto individuo cruzara de un bofetón la cara de una amiga, solo
porque no estaba hablando en “cristiano”. Me sorprendieron muchas mas
circunstancias que consideré anómalas y entendí lo que era la represión de una
dictadura. Eso me hizo correr varias veces delante de unos señores de gris que
con muy “mala leche” te aporreaban a las primeras de cambio.
Ha pasado el tiempo, dicen que llegó el cambio hacia una transición que
nos llevó a una democracia, todo parecía ir bien, por lo menos ya no te
abofeteaban en la calle por no hablar en “cristiano”…hasta que, volví a ver
esas banderas, que tan solo habían cambiado las alas por unas columnas, hasta
que volví a oír las mismas proclamas que de niño me inculcaban, hasta que empecé a
escuchar cierta nostalgia de ese pasado en boca de individuos de mal gusto, y
el recuerdo de Franco volvió a sonar, tan solo porque se está intentando
sacarlo de su pedestal.
Y es entonces cuando me digo…
¿habremos aprendido algo en este tiempo?
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