Caminando por la vereda,
rodeado de hierba alta y color,
una tenue mariposa
alivió todo mi dolor.
Suavemente se posó en mi hombro
como si yo fuera una flor.
Delicada, me acarició con su aleteo,
refrescó toda mi memoria
y me acompañó en un recreo.
Brillante me indicaba el destino
de mis pasos tortuosos.
Libre y misteriosa,
dibujaba círculos en el aire
para indicarme, que nada es recto
en toda efímera porfía,
y que las piedras del camino,
también se pueden sortear
con una pizca de alegría.
Tan pronto lo entendí…
la mariposa se alejó
de mi hombro y de mi sino,
dibujando en el aire
una estela… de buen tino.
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