Es que aquí no se escapa nadie, o mejor
dicho, ninguna capa social está exenta de pillos. En la moderna sociedad y en
combinación con la justicia, o lo que es lo mismo las leyes, se instauró la
palabra “presunto”… vamos que todo el mundo es inocente hasta que se demuestre
lo contrario.
De acuerdo a la ley y ateniéndose a las
circunstancias, podríamos decir por ejemplo, que el rey emérito es un presunto
pillo. Cantidad interesante de políticos, empresarios “hincando el diente” o ejerciendo mordidas presupuestarias de dinero público
son también presuntos pillos. Por no hablar de las grandes empresas que
fiscalizan en paraísos y aunque amparándose en legalidades ambiguas, pues no
dejan de ser unos presuntos pillos. O también los bancos con sus triquiñuelas
también disfrazadas de legalidad, no dejan de ser presuntos pillos. Infinidad
de autónomos privilegiados, omito a los que no lo son, cobran en negro y
declaran lo que les parece y claro también son, presuntos pillos. Y para
acabar, en una escala social digamos que más baja, los pillos de siempre
negociando con lo ilícito.
Entonces,
¿Quién sostiene el País económicamente?, pues los asalariados no falla,
conjuntamente con la pequeña y mediana empresa, a quienes les resulta difícil
librarse de la fiscalidad y cumplen a rajatabla. El problema lo tenemos en las
líneas de más arriba, presuntamente claro.
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