Y uno
se pregunta: ¿Quién es el responsable de que en ciertos países y me atrevo a
poner el ejemplo de España, existan gobiernos contaminados por la
corrupción? No podemos alegar
ignorancia, ni desconocimiento, ni siquiera es excusa el hacer oídos sordos
porque los hechos, las denuncias, no solo están en el lento ejercicio de la
justicia, sino que atronan en los oídos
y se ceban en las miradas de cualquier ser humano que se sienta
integrante de la sociedad.
La responsabilidad, una vez se confirman los
hechos, se desvelan los misterios, y se esclarece solo una pequeña parte de la
verdad, no está solo en un sistema de vida equivocado que favorece que sucedan
estos acontecimientos, sino no lo olvidemos, en todos aquellos que aún siguen
ciegos sordos y continúan votando a estos individuos.
Dicen
que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos. Mientras exista
la democracia, siempre tendremos en nuestra mano el voto que pueda producir
cambios; más existe algo mucho más importante que el voto, el criterio, y es la
fuerza de muchos criterios que conecten con la necesidad de cambiar, los que
pueden generar la exigencia de que los corruptos dejen sus privilegios y
prebendas, así como que paguen por sus desmanes. Dejar de creer en los mentirosos,
es una simple y llana cuestión de honor.
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