Cuenta la leyenda, lo que
le ocurrió a cierto aprendiz de sabio:
Él sabía que tras arduos esfuerzos, le
faltaba ya muy poco para la iluminación, solo necesitaba ser recibido por el
que fue su maestro y que habitaba en una cueva en las montañas, lejos de la
influencia mundana. Intentó repetidamente ser admitido sin conseguir su
propósito, el sabio le rechazaba y él no sabía bien porqué. No quiso darse por
vencido y persistió en su empeño, llegando incluso a pernoctar varios días a la
intemperie al lado de donde vivía el erudito, confiando que éste cediera por
fin a sus propósitos.
… Un día el maestro quiso
darle una lección al joven ante su insistencia y ansiedad por llegar a ser
sabio. Decidió que ambos llegaran hasta un río cercano. Una vez allí, se
introdujeron en las aguas. El joven preguntó: - ¿Qué hacemos aquí?- “Quiero enseñarte a ser sabio” - respondió el
erudito-. Entonces con toda su fuerza, apresó al joven por los hombros y lo
sumergió. El aprendiz de sabio luchaba por salir pero no podía con la fuerza
que lo sujetaba, se estaba ahogando. Al fin el maestro permitió que su alumno
saliera a flote y cuando ya hubo recuperado el aliento le interrogó: -¿Qué es lo que más deseabas cuando estabas bajo el agua?-. Sin vacilar
contestó el joven: -“Aire, necesitaba
aire”-. Entonces el maestro le dijo: -“Te
das cuenta como ser sabio no es lo más importante” - …Justo entonces
comprendió el aprendiz algo tan sencillo como que todo lleva su tiempo y que lo
más transcendente en todo momento es…respirar.
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