Cuentan que en cierto tiempo, existía una
bestia. Se sabe que la bestia llegó arrasando el sistema que existía en aquel
Reino y se hizo fuerte. Tal es así que los que no murieron bajo sus garras,
tuvieron que huir, y los que no lo hicieron se sometieron a ella. La bestia
tuvo el control de la situación durante un largo periodo. Un día, llegó a ese
Reino un príncipe llamado Democrecio que consiguió lo siguiente: Convencer a la
Bestia de que todo seguiría bajo control, que nadie escaparía de su mirada y
que por consiguiente podría descansar. Democrecio consiguió además relajar
tanto a la bestia que esta quedó dormida durante años.
Todo parecía ir bien en ese Reino, el príncipe
Democrecio parecía tener el poder y la Bestia relajada se suponía que dormida
quedaba en un segundo plano. Hasta que…algo cambió. Parte de ese Reino no
estaba del todo conforme con la situación y decidió protestar porque se sentían
diferentes y querían ser libres. Democrecio protestó, “porqué cambiar si en el Reino todo estaba en orden”…por todos los
medios intentó que no hubiera disgregación, manifestando que existían unas
leyes que impedían tal fin.
Hubo tiras y aflojas, discusiones, intentos
de llegar a acuerdos, pero nada fraguó. Los que querían salir de ese reino no
se rendían y siguieron en sus trece con la idea de intentarlo. Tal alboroto
hubo, que la Bestia despertó y volvió a mostrar sus garras. Sus acólitos lo
hicieron también amparados por su ímpetu. Democrecio era fuerte, pero se
tambaleaba por encontrarse en medio de la Bestia y los que intentaban salir del
Reino.
A día de hoy, no se sabe
como acabó esta Historia, lo que si está
claro es que entre unos y otros, consiguieron despertar a la Bestia.
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