Mi pueblo…casi me parece un atrevimiento
decirlo, pero si lo digo así, es porque aunque no nacido, si que vivo en él
desde hace algo más de treinta años. Mi pueblo es hermoso si por hermoso se
entiende que está ubicado en un entorno natural privilegiado, y que es
considerado como uno de los diez pueblos más bonitos de la provincia de
Barcelona. Mi pueblo… es pequeño por su padrón, poco más de doscientos
habitantes. En verano somos muchos más, los fines de semana también, no se
puede negar que es un pueblo turístico y con una aportación importante de
segundos residentes. Sin embargo…mi pueblo es triste cuando llega el invierno a
los cinco primeros días de la semana. Es mi pueblo, pero me siento extraño y
algo desasistido. Me gustaría, por ejemplo, que el alcalde de mi pueblo me
dijera algo que todavía no ha ocurrido: “Hola Alberto, ¿como va todo?
Y yo le diría: Aunque reconozco que se han
hecho cosas interesantes, ando algo preocupado porque no tenemos un médico fijo
de cabecera que venga esa única hora a la semana, porque el supuesto centro
cívico está cerrado la mayoría de los días, porque siendo un pueblo turístico
la riera esta sucia y descuidada y en ocasiones incomoda la desmesura de
visitantes, porque todavía no llegan esas instalaciones públicas deportivas
para los jóvenes y la escuela, porque no hay una debida transparencia en las
gestiones y no se nada o poco de proyectos…y todavía existen otros tantos
porqués, cosa por otra parte natural porque nada es perfecto.
Si tuviera una lámpara mágica, pediría solo
dos deseos: Primero, que aunque tengo todo el derecho de equivocarme en las
apreciaciones, que me lo hagan saber y que por supuesto nadie se molestara por
lo que acabo de escribir. Segundo, que al llegar las próximas elecciones municipales
en Mayo, en los programas de los diferentes candidatos se reflejara la voluntad
de mejorar, simplemente.
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