Tiempo atrás conocí en cierto pueblo, a un
tendero de los que se podía considerar como sabio, tanto por su experiencia
como por su don de gentes. Hablando sobre su negocio, el me comentaba: “Existe
la ley de mínimos y también la de máximos, yo aplico siempre la intermedia.”
Como es
natural necesitaba más explicaciones para poder conocer su significado, me
dijo: “La ley de mínimos no lleva a ningún lugar, es racanear. Si limito mis
artículos a lo mínimo, sin arriesgar ni un ápice, muchos clientes no
encontraran lo que quieren, me criticarán y acabaran por dejar de serlo. La ley
de máximos es despilfarrar, dado que no sabría calibrar las necesidades de mi
clientela y muchos de estos artículos acabarían siendo obsoletos o se
estropearían” Ya solo quedaba la intermedia, el me la explicó: “Obviamente me
debo a mi clientela, de ella vivo. Luego es necesario tener capacidad de
servicio para no dejarlos en la estacada. Debo procurar que ellos se vean
siempre bien atendidos y evitar que hallan quejas y si las hubiera, mi
obligación es tanto atenderlas como entenderlas… esta siempre ha sido la clave
de mi éxito”
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