Hace años, conocí a una pareja de entrañables ancianos. Me dolió su final... pero tan pronto como lo entendí, se me ocurrió dedicarles este poema:
Noches
amargas en vela,
viendo a
mi amor dormir.
Días
cubiertos de pena
esperando
el concluir.
Si Dios
no lo remedia,
ella, se
va a morir.
Pobrecita,
vida mía,
me
quisiera en ti fundir.
Ya basta
de agonía,
ya basta
de sufrir,
Mi
corazón, muy cansado
contigo
quiere huir.
Siete
días antes,
siete, de
tu morir,
mi
corazón de gigante,
reventaba,
de amor por ti…
Ahora,
juntos y aliviados,
llenos de
gozo y frenesí,
estamos
encantados
sabiendo
que es así.
Nuestros
cuerpos descansan
en
lugares separados,
mas
nuestras almas caminan
eternas,
firmes y unidas
por
senderos, que no terminan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario