Recuerdo una anécdota de cuando yo era niño, allá por la década de los
50. Había oído una conversación de adultos sobre la conquista de América por
los españoles; por lo que escuché, parecía ser que Colón y los suyos yendo en
busca de especias se encontraron con la plata y el oro en un continente con el
que tropezaron, se diría que por casualidad. Bien…esa misma semana en el
colegio, teníamos un examen de historia, verbal y sobre Colón nada menos. En
aquella época las contestaciones debían ser de “carrerilla”; es decir, narrar
de manera literal y usando la memoria lo que decía el libro. Cuando me
preguntaron, pensé que tenía más lógica lo que había escuchado de los adultos que lo leído en el texto de historia. Me explayé contando la aventura de Colón
en busca de riquezas… La cara del profesor, un hermano de las escuelas
cristianas de La Salle ,
se transformó de repente hasta cortarme en seco, avergonzarme delante de todos
y mandándome al asiento con un “cero patatero”. Le dio un diez al siguiente
niño, el que dijo: “que con la cruz, Colón pisó tierra en América para
evangelizar a los salvajes”.
Ahora que soy abuelo, entiendo que aún hoy en día todavía nos enredan
con la historia. No somos una civilización honesta, nos siguen manipulando a su
antojo… ¿Donde encontrar entonces a la verdad? Pienso, que a través de la
tecnología, tenemos una basta red de información a nuestro alcance,
por lo que la “verdad” podemos buscarla usando dos poderosas herramientas: el
criterio propio y el menos común de los sentidos, el sentido común. Con ellas
lograremos escudriñar libremente todos los pasajes de la Historia y sus distintas
versiones, hasta dar con la clave del entendimiento.
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