Nacemos, vivimos y morimos… ¿eso es todo? Todo el Mundo nace y todo el Mundo muere, eso
no ofrece duda alguna. El gran dilema consiste en como desarrollamos nuestra
vida en función de múltiples factores. Algunos de estos factores los heredamos,
otros tienen que ver con el entorno y el resto corresponde a nuestra
personalidad intrínseca, la cual nos orienta a vivir de una manera muy
determinada.
Hay quien actúa más que piensa y otros piensan más que actúan, y otros muchos ni si quiera piensan, se dejan llevar. Lo
cierto es que no existe un ser humano igual a otro en todos los confines de la Tierra. Todos somos únicos y en
ello encontramos un considerable valor, que tendría que incidir en la
autoestima y en la empatía con el resto del género humano.
Lamentablemente no ocurre así…Existe una gran mayoría que piensa: “Soy
un cuerpo que soporta una mente llena de deseos, los logre o no, cuando llegue
el fin, se acabó.” Puede que sean menos los que piensan: “Ese –algo- diferente
a la mente, llamémosle como lo queramos llamar, se alberga en un cuerpo
perecedero, con el fin de desarrollarse y evolucionar, hasta límites que pueden
ir más allá de una vida”.
Particularmente no creo en la casualidad, y sí
en la causalidad. Me gusta más la idea del compromiso que tengo con ese –algo-
, llamémosle como le queramos llamar, para que evolucione con respeto y decoro
hacia todo lo existente, gracias a un instrumento llamado cuerpo.
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