Es una época extraña, curiosa la que nos
toca vivir. Desde un tiempo a esta parte ocurren circunstancias no gratas, que
son así consideradas por una parte importante de este País llamado España. La
calle está revolucionada y las pacíficas protestas son generalizadas. Un día
las mujeres se manifiestan solicitando igualdad. Otro día les toca el turno a los pensionistas demandando justicia social. Muy
recientemente es el sentido común el que
protesta por una justicia sujeta a unas leyes obsoletas y machistas, que no
sabe discernir lo que es una violación. Constantemente nos manifestamos en
contra del alto índice de corrupción. También nos manifestamos y escandalizamos
por la falte de sensatez, por las mentiras y caras duras de algunos personajes
influyentes de la política. Son muchos los que entienden que la libertad de
expresión es partidista, unos pueden decir disparates y otros no. Y porque no
decirlo, son múltiples los que se suman en la línea del independentismo,
cansados de gobiernos nacionales que van a su bola y están salpicados de
corrupción. La calle protesta por estas
y otras causas consideradas injustas, pero la mitad de este País no se entera.
Esa
mitad del País, seguirá votando a los mismos, les importa un “pimiento” las
injusticias sociales y considerará que es mejor que todo siga igual,
algunos incluso recordando con cierta
nostalgia épocas pasadas. En consecuencia, el gran valor que el voto tiene en un estado democrático se divide,
dando como resultado una evolución social lenta y hasta a veces dolorosa.
Yo
le pediría a esa Mitad del País que no se entera o no se quiere enterar, que
meditara su postura y que permitiera el intento de cambio hacia algo más digno.
Que no ocurra como en mi pueblo me dijeron una vez: “Mira, no te metas, mejor que todo siga igual, como siempre ha
sido”
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