Sucedió un día sin saber
como ni porqué. Me encontré con una figura serena y quieta. Su cabello moreno
se confundía con el fondo de un abrigo nuevo y oscuro. Estaba sentada en la
parada de un autobús que no esperaba y fumaba despacio un cigarrillo. Las
piernas cruzadas y la mirada perdida en los recuerdos. Yo me acerqué a ella con
alegría; poco sabía de su vida, pero mi mirada ya se había cruzado con su
figura hacía ya tiempo en un tren, y esa figura había llenado mi corazón de
sensaciones atrayentes y cálidas.
La vida pasa al igual que pasan las
horas de los días, pero jamás me olvidé de ella. Cuando la recordaba, notaba una estela que me acercaba a un calor suave como un amanecer de verano y también
una cierta añoranza que provocaba en mi pecho un leve cosquilleo.
Y ahora una vez acomodado a su figura, cuando
voy en busca de su sonrisa, me dejo arrastrar por la misma estela de colores
que me llevará a la mar calmada donde está ella. Entonces escucho sus palabras,
tomo su mano, abrazo su cuerpo, beso sus labios... y respiro ese calor, que me
envuelve en una bruma plácida llena de perfumes agradables... En esos
momentos tan llenos de paz y de ternura el tiempo parece dejar de existir, pero él no tarda en mostrarse veloz y
despiadado para exigir la distancia. La
dejaré, pero no voy a permitir que la luz, la calma y la plácida serenidad me
abandonen… Sí, dejaré que su figura vaya a descansar lejos de mi cuerpo, y yo
marcharé a mi lugar con su perfume, mientras observo a esa cálida bruma recogerse en un hueco de su corazón… Ya más calmado, noto como me acompaña una
estela, la misma estela que hacía estremecer mi pecho cuando la recordaba. La
misma estela que guiará mis pasos de nuevo a su figura.
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