Existe una clase de retórica aplicada
a los discursos, principalmente políticos, que resulta despectiva desde el
mismo momento que las palabras son pronunciadas.
Consiste, ni más ni menos, que poner
en boca y hechos de los demás los errores que son propios y exclusivos del que
habla.
Es una fórmula sencilla y metódica de
mentir para esconder las particulares miserias.
El recurso necesita ampararse en la
ignorancia para que resulte creíble, y es sumamente irritante para todo aquel
que entienda el sentido de la manipulación verbal.
En este tipo de retórica, la
honestidad brilla por su ausencia.
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