Nota: Parte 1 (Junio) - Partes 2/10 (Septiembre) - Partes 11/19 (Octubre)
Partes 20/30 (Noviembre) - Partes 31/37 (Diciembre) - Partes 38/46 (Enero) Partes 47/53 (Febrero)- Parte 54 (Marzo)
...
— Lorenzus…
nosotros entendemos muy bien lo que ha hecho por nosotros y lo que esto ha
significado para usted… lamentamos que tenga que verse en una situación
desagradable.
— Es mi
responsabilidad… se supone que además de soldado soy… un ser humano ¿quizás?
— Nosotros no
lo dudamos…
Lorenzus
recobró la compostura marcial, todavía iba vestido de militar, todavía era un
militar, irguió el tronco superior y habló con decisión.
— Basta de milongas… yo tomé la decisión y
deberé responder por ello, a ustedes… solo puedo desearles suerte.
— Teniente…
puede usted tomar la decisión de quedarse, lo sabe.
— No dudo que sería bien acogido, de hecho
siempre me he sentido así en este pueblo, eso no lo olvidaré jamás… pero quiero
advertirles, debo advertirles… ustedes están presos en su pueblo, están sujetos
a ley marcial… el pueblo está rodeado en un perímetro exterior, jamás podrán
salir de él. Nuestra presencia en el pueblo es una ficción. No importa que mi
destacamento sea relevado o no, tan solo ejercemos vigilancia para informar de
los movimientos internos, todas las patrullas de vigilancia del perímetro no son sino meras fachadas… ¿lo entienden?
— No solo lo
entendemos, sino que lo sabemos… tenemos conocimiento del perímetro exterior.
— ¿A sí?... celebro que estén bien informados…
pero eso no indica nada bueno, deben de saberlo.
— Que importa eso, si podemos permanecer en el
pueblo, al fin y al cabo es lo que hemos estado haciendo estos últimos años.
— No estén tan seguros… ustedes son como una
pequeño oasis en un desierto, y no sería la primera vez que el desierto se
traga al oasis.
— Eso también lo intuimos… Teniente, ¿entonces
no se queda con nosotros?
Siempre es
mejor estar en un oasis que en un desierto.
— No… ustedes saben que no puedo hacerlo, debo
enfrentarme a mi destino, si me quedara aquí sería otro problema para ustedes y
ya tienen suficientes. No, gracias por todo.
El teniente Lorenzus se puso en pie, con serenidad abandonó la estancia para marchar junto a sus soldados, tenían que prepararse para su salida del pueblo.
Al día siguiente la pequeña comitiva militar se puso en marcha, encontraron el pueblo en silencio, sin gente en la zona donde ellos estaban y eso les extrañó sobremanera. Fueron avanzando por la calle central camino de la salida y siguieron sin encontrar a nadie, no entendían nada. Pero justo al doblar la última curva y encarar la carretera se encontraron con una masa de gente cerrándoles el paso. Lorenzus mandó parar los vehículos, pero no tardó en entender lo que estaba pasando y aceptó el hecho con una enorme tranquilidad interior. A marcha muy lenta se decidieron a cruzar la marea humana, ésta se abrió a su paso y de las manos de las gentes empezaron a salir pétalos de flores que fueron lanzados a los soldados, era su sentido homenaje a quienes consideraban sus amigos. A la vez dejaban escapar de sus gargantas voces de ánimo, piropos y parabienes dirigidos a ellos. Sobre una pequeña elevación del terreno junto a la carretera, una pequeña orquesta improvisada lanzaba al aire notas rítmicas y optimistas que se ahogaban por el griterío de la gente. De improviso todo se convirtió en un jolgorio al que los soldados se sumaron en un sonreír continuo, más de uno de ellos no pudo evitar que alguna lágrima furtiva se escapara por sus mejillas. Mientras tanto, el teniente Lorenzus, con el rostro serio pero relajado y la conciencia tranquila saludaba a todos con gestos suaves y armónicos. Intentaba amagar la sonrisa, lo intentaba y hasta los conseguía si bien en su rostro se traducía un profundo gesto de correspondido agradecimiento.
El teniente Lorenzus se puso en pie, con serenidad abandonó la estancia para marchar junto a sus soldados, tenían que prepararse para su salida del pueblo.
Al día siguiente la pequeña comitiva militar se puso en marcha, encontraron el pueblo en silencio, sin gente en la zona donde ellos estaban y eso les extrañó sobremanera. Fueron avanzando por la calle central camino de la salida y siguieron sin encontrar a nadie, no entendían nada. Pero justo al doblar la última curva y encarar la carretera se encontraron con una masa de gente cerrándoles el paso. Lorenzus mandó parar los vehículos, pero no tardó en entender lo que estaba pasando y aceptó el hecho con una enorme tranquilidad interior. A marcha muy lenta se decidieron a cruzar la marea humana, ésta se abrió a su paso y de las manos de las gentes empezaron a salir pétalos de flores que fueron lanzados a los soldados, era su sentido homenaje a quienes consideraban sus amigos. A la vez dejaban escapar de sus gargantas voces de ánimo, piropos y parabienes dirigidos a ellos. Sobre una pequeña elevación del terreno junto a la carretera, una pequeña orquesta improvisada lanzaba al aire notas rítmicas y optimistas que se ahogaban por el griterío de la gente. De improviso todo se convirtió en un jolgorio al que los soldados se sumaron en un sonreír continuo, más de uno de ellos no pudo evitar que alguna lágrima furtiva se escapara por sus mejillas. Mientras tanto, el teniente Lorenzus, con el rostro serio pero relajado y la conciencia tranquila saludaba a todos con gestos suaves y armónicos. Intentaba amagar la sonrisa, lo intentaba y hasta los conseguía si bien en su rostro se traducía un profundo gesto de correspondido agradecimiento.
Una vez
hubieron sobrepasado la marea humana, los vehículos aceleraron las revoluciones
de sus motores para ir desapareciendo por las curvas de la carretera, no sin
que antes las manos al aire de los soldados se comunicaran con los centenares
de brazos al aire de las gentes del pueblo en signo de despedida...
La marcha de
los soldados no solo generó una incógnita sino que además creó un cierto vacío,
se habían acostumbrado a ellos. Habían llegado a saber que estaban allí como de
relleno y eso no molestaba al pueblo.
Bruno no conseguía
dominar su carácter inquieto, seguía en sus trece de que había que hacer algo
más que esperar acontecimientos. Se acordó que tenía pendiente la idea de
hablar con Vanessa, la "ingeniera" de la guardería y se dispuso a cumplir su
objetivo. Aprovechó el momento de ir a recoger a su hermana, para ello se
retrasó deliberadamente con el fin de intentar quedarse solo con ella.
Cuando Bruno
apareció por la guardería, la penúltima niña era recogida por sus familiares,
la "ingeniera" se estaba despidiendo de ellos y ya tan solo Maia quedaba sentada
tranquilamente en su pequeño pupitre. Bruno aguardó pacientemente la reacción
de Vanessa que no se hizo esperar, ella se dirigió con una sonrisa hacia el
lugar donde él se encontraba. Le invitó a entrar en el aula, mientras tanto
Maia como si intuyera que su hermano algo quería, abrió su mochila, sacó un
cuaderno y unos lápices y se dispuso a entretenerse con unos dibujos. Vanessa
se sentó junto a su mesa y le ofreció una silla a Bruno, el gesto fue lo
suficientemente explícito como para dar a entender que ella captaba su sentir,
y eso que él simplemente se había limitado a saludarla tímidamente...
R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13
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