miércoles, 4 de marzo de 2015

Novela: "Pueblo de Ramu" (Parte 54)

Nota: Parte 1 (Junio) - Partes 2/10  (Septiembre) - Partes 11/19  (Octubre)
 Partes 20/30  (Noviembre) - Partes 31/37 (Diciembre) - Partes 38/46 (Enero) - Partes 47/53 (Febrero)-


...  El oficial, ya no tan airado, observó la actitud firme del teniente, tal vez comprendió que éste no iba a claudicar en sus intenciones y para evitar entrar en un baño de sangre, decidió que era mejor pasar la pelota a sus superiores. Habló un largo rato por la radio, esta vez si que se permitió discutir, quizás para convencerles que era mejor retirarse y evitar enfrentamientos inútiles y de fatales consecuencias. Debió conseguir el propósito porque acto seguido se dirigió al teniente para indicarle en un tono serio y marcial.

—  Nos retiramos… pero debe usted saber que ha cometido desacato y tendrá que atenerse a las consecuencias. 

   Los vehículos de la comitiva maniobraron para volver por sus pasos alejándose con estrépito por las curvas de la carretera. Justo en ese momento el pueblo se puso en pie y con serenidad aplacando su alegría,  empezaron a hablar entre ellos a la vez que rodeaban al teniente Lorenzus y sus hombres sin acaparar su espacio ni agobiarles. Alguien le preguntó:

— ¿Por qué ha hecho esto Teniente Lorenzus?

   La respuesta fue seca y contundente, sin aspavientos y como si se hubiera contagiado de la serenidad del pueblo pronunció:

— Yo ya no tengo nada que perder…

   Acto seguido mandó discreción a sus hombres y en irregular formación y con los fusiles caídos se dirigieron a su cuartel atravesando la masa de gente. Multitud de miradas se dirigieron a ellos mostrando agradecimiento, más de una mano se posó despacio en el hombro de alguno de los soldados y estos reaccionaron con tímidas sonrisas que no podían ocultar su desconcierto. Nadie de los allí presentes sabía en esos momentos lo que podría ocurrir el día de mañana, seguramente ni pensaban en ello. Lorenzus mostraba por la expresión de su rostro que sí estaba en su mente la consecuencia de su inmediato futuro, él conocía ahora mejor que nadie su destino.

   Bruno asistió a toda la acción en silencio, sentado en las primeras filas, esperando recibir los primeros golpes, resignado a ello y dispuesto a resistir. El desenlace le sorprendió como a todos, era lo último que podía imaginar. Observó el gesto y la mirada un tanto vaga del Teniente Lorenzus mientras se retiraba caminando con firmeza y gesto altivo. Sintió admiración por su gesto y le hubiera abrazado por ello, pero como todos optó por respetar su espacio y abrirle paso.

  Tras los acontecimientos, era difícil volver a encontrar la normalidad en el pueblo, pero que podían hacer sino intentar que las aguas volvieran a su cauce y esperar. En esa partida de retos el pueblo había movido ficha, ahora correspondía al gobierno hacerlo y el movimiento a buen seguro que no iba a gustar.

   El teniente Lorenzus y sus hombres habían bajado la guardia en el pueblo totalmente, tan solo seguían con la vigilancia perimetral. Mandó que ya no se hicieran rondas por las calles e inclinó a sus soldados para se relajaran mientras se mantenían a la espera de noticias… y estas no tardaron en llegar a los pocos días.

   La orden que recibió el teniente Lorenzus era tajante y explícita, debería abandonar el pueblo junto a sus soldados y presentarse a sus superiores. Lo que le desconcertó un tanto era que en la orden no se indicaba que habría relevo, es decir el pueblo a partir de ese momento se suponía que quedaba sin vigilancia directa. Lorenzus aviso a los representantes del hecho y estos le conminaron a hablar en privado, éste atendió su solicitud y se presentó en la sala de juntas del centro de logística.

— ¿Que quieren de mí?

— Nada, usted ya ha hecho más que suficiente y por ello le estaremos eternamente agradecidos.

—  Diría… que soy un soldado y he cumplido con mi deber, pero creo que he ido mucho más lejos y me he extralimitado en mis funciones…

—  ¿Qué quiere decirnos con esa frase Lorenzus?

— Un soldado se supone que no piensa, que no siente y solo se limita a cumplir órdenes…

— ¿Y usted lo hizo?

— Digamos que interpreté las órdenes a mi manera.

— Lo suponemos…


   En ese momento se instauró en la sala un silencio claramente revelador, el teniente Lorenzus bajó totalmente la guardia y abandonó su gesto marcial para convertirse en un hombre con cierto aire de estar abatido...

R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13

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