Mucho es lo que se debe a esta industria, aunque no todo son parabienes,
existen ciertos aspectos oscuros de la misma que no dejan de ser preocupantes… Los
principios de la producción farmacológica y su desarrollo, no andan muy
lejanos. Pongamos el ejemplo del analgésico Acetofenidina, lo que ahora se conoce como “Paracetamol”, que
nació como fármaco sintetizado allá por el año 1885 a través de la potente
casa “Bayer”.
Si desde esa fecha retrocedemos, observaremos que la solución a muchos
de nuestros males, partían de los herbolarios, lo cual suponía un alto
conocimiento de las plantas que nos brindaba la naturaleza. Hasta no hace
mucho, era muy habitual que en los pueblos existieran muchas personas
conocedoras de su entorno y que eran capaces de curarse alergias, catarros y
dolores a base de extractos de ciertas plantas… Ese mucho, que significaba el
conocimiento de la naturaleza de las plantas a mediados del XIX, entrando en el
siglo XX y sobre todo ahora en el XXI se ha convertido en un poco. Por el
contrario, lo que en el siglo XIX era poco, refiriéndose a la industria
farmacológica, ahora es exageradamente mucho, hasta el punto de que hemos
perdido el norte y el conocimiento ancestral de las plantas prácticamente ha
desaparecido.
Y no solo prácticamente ha desaparecido, sino que tiende a
criminalizarse dicho conocimiento, por la simple razón de que el libre uso de
muchas de esas plantas podía causar
inconvenientes al negocio de la industria de los medicamentos… Pongamos solo dos
ejemplos de plantas milenarias, usadas por infinidad de culturas y ahora prohibidas
en muchos países: La “Perilla frutescens”, un potente antihistamínico natural,
y la “Cannabis Sativa” analgésico eficaz como tratamiento para el dolor, aunque
su uso haya derivado hacia aspectos bien diferentes.
Resumiendo… poco a poco, las
sociedades tienden a desnaturalizarse, y las Industrias farmacológicas a
“forrarse”.
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