Existe una mirada que no está anclada. Tiene más edad de la que
marca el cuerpo y abarca insondables escenarios a lo largo de la historia. Es
tan fresca como anciana, puede atravesar el umbral del signo de los tiempos y transportarse
sin fronteras al inicio de la evolución. Con ella se puede atravesar infinidad
de situaciones: plácidas, dramáticas, lúcidas, oscuras. Ha muerto y renacido quien sabe si más de mil veces sin
alcanzar la fuente de la sabiduría. Es por esa razón que esa mirada no desiste
en caminar, con el bagaje de lo aprendido y con la esperanza de que sus pasos
no sean estériles. Esa mirada siempre nos acompaña en los tránsitos, ella no se
pierde en el perfil de una existencia. El camino es largo y ella bien lo sabe,
por eso nunca deja de avanzar y de ilustrarse.
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