Vivimos tiempos de exacerbada revolución tecnológica que nos acerca a
una forma de vida virtual. Que lejos quedan los tiempos de nuestros abuelos,
sobre todo para lo que ya hemos cumplido con creces cierta edad de merecer.
Cuando yo era niño… sí, ya se que suena a fábula, sobre todo para los
que ahora son nuestros nietos y que ya no nos hacen ni puñetero caso,
enganchados a los móviles de sus padres y a las tablees, sin obviar que ya a
temprana edad tienen los suyos propios.
Bien, decía: Cuando yo era niño… no
existía nada de eso, nos teníamos que conformar con nuestro ingenio para
divertirnos, y como mucho podíamos gozar de cierta tecnología con el “Cinexin”
un simple proyector de dibujos animados donde aparecían el Pato Donald y
compañía. En aquella época se aprendía enfrentándote a la realidad, que para
nada era virtual, de ahí surgía para bien o para mal el aprendizaje de lo que
ha sido nuestras vidas.
A propósito de lo que acabo de explicar, una anécdota real, para nada
virtual: Yo tendría unos nueve años, alguien me regaló una escopeta de
perdigones. Acompañe a mi abuelo por la vereda, con la escopeta en la mano,
hacia un campo de cultivo que tenía allá en su pueblo; por cierto, eran mis
vacaciones estivales. El abuelo me observa con una mirada para nada
tranquilizadora. En un momento dado, observé un pajarillo posado sobre un
tendido eléctrico, y sin dudar apunté y lo vi caer. Me puse la mar de contento,
le había acertado…Fue mi abuelo quien se dirigió hacia el pajarillo aún
revoloteando en el suelo, era una golondrina con una de sus alas destrozada por
el impacto. Delante de mí, y con toda la frialdad del mundo, hizo algo que me
llenó de coraje: Retorció el cuello de la golondrina y la remató. El abuelo no volvió a pronunciar
palabra alguna en lo que quedaba de atardecer y yo no me atreví a disparar más,
encogido por el respeto que me inspiraba.
Tubo que ser mi abuela quien me explicara porqué había hecho eso el
abuelo…”A aquella golondrina solo le quedaba sufrir, y él la alivió del sufrimiento”
Aprendí la lección, y desde entonces respeto la naturaleza los animales,
arrinconé la escopeta de perdigones y quedé en deuda con las golondrinas.
Ahora que observo como mis nietos
matan a montones de gente y animales de manera virtual en los videojuegos, con
absoluta frialdad… no sé como explicarles a ellos, que no, que eso no está
bien.
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