(Primera parte)
Esta es la historia de Tristán
que de una fragata fue capitán.
Cuentan que ya de niño y antes de
ser grumete, ya jugaba con barcos de juguete.
Como quería ser marinero, con mal
fario, encontró trabajo de “muchacho” en un buque corsario.
Hacía vida en cubierta, dormía en
ella y la limpiaba aunque no estuviera desierta.
Ayudaba al cocinero a guisar
alubias, habas, garbanzos, en un enorme caldero.
Asistía a los rezos por la buena
mar y siempre se dejaba mandar.
Pero el buque era corsario, al
servicio de un rey, su empresario.
A los barcos enemigos debían
atacar para sus tesoros intentar capturar.
Avistaron un barco cuya enseña,
por sus colores, era extraña..
Decidieron luchar y para ello al
barco enemigo debían abordar.
Hubo una gran batalla, cruel,
violenta y con mucha saña.
Una bala de cañón explotó sobre
cubierta y Tristán voló hacia mar abierta.
Sobre el agua, sujeto a un
tablón, su corazón latía viendo como su buque se hundía.
El otro barco se alejó con los
prisioneros que tomó.
Más Tristán quedó en la mar,
solo, sin nadie con quien hablar.
Se le agotaba la fuerza, tenía
sed, hambre y ya nada de confianza.
El sol torturaba su piel y el
destino no le era nada fiel.
Y de pronto, avistó un barco y una
bandera, esta era negra y llevaba una calavera.
Pronto pensó… que mala pata, es
un barco pirata.
El sabía que los piratas no
tenían rey, y por lo tanto no conocían la ley.
Temió por su vida, él era un
corsario… pero no tenía otra salida.
Lo encontraron… le lanzaron una
soga y los piratas a su barco le izaron.
….. Seguirá.
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