(Segunda parte)
...Aunque eran muy machos, le respetaron la vida por ser... un muchacho.
No le quedó más remedio que hacerse pirata y convivir con las ratas.
Tristán aprendió a luchar, a ser pillo aunque eso no tuviera brillo.
Al mando de un capitán tuerto, capturaban barcos, atacaban puertos.
Un día, llegaron a una isla desierta, eso lo vio desde cubierta.
Como era muy truhan, solo conocía como llegar a la isla, el capitán.
El "muchacho" ayudó a bajar el tesoro: joyas, vestidos, utensilios, monedas, no todo era oro.
Oculto en una cueva lejana... en lo más hondo, había una inmensa fortuna.
Tristán era muy listo, hizo un plano y dibujó todo lo que había visto.
Después de unos días descansar, el barco pirata se hizo de nuevo a la mar.
Siguieron en el mar robando y con lo ganado también hacían contrabando.
Pero un día, borrachos, tras una victoria, navegando, bajaron la guardia.
Una fragata del rey los avistó y sin dudarlo un instante, atacó.
Cuarenta cañones tronaron, y tras lo cual, al barco pirata abordaron.
Hubo una cruenta batalla... donde todos dieron la talla.
El barco pirata se rindió y el capitán tuerto en la lucha, murió.
Ordeno el almirante, que por no ser gente sana, los piratas fueran colgados en la verga de mesana.
Más Tristán tuvo suerte, un oficial que fue corsario lo reconoció y lo libró de la muerte.
Al llegar a tierra, el oficial que lo ayudó en la escuela de grumetes le ingresó.
En la armada fue un buen estudiante y consiguió ser un camarada.
Allí aprendió a manejar: palos, arboladuras, herrajes, jarcias, velas y cabos.
Y luego a navegar. De grumete a marinero, luego a primero y de allí a maestre.
Como en la batalla era muy valiente, pronto llegó a ser teniente.
No tardó en ser capitán, y muy orgulloso estuvo Tristán.
Pero del tesoro no se olvidaba y dejó la armada, aunque mucho la amaba.
...Seguirá.
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