Que
decir que no se haya dicho… pensar en como fue antaño nuestra infancia, cuando
no existía nada virtual. Lo más parecido era la radio y posteriormente allá por
los años 50 y 60 del siglo pasado la
tele en blanco y negro, con tan solo una cadena. ¿Que hacíamos los niños?, pues
jugar principalmente en la calle de los pueblos y ciudades, donde el tráfico
era exiguo. Nada de lo que hacíamos era virtual, nada. Cierto que a veces
jugábamos a guerras y como mal mayor más
de uno recibió una pedrada. No recuerdo otro tipo de violencia, que siempre se
arreglaba haciendo las paces entre una u otra pandilla. Todo lo demás era puro
ejercicio de imaginación, pero no voy a insistir en explicarlo, no es relevante
para lo que intento indicar.
Pasa
el tiempo y llegamos a ser abuelos, tuvimos hijos que ya empezaron a tantear de
niños el mundo virtual, y luego llegan los nietos en plena era virtual. Con tan
solo tres años los he observado manejar móviles y tabletas, con diez años ya se
instalan en el mundo de Internet y juegos online con suma facilidad. Y es aquí
donde me preocupo: juegan a destruir y a eliminar vidas virtuales, se enfadan
cuando algo no les sale bien, se vuelven adictivos y manifiestan signos de agresividad, ya sea
contestando o enrabietándose con los padres.
En una investigación se descubrió que en el 79 por ciento de los
videojuegos su tema central es sobre violencia de algún tipo. Tras estudios
hechos por Institute of Psychology, University of Innsbruck, Innsbruck &
Austria comprobaron que al jugar videojuegos con un grado de violencia, ya sea
en línea o partidas locales, los individuos reaccionan a estímulos y emociones
de agresividad por periodos de corto
tiempo. Cabe mencionar que aquellos que jugaron en línea mostraban más niveles
de agresividad, lo que nos da una prueba clara de que este tipo de
videojuegos sacan a relucir actitudes que pueden llegar a ser
preocupantes. Este tipo de videojuegos, consigue que los niños se vean afectados
en su grado de conocimiento primario, provocando emociones proclives a percibir la
violencia como algo normal.
¿Y que podemos hacer
padres y abuelos ante esta circunstancia?… pues simple y llanamente mostrarles
con nuestros actos que el afecto, el cariño, el cuidado, la consideración, los
diálogos no son virtuales, sino reales. Ellos no lo suficientemente
inteligentes como para captarlo.
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