...
— Anju… ¿estás bien?
— Si Tamara, gracias, estoy bien…. Solo que de golpe han
llegado muchos recuerdos, ya nada es igual.
— Ya nada es igual, tienes razón. Pero hemos de seguir… ¿Y tu
familia? ¿Cómo está Riama y tu hijo?
— Ella… murió hace más de un año. Mi hijo anda por aquí, en el
banco de alimentos.
— Lo sentimos, lo sentimos mucho.
— Vale… sigamos. Bruno, si te parece bien, podrías dirigirte
precisamente a la escuela, necesitamos especialistas en materias. Y en el
servicio forestal te necesitaran también, los encontraras en la casa de
Ovitaoc… ya no queda nadie de esa
familia… Ah… eres joven y fuerte, seguramente te asignaran al servicio de control perimetral, pero de
eso ya se te informará. Creo, creo que
eso es todo.
Sejo, entonces
se acercó a Anju y mientras éste se levantaba, aprovechó para darle un fuerte
abrazo. No hicieron falta más palabras. Justo cuando estaban a punto de
atravesar el umbral de la puerta, se le ocurrió que no era de proceder que la
pistola que tenían obrara en su poder. Se lo comentó a Drope y este la recogió
para llevarla a la armería.
Los otros dos
hombres que integraban parte de la patrulla se despidieron, Drope y Juanma
decidieron acompañar a sus amigos hacia el banco de alimentos donde trabajaba
Briel. Era el miembro de la familia con quienes compartirían la casa más fácil
de localizar. Formaba parte de la sección que controlaba el depósito y
abastecimiento de alimentos al pueblo.
El lugar
estaba lleno de dinamismo, unos entraban con vegetales, conservas, botellas,
garrafas, viandas y otros ordenaban las diferentes estanterías y depósitos. En
otra sección observaron como se procedía a una cierta distribución de esos
mismos alimentos a gente que esperaba ordenadamente. Se encontraron con solo un
conocido al que saludaron efusivamente. Se despidieron momentáneamente de él y
entraron en una oficina, donde un hombre de mediana edad, algo calvo, pequeño
de estatura y semblante jovial estaba registrando datos delante de un
ordenador. Drope se dirigió a él.
— Briel… Te traemos cuatro elementos para que los registres en
tu banco de datos.
— Déjate de coñas Drope, hoy tenemos mucho movimiento.
— De coña nada… Te presento a la familia con quienes
compartiréis la casa.
Briel entendió
rápido el mensaje, aunque no dejó de sorprenderse. Se levantó raudo del asiento
y se acercó a ellos.
— Dios mío, por fin, empezábamos a sentirnos unos
privilegiados, tal como está el pueblo de gente vivíamos demasiado desahogados…
pero esto parece un milagro, hace tiempo que nadie aparece por aquí. ¿Cómo,
como es posible que lo hayáis logrado?
Juanma le dirigió
una sonrisa a su compañero a la vez que se ofrecía a presentar a la familia.
— Quizás porque ellos siempre han tenido la firme voluntad de
volver a su pueblo, a su hogar…
Briel reaccionó de forma instintiva, cortó la
exposición de Juanma y se dirigió a los recién llegados con efusividad, se
había percatado de algo transcendente.
— Por todos los duendes del mundo… sois vosotros. No os había
reconocido, sí… tú eres Sejo y tú Tamara, él es Bruno… y la pequeña debe de ser
el bebé que aparece en las fotos…
perdonar pero no pudimos evitar verlas, sentíamos curiosidad por conocer
algo de los dueños de la casa.
Se saludaron
mutuamente… Tamara realizó un gesto un tanto compungido no acababa de similar
lo de compartir su casa. Sejo lo advirtió y quiso suavizar la situación.
— Bueno, tanto Drope como Juanma no paran de decirnos que
ahora nada es privado… luego no se si se nos puede considerar dueños. Lo
entendemos o mejor dicho, estamos en proceso de entenderlo todo. Estoy seguro
de que nos llevaremos bien… por cierto la pequeña se llama Maia…
— Sí… es una preciosidad. Me tenéis que perdonar si estoy algo
nervioso, nos dijeron que vendríais pero de eso ya hace mucho tiempo. Os
dábamos por desaparecidos y en todo caso esperábamos compartir la casa con
alguien que no fuerais vosotros… ha sido toda una sorpresa, ¿lo entendéis?
Tamara se dio
cuenta de que quizás se había mostrado un tanto tosca y atribulada por el
acontecimiento, intentó dejar de lado sus suspicacias y se ofreció amablemente
a su nuevo… compañero de hogar.
— Como dice mi marido… estamos en proceso de entenderlo todo.
Para nosotros también ha sido una sorpresa, ha costado y mucho llegar hasta
aquí. Hemos soñado mucho con Ramu y nunca imaginábamos lo que hemos encontrado.
Esta situación… nada tiene que ver con el pasado. No te preocupes, estoy segura
de que todo va a salir bien.
— Gracias…
Briel dejó su
puesto para acompañarles a su hogar. Drope y Juanma se despidieron para
dirigirse a sus respectivas ocupaciones… Durante el trayecto Bruno, con Maia en
sus brazos, curioso, se interesó por todo lo que veía a su paso y no dejó de
preguntar a su nuevo compañero. Sejo permanecía junto a ellos en silencio y
escuchando sus comentarios, mantenía un semblante sereno. Tamara en cambio se
mostraba inquieta y taciturna. Todos ellos
estaban comprobando que ahora nada en el pueblo era igual a lo antaño
vivido, ni las gentes, ni el movimiento, Ramu tenía un latido diferente donde
solo el decorado era el mismo… Tamara
esperaba encontrarse también algo parecido al entrar en su casa. “Un
lugar tan cuidado y amado ahora ocupado por desconocidos“— pensaba —. Ella entendía que no era una ocupación violenta, sabía
que sus amigos nunca les habían olvidado y esa era la razón por la cual aún
existía un espacio en su propio hogar. Se iba a sentir extraña en su propia
casa, obligada a compartirla sin que su voluntad pudiera intervenir. Intentaba
asimilar que lo que estaba aconteciendo no era una imposición.
Tamara observaba a la vez el ambiente que se
mostraba a sus ojos dinámico y abierto,
todas las gentes tenían algo que hacer y parecían hacerlo de manera distendida, quizás demasiado
distendida… pero estaba divagando demasiado con sus pensamientos, ahora solo
deseaba descansar. Esperaba poderlo hacer de forma cómoda en su propio hogar,
aunque ahora estuviera ocupado por extraños. Sentía una cierta reticencia ante
esa circusntancia y eso provocaba un conflicto consigo misma porque después de
todo lo que habían pasado, que derecho ella tenía para pensar y sentir de esa
manera… Sejo se dio cuenta de que su esposa estaba reflexionando con la mirada
un tanto extraviada entre tanto acontecimiento nuevo, y quiso conocer sus
pensamientos.
— ¿Estas bien Tamara?
— Si cariño…
— Te nota un tanto extraña… ¿Qué ocurre?
— Nada… se me pasará. Estoy intentando asimilar lo que está
ocurriendo.
— Lo se, lo se. Todo ha cambiado Tamara, todo ha cambiado.
— Si, todo es diferente… pero te das cuenta que todo esto
parece una fantasía, algo irreal.
— Me extraña que seas tú quien digas eso, eres la más
pragmática de la familia.
— Precisamente por eso cariño, precisamente. No has observado
que pese a que todo aparenta normalidad, existe una sombra en la mirada de las
gentes.
— ¿Qué intentas decir?
— Que solo parecen felices, solo lo parecen… y ahora vamos a
nuestra casa, pero solo lo parece.
— Cariño… vamos a confiar. Al fin y al cabo todo lo que nos
ocurra va a ser mejor que lo que acabamos de vivir en Nalocebar.
— ¿Estas seguro de ello...?
— De momento, aquí no aprecio la tragedia…
Sus pasos se
detuvieron frente al nº 7 de la calle del sol, su hogar. Bruno le explicaba a
su hermana que ahora ellos iban a vivir allí. Maia entonces sin duda recordando
los muchos meses de ostracismo en el piso de Nalocebar, le contestó
tímidamente:...
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