...
— ¿Cuanto tiempo
llevas aquí?
— Casi dos años…
Vine para estudiar el idioma, vivía en Sareman. Las cosas empezaron a
complicarse y no pude volver a mi país. La gente empezó a caer como moscas, con
una compañera de piso decidimos huir de la ciudad y pasando la montaña,
llegamos a Ramu.
— ¿Por qué aquí?
— En mi país
practico el montañismo, elegí Sareman para estudiar vuestro idioma por la razón
del entorno montañoso. Realizaba a menudo excursiones por esta zona, conocía
Ramu y me pareció que podría ser un refugio… por suerte no nos equivocamos…
¿Qué debe de pasar allá abajo? no se observa ningún signo de vida.
— Si las cosas no han cambiado en estas últimas
semanas… allá abajo solo reina el caos Louise… ¿Debes de echar de menos a tu
familia?
— Vaya
preguntita… claro que les hecho de menos…
— Lo siento… no
doy ni una.
— … El caos es
global. Todo está colapsado es imposible saber que ha sido de ellos… es fácil
que hayan muerto todos, o quizás habrán
encontrado una manera de sobrevivir como nosotros…
— …Yo he tenido
mucha suerte… estamos todos.
— Eres
afortunado Bruno…
Louise
pronunció la última frase con la voz casi apagada, luego se separó un tanto de
él para centrarse en observar con los prismáticos el fondo del valle y el
horizonte. Bruno tomó sus prismáticos y se dispuso a hacer lo mismo. El silencio
y la sensación de calma en nada parecían diferir de cuando antaño subía a esa
misma montaña. Pero en el ambiente se cernía como una amenaza el vacío; antes,
sobre el silencio y la calma reinaba la sensación de que existía vida allá
abajo, algún lejano rumor que se filtraba en el aire, algún destello sutil que
se reflejaba en el espacio, y sobre todo cuando sus ojos se perdían en el
horizonte respiraban naturaleza. Sin embargo ahora no estaban disfrutando del
paisaje sino que vigilaban posibles signos de amenaza…
— ¿Cuanto crees
que va a durar esto Louise?
— Y yo que sé,
¿alguien lo sabe?…
— Seguro que
sabéis más que nosotros, que acabamos de llegar.
— No mucho más
Bruno, no mucho más…
— Me pregunto…
porqué cuando intento hablar con alguien sobre el inmediato futuro, todo el
mundo parece rehuir la respuesta.
— Apenas llevas
un mes aquí… aun no entiendes que no existe el futuro.
— Vale, no
existe, pero ocurrirá, lo que sea ocurrirá… y no me digas que nadie piensa en
eso.
— Y de que sirve
hacerlo, si nada más podemos hacer salvo sobrevivir.
— De acuerdo, de
acuerdo, estamos sobreviviendo… pero mira Louise, si con mi familia no
hubiéramos decidido salir de Nalocebar y arriesgarnos, ahora seríamos cadáveres
en un ático… tú mismo me acabas de decir que cruzaste las montañas pensando en
la remota posibilidad de encontrar un refugio, y lo encontraste…
— ¿Donde quieres
ir a parar Bruno?
— Busco
respuestas… solo busco respuestas. Percibo en el ambiente de Ramu algo que me
mosquea…
— Sí, ¿y que es
lo que te mosquea?
— La resignación
que todos parecen mostrar…
— Acaso tú vas a
arreglar el Mundo Bruno… que más podemos hacer, anda dime, ¿Qué más podemos
hacer?
— No estamos
solos, no podemos estar solos, otros como nosotros también deben de estar
sobreviviendo en otras partes de este mundo… Y además, seguro que debemos de
estar observados, lo presiento.
— En las
asambleas, cuando tú no estabas se ha llegado a hablar mucho de eso, pero no
podemos hacer más de lo que hacemos. Es imposible comunicar con el resto del
Mundo, los satélites, las comunicaciones hace tiempo que no funcionan. Se
pueden emitir ondas de radio con los aparatos que disponemos, pero nos
arriesgamos a ser detectados por indeseables. Podríamos enviar emisarios lejos,
pero de qué serviría…
— Resignación…
ya. Pues creo que deberíamos hacer algo
más.
— Pues entonces
plantéalo en la próxima asamblea y tendrás una respuesta.
Bruno quedó en
silencio, llevaba poco tiempo pero en esos breves días ya había podido
percatarse de ciertos aspectos en la vida de Ramu que le inquietaban. Solo
había asistido a una de las asambleas de sector, donde se recogían datos para
establecerlos en la asamblea general. Allí los delegados de las diferentes
asambleas sectoriales, una vez al mes ordinariamente o si fuera necesario
extraordinariamente, debatían sobre el sistema de convivencia en Ramu y las
medidas a tomar para mantener el ritmo de subsistencia o corregir cualquier
tipo de incidencia. También se establecían propuestas y se adoptaban soluciones
a los diferentes problemas que pudieran tener. En esa asamblea de sector, Bruno
escuchó y calló, llevaba muy poco tiempo para proponer cualquier cosa, pero si
pudo captar una cierta atonía que no le gustó. El era un observador nato y
había agilizado sus instintos en las peligrosas incursiones por Nalocebar
buscando signos o medios que ayudaran a sobrevivir a su familia. En el pueblo
ponía el máximo interés en sus quehaceres pero a la vez procuraba que no se le
escapara cualquier detalle por insignificante que pareciera. Bruno rompió su silencio al tiempo que fijaba
los ojos en Louise buscando su mirada, había algo en esa muchacha que le estaba
cautivando y no solo era su físico…
— Vale lo haré,
pero… tú llevas en Ramu casi dos años. Me vas a decir que en este tiempo no has
percibido nada extraño en el ambiente, yo llevo apenas un mes y lo tengo
claro…
— ¿Qué es lo que
tienes claro Bruno…?
— Ramu, todo su
entorno… es como un microclima, un sector que parece protegido. El bosque está
sano, con su biodiversidad, animales, plantas, insectos… todo está en orden.
Sin embargo mira el horizonte, se muestra apagado, la hierba amarilla, no hay
animales y los seres humanos que están allá abajo son como despojos. Todo
parece muerto o a punto de morir. Las hierbas crecen en desorden sobre las
calzadas, se está extinguiendo la vida y sin embargo en Ramu…
— Y nosotros
que, acaso no hacemos todo lo posible por conservar el entorno… Además, se ha
de entender la estratégica situación de nuestro pueblo, enclavado en el fondo
de un valle cerrado, con agua subterránea y protegido por montañas que ejercen
de parapeto al exterior.
— Vale sí… pero
esas neblinas que aparecen de tan en tanto… ¿no te parecen extrañas?
— Relativamente…
Mira Bruno, te aseguro que cuando lleves un poco más de tiempo aquí dejaras de
comerte la olla… te aseguro que no vale la pena.
Los otros dos
miembros de la patrulla hicieron una señal conforme ya era suficiente y debían
regresar. Louise se incorporó para seguirles, Bruno realizó un último vistazo
al horizonte y se dispuso a hacer lo mismo. Con aire despreocupado y
movimientos atractivos Louise bajaba por la pendiente mientras no dejaba de
hablar con sus dos compañeros, Bruno los seguía a corta distancia. La senda era
estrecha y algo complicada, requería cierta concentración, sin embargo Louise
parecía un ser etéreo salvando las rocas con una agilidad asombrosa. Solo
cuando dejaron atrás la fuerte pendiente para caminar por un terreno más suave,
Bruno pudo ponerse a la altura de Louise.
— Te he estado
observando durante toda la marcha, estás… eres muy buena.
— Que…
— Quiero decir…
que se nota que no es la primera montaña que subes…
— Ya te lo dije…
— ¿el qué?
— Que no es la
primera montaña que subo… por cierto, no lo haces nada mal…
— ¿el qué?
— Subir montañas
hombre, subir montañas…
Louise se
estaba tronchando de risa a costa de él, su rostro con claros signos de
picardía se iluminaba mientras el mantenía una expresión algo aturdida. Supo
reaccionar positivamente mientras se mesaba sus cabellos rizados, como
sacudiéndose su timidez.
— Eres muy
graciosa… no solo se subir montañas.
— Eso hay que
demostrarlo…
— Vale… no me
caes mal del todo, te mereces que lo intente.
— ¿el que?
— Anda déjalo y
camina… eres la monda tía, eres la monda.
R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13
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