Nota: Parte 1 (Junio) - Partes 2/10 - (Septiembre) - Partes 11/19 - (Octubre)
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... Se instalaron
en el espacio destinado al escuadrón del ejército y no tardaron en iniciar su
labor. A los pocos días sus caras ya
indicaban un cierto estado de alucinación. No podían comprender ni entender del
todo el alto grado de tecnificación de las instalaciones del pueblo. El modo en
como habían conseguido regular la humedad del valle y las neblinas para
compensar la alta radiación solar, como habían sabido aprovechar para este fin
y para los cultivos las minas de agua subterránea, los propios sistemas de
riego y los conjuntos de invernaderos, el aprovechamiento de los rayos del sol para obtener un alto grado de energía y los ingenios mecánicos que se
encargaban de adaptar, condensar y transportar esta misma energía a los hogares
y las máquinas de producción, el cuidado de los bosques y la obtención de
biomasa para compensar y desarrollar la obtención de calor en el invierno, los
vehículos todos ellos adaptados a motores eléctricos, las máquinas con las
cuales fabricaban los elementos necesarios para sus trabajos y para los
hogares, las curiosas complementaciones energéticas a base de simple músculo
humano o las ingeniosas formas de obtener de forma natural otro tipo de
energías alternativas con la ayuda del viento o la fermentación de residuos
animales o vegetales, la obtención de materias primas a base de reciclar
elementos antiguos o recogiendo de la propia naturaleza lo necesario. Pero
sobre todo no pudieron por más que admirar su sistema organizativo y la equidad
de esfuerzos por parte de todas las gentes del pueblo, la regulación de los
elementos necesarios para sobrevivir sin necesidad de usar moneda de cambio, ni
obtener sueldo por servicio. Les asombró la solidaridad que empleaban como
manera de obtener un equilibrio, su sistema sanitario y de investigación
biológica, el modo en que obtenían medicinas a través de plantas de su propio
ecosistema, la educación de los jóvenes ambientada en la construcción y
conservación del propio entorno, el respeto y consideración a los ancianos y el
mimo hacia los más pequeños. No acababan de entender la falta de un líder en
forma de una figura representativa, como pudiera ser un alcalde o algo parecido
y que el supuesto poder estuviera en manos del propio pueblo. El sistema de
asambleas les pareció algo incomprensible.
Se diría que
tardaron más tiempo del esperado en desarrollar el informe, fue el propio
teniente Lorenzus el que comentó a un lugareño que por radio ya habían sido
avisados los integrantes de la comisión de su tardanza, y que éstos mismos
parecían querer dilatar su estancia en Ramu. En tono jocoso llegó a comentar
una frase coloquial de uno de los miembros de la comisión: “Aquí se está de
puta madre”
Aquellos
cuatro hombres que llegaron uniformados, pulcros y cohibidos, ahora ya no eran
los mismos. Habían desarrollado la sonrisa, la desinhibición, habían
confraternizado con las gentes y probado los manjares naturales. Marcharon de
Ramu con el informe de sus servicios en una cartera y una extraña sensación de
plenitud. A buen seguro que debieron sentir añoranza por tiempos pasados y les
hubiera gustado quedarse, pero ninguno fue capaz de decirlo públicamente. Por
el contrario, callaron sus sentimientos y marcharon de allí cambiando el
semblante, pertenecían a otro mundo, a otra manera de vivir.
Los habitantes
de Ramu se sentían seguros por obra de no cambiar su actitud en momento alguno.
Acabaron por despejar los fantasmas y seguir con sus quehaceres como si nada
estuviera pasando. Siguieron con su dinámica de vivir el momento, día a día. Su
responsabilidad consistía en conservar el entorno, respetar y confraternizar.
Colaborar con todos para mantener vivo su propio ecosistema.
Uno de esos
días Bruno tuvo oportunidad de ser el guía de una de las patrullas de
vigilancia perimetral. Compartió la misión con dos de los soldados. No perdió
la oportunidad de hablar y confraternizar con ellos, los tres tenían parecida
edad.
— Bruno, ¿Dónde nos llevas?
— No os
preocupéis, no vamos a salir del perímetro. Quiero que conozcáis un poco mejor
el entorno.
— Vale, pero
no nos alejemos.
Mientras Bruno
les enseñaba algunos parajes dignos de ser vistos, continuaron hablando, mas
parecían tres excursionistas que miembros de una patrulla militar.
— Debe de haber sido chungo vivir más de tres
años en un agujero.
— Más que chungo…
— Por qué más… se supone que allí dentro no os
tenía que faltar de nada.
— Nadie de nosotros sabía en realidad lo que
estaba pasando fuera.
— Natural… si no lo estabais viviendo.
— Allí fuera estaban nuestras familias Bruno…
— Lo siento…
— Porque lo has de sentir… no era tu familia.
— Bueno… No hace mucho que estoy aquí en Ramu.
Antes vivía en Nalocebar… Lo que pasó allí fue horroroso.
— Pero tú has conseguido sobrevivir…
— No me preguntes como… lo importante es que
ahora estamos aquí.
— Por poco tiempo… pronto nos relevaran.
— ¿Os relevaran?
— Eso nos han
dicho…
Los rostros de
los dos militares se vieron invadidos por la tristeza… quizás por los
recuerdos, quien sabe si por su futuro destino. Pero la sensación que recibió
Bruno, y no quiso ahondar en ella, es que aquellos dos muchachos, como muchos
otros, quizás, habían sido engañados y en absoluto eran conocedores del alcance
de lo sucedido. Creían que simplemente sus familias habían tenido la desgracia
de perecer, como muchas otras. Ellos pensaban volverlas a ver al acabar su
misión en aquellos enormes refugios subterráneos, y en absoluto creyeron que su
ostracismo en la entrañas de la tierra pudiera haber durado tanto tiempo, en
principio siempre entendieron que solo era por unos meses...
R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13
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