domingo, 11 de enero de 2015

Novela: "Pueblo de Ramu" (Parte 41)

Nota: Parte 1 (Junio) - Partes 2/10 - (Septiembre) - Partes 11/19 - (Octubre)
 Partes 20/30 - (Noviembre) Parte 31/37 - (Diciembre) Parte 38/40 (Enero)


... Se instalaron en el espacio destinado al escuadrón del ejército y no tardaron en iniciar su labor.  A los pocos días sus caras ya indicaban un cierto estado de alucinación. No podían comprender ni entender del todo el alto grado de tecnificación de las instalaciones del pueblo. El modo en como habían conseguido regular la humedad del valle y las neblinas para compensar la alta radiación solar, como habían sabido aprovechar para este fin y para los cultivos las minas de agua subterránea, los propios sistemas de riego y los conjuntos de invernaderos, el aprovechamiento de los rayos del sol para obtener un alto grado de energía y los ingenios mecánicos que se encargaban de adaptar, condensar y transportar esta misma energía a los hogares y las máquinas de producción, el cuidado de los bosques y la obtención de biomasa para compensar y desarrollar la obtención de calor en el invierno, los vehículos todos ellos adaptados a motores eléctricos, las máquinas con las cuales fabricaban los elementos necesarios para sus trabajos y para los hogares, las curiosas complementaciones energéticas a base de simple músculo humano o las ingeniosas formas de obtener de forma natural otro tipo de energías alternativas con la ayuda del viento o la fermentación de residuos animales o vegetales, la obtención de materias primas a base de reciclar elementos antiguos o recogiendo de la propia naturaleza lo necesario. Pero sobre todo no pudieron por más que admirar su sistema organizativo y la equidad de esfuerzos por parte de todas las gentes del pueblo, la regulación de los elementos necesarios para sobrevivir sin necesidad de usar moneda de cambio, ni obtener sueldo por servicio. Les asombró la solidaridad que empleaban como manera de obtener un equilibrio, su sistema sanitario y de investigación biológica, el modo en que obtenían medicinas a través de plantas de su propio ecosistema, la educación de los jóvenes ambientada en la construcción y conservación del propio entorno, el respeto y consideración a los ancianos y el mimo hacia los más pequeños. No acababan de entender la falta de un líder en forma de una figura representativa, como pudiera ser un alcalde o algo parecido y que el supuesto poder estuviera en manos del propio pueblo. El sistema de asambleas les pareció algo incomprensible.

    Se diría que tardaron más tiempo del esperado en desarrollar el informe, fue el propio teniente Lorenzus el que comentó a un lugareño que por radio ya habían sido avisados los integrantes de la comisión de su tardanza, y que éstos mismos parecían querer dilatar su estancia en Ramu. En tono jocoso llegó a comentar una frase coloquial de uno de los miembros de la comisión: “Aquí se está de puta madre”

    Aquellos cuatro hombres que llegaron uniformados, pulcros y cohibidos, ahora ya no eran los mismos. Habían desarrollado la sonrisa, la desinhibición, habían confraternizado con las gentes y probado los manjares naturales. Marcharon de Ramu con el informe de sus servicios en una cartera y una extraña sensación de plenitud. A buen seguro que debieron sentir añoranza por tiempos pasados y les hubiera gustado quedarse, pero ninguno fue capaz de decirlo públicamente. Por el contrario, callaron sus sentimientos y marcharon de allí cambiando el semblante, pertenecían a otro mundo, a otra manera de vivir.

    Los habitantes de Ramu se sentían seguros por obra de no cambiar su actitud en momento alguno. Acabaron por despejar los fantasmas y seguir con sus quehaceres como si nada estuviera pasando. Siguieron con su dinámica de vivir el momento, día a día. Su responsabilidad consistía en conservar el entorno, respetar y confraternizar. Colaborar con todos para mantener vivo su propio ecosistema.

    Uno de esos días Bruno tuvo oportunidad de ser el guía de una de las patrullas de vigilancia perimetral. Compartió la misión con dos de los soldados. No perdió la oportunidad de hablar y confraternizar con ellos, los tres tenían parecida edad.

—  Bruno, ¿Dónde nos llevas?

— No os preocupéis, no vamos a salir del perímetro. Quiero que conozcáis un poco mejor el entorno.

— Vale, pero no nos alejemos.

    Mientras Bruno les enseñaba algunos parajes dignos de ser vistos, continuaron hablando, mas parecían tres excursionistas que miembros de una patrulla militar.

—  Debe de haber sido chungo vivir más de tres años en un agujero.

—  Más que chungo…

—  Por qué más… se supone que allí dentro no os tenía que faltar de nada.

—  Nadie de nosotros sabía en realidad lo que estaba pasando fuera.

—  Natural… si no lo estabais viviendo.

—  Allí fuera estaban nuestras familias Bruno…

—  Lo siento…

—  Porque lo has de sentir… no era tu familia.

—  Bueno… No hace mucho que estoy aquí en Ramu. Antes vivía en Nalocebar… Lo que pasó allí fue horroroso.

—  Pero tú has conseguido sobrevivir…

—  No me preguntes como… lo importante es que ahora estamos aquí.

—  Por poco tiempo… pronto nos relevaran.

—  ¿Os relevaran?

— Eso nos han dicho…


    Los rostros de los dos militares se vieron invadidos por la tristeza… quizás por los recuerdos, quien sabe si por su futuro destino. Pero la sensación que recibió Bruno, y no quiso ahondar en ella, es que aquellos dos muchachos, como muchos otros, quizás, habían sido engañados y en absoluto eran conocedores del alcance de lo sucedido. Creían que simplemente sus familias habían tenido la desgracia de perecer, como muchas otras. Ellos pensaban volverlas a ver al acabar su misión en aquellos enormes refugios subterráneos, y en absoluto creyeron que su ostracismo en la entrañas de la tierra pudiera haber durado tanto tiempo, en principio siempre entendieron que solo era por unos meses...

R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13

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