miércoles, 14 de enero de 2015

novela: "Pueblo de Ramu" (parte 42)

Nota: Parte 1 (Junio) - Partes 2/10 - (Septiembre) - Partes 11/19 - (Octubre)
 Partes 20/30 - (Noviembre) Parte 31/37 - (Diciembre) Parte 38/41 (Enero)


    ...La patrulla concluyó la misión encomendada de vigilar un perímetro del pueblo y Bruno pudo reintegrarse a sus quehaceres. Sintió tristeza por aquellos dos muchachos, pero no se dejó invadir por ella. Había aprendido a despejar los recuerdos del pasado y solo sentía agradecimiento a la vida por poder continuar con su familia y estar junto a Louise en un pueblo bendecido por la propia obra de sus habitantes. No creía que eso fuera egoísmo, él no era responsable de esos horrores y si en cambio lo era de su propia vida.  


EL NUEVO ORDEN 



    Uno de esos días, apareció por la carretera un vehículo militar, acompañado de otro vehículo que obraba de  escolta armada, Era el Teniente Coronel Gregori en una misión rutinaria. El semblante de los militares destinados al pueblo cambió por completo. Tuvieron que recomponer sus uniformes y cuadrarse como si fueran soldados de plomo. Su talante cambió de golpe y eso causó una cierta hilaridad entre los habitantes de Ramu. Habían llegado a confraternizar lo justo con los soldados, como para entender que esa situación les incomodaba. De pronto dejaron de sentirse libres para verse encorsetados en sus uniformes por obra de una actitud marcial.  Por el contrario, los habitantes de Ramu siguieron con sus quehaceres como si tal cosa, sonreían con respeto al militar a su paso pero sin inmutarse ni por supuesto cuadrarse ante la autoridad. Cuando Gregori hubo constatado que todo seguía en orden y hubo hablado con el teniente Lorenzus y algún miembro de la representación del pueblo, marchó por donde había venido sin más.

    Un día fueron avisados de que estaba al caer la representación gubernamental del orden político. Más de uno de los habitantes de Ramu no pudo por más que fruncir el ceño. En su mayoría, entendían por su propia experiencia que si existe algo que se da de bruces con el orden y la lógica, es precisamente la actitud política. El político que recordaban, acostumbraba a hablar de forma mecánica y fluida, pero sin que sus palabras tuvieran la virtud de ser creídas. No sabían sostener su discurso con dignidad y era fácil que en breve tiempo dislocaran sus palabras para decir o intentar decir lo contrario de lo que dijeron pero diciendo que lo dicho era lo que decían.  La mentira o quizás su propia incapacidad  era lo que más fácil sabían representar. Quien más quien menos suponía que en realidad los políticos no eran más que simples marionetas dirigidas por misteriosas manos.

    Llegó la esperada comisión al pueblo en dos coches negros oficiales de alta gama con los cristales tintados. De allí bajaron ocho hombres, tres tenían aspecto de políticos, los otros cinco vestían igual con trajes grises, corbata y gafas de sol. Esos cinco hombres llevaban un pinganillo en las orejas y nada más llegar se abrieron colocándose en situaciones estratégicas. Sus semblantes eran fríos, duros e impersonales. Varios miembros del ejército ubicado en el pueblo, con el teniente Lorenzus a la cabeza también acudieron a la recepción. De los cinco hombres de gris, dos se quedaron en la calle muy cerca de los soldados, los otros tres subieron a la sala de juntas escoltando a los miembros de la comisión. Al llegar arriba se situaron junto a la puerta y en una esquina de la habitación en actitud firme y expectante.

En la sala de juntas les estaban esperando tres representantes del pueblo. Los tres comisionistas se sentaron en la mesa dejando sobre el suelo sus carteras. Se identificaron pero no con sus nombres sino como integrantes del gobierno territorial donde pertenecía Ramu.
La primera pregunta surgió de la voz de un representante del pueblo.

—  ¿Realmente es necesario todo este teatro?

—  ¿A que es está refiriendo Sr.?

—  Usted sabe bien a que nos estamos refiriendo.

—  Bien… vayamos a lo que interesa.

—  Como ustedes deseen.

    Uno de los miembros abrió una cartera y dejó varios papeles sobre la mesa. Indicó que todo ello era el resultado de los informes recibidos, tanto del ejército como de la comisión técnica. Entonces empezaron a hablar en un tono amable y cordial. Entendían que estaban ante un pueblo pacífico y organizado, por eso no tuvieron necesidad de actuar radicalmente como en otros lugares, controlando y en algunos casos eliminando ciertas hordas de delincuentes. Les parecía bien su establecimiento social, pero pertenecían a un territorio gubernamental y debían sujetarse a su ordenamiento. Era obvio que lo que tocaba vivir era duro y difícil, por ello  el gobierno de la nación se congratulaba por el hecho de que hubiera grupos de gentes capaces de organizarse racionalmente para sobrevivir ante tantas dificultades. Reconocían como meritorio la tecnificación obtenida en el pueblo y el aprovechamiento de la energía natural, por lo que consideraban todo ello como algo digno de estudio. 


    Esas primeras palabras de los políticos ya se estaban desbordando en parabienes. Adornaban sus frases con gestos estudiados, recreándose en crear un clima de confianza y atención. Llegó el momento en que un representante del pueblo decidió cortar tanta palabrería para provocar que llegara lo que todos estaban esperando...

R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13

No hay comentarios:

Publicar un comentario