Nota: Parte 1 (Junio) - Partes 2/10 - (Septiembre) - Partes 11/19 - (Octubre)
Partes 20/30 - (Noviembre) Parte 31/37 - (Diciembre) Parte 38/41 (Enero)
...La patrulla
concluyó la misión encomendada de vigilar un perímetro del pueblo y Bruno pudo
reintegrarse a sus quehaceres. Sintió tristeza por aquellos dos muchachos, pero
no se dejó invadir por ella. Había aprendido a despejar los recuerdos del
pasado y solo sentía agradecimiento a la vida por poder continuar con su
familia y estar junto a Louise en un pueblo bendecido por la propia obra de sus
habitantes. No creía que eso fuera egoísmo, él no era responsable de esos
horrores y si en cambio lo era de su propia vida.
EL NUEVO ORDEN
Uno de esos
días, apareció por la carretera un vehículo militar, acompañado de otro
vehículo que obraba de escolta armada,
Era el Teniente Coronel Gregori en una misión rutinaria. El semblante de los
militares destinados al pueblo cambió por completo. Tuvieron que recomponer sus
uniformes y cuadrarse como si fueran soldados de plomo. Su talante cambió de
golpe y eso causó una cierta hilaridad entre los habitantes de Ramu. Habían
llegado a confraternizar lo justo con los soldados, como para entender que esa
situación les incomodaba. De pronto dejaron de sentirse libres para verse
encorsetados en sus uniformes por obra de una actitud marcial. Por el contrario, los habitantes de Ramu
siguieron con sus quehaceres como si tal cosa, sonreían con respeto al militar
a su paso pero sin inmutarse ni por supuesto cuadrarse ante la autoridad.
Cuando Gregori hubo constatado que todo seguía en orden y hubo hablado con el
teniente Lorenzus y algún miembro de la representación del pueblo, marchó por
donde había venido sin más.
Un día fueron
avisados de que estaba al caer la representación gubernamental del orden
político. Más de uno de los habitantes de Ramu no pudo por más que fruncir el
ceño. En su mayoría, entendían por su propia experiencia que si existe algo que
se da de bruces con el orden y la lógica, es precisamente la actitud política.
El político que recordaban, acostumbraba a hablar de forma mecánica y fluida,
pero sin que sus palabras tuvieran la virtud de ser creídas. No sabían sostener
su discurso con dignidad y era fácil que en breve tiempo dislocaran sus
palabras para decir o intentar decir lo contrario de lo que dijeron pero
diciendo que lo dicho era lo que decían.
La mentira o quizás su propia incapacidad era lo que más fácil sabían representar.
Quien más quien menos suponía que en realidad los políticos no eran más que
simples marionetas dirigidas por misteriosas manos.
Llegó la
esperada comisión al pueblo en dos coches negros oficiales de alta gama con los
cristales tintados. De allí bajaron ocho hombres, tres tenían aspecto de
políticos, los otros cinco vestían igual con trajes grises, corbata y gafas de
sol. Esos cinco hombres llevaban un pinganillo en las orejas y nada más llegar
se abrieron colocándose en situaciones estratégicas. Sus semblantes eran fríos,
duros e impersonales. Varios miembros del ejército ubicado en el pueblo, con el
teniente Lorenzus a la cabeza también acudieron a la recepción. De los cinco
hombres de gris, dos se quedaron en la calle muy cerca de los soldados, los
otros tres subieron a la sala de juntas escoltando a los miembros de la
comisión. Al llegar arriba se situaron junto a la puerta y en una esquina de la
habitación en actitud firme y expectante.
En la sala de
juntas les estaban esperando tres representantes del pueblo. Los tres
comisionistas se sentaron en la mesa dejando sobre el suelo sus carteras. Se
identificaron pero no con sus nombres sino como integrantes del gobierno
territorial donde pertenecía Ramu.
La primera
pregunta surgió de la voz de un representante del pueblo.
— ¿Realmente es necesario todo este teatro?
— ¿A que es está refiriendo Sr.?
— Usted sabe bien a que nos estamos refiriendo.
— Bien… vayamos a lo que interesa.
— Como ustedes deseen.
Uno de los
miembros abrió una cartera y dejó varios papeles sobre la mesa. Indicó que todo
ello era el resultado de los informes recibidos, tanto del ejército como de la
comisión técnica. Entonces empezaron a hablar en un tono amable y cordial.
Entendían que estaban ante un pueblo pacífico y organizado, por eso no tuvieron
necesidad de actuar radicalmente como en otros lugares, controlando y en
algunos casos eliminando ciertas hordas de delincuentes. Les parecía bien su
establecimiento social, pero pertenecían a un territorio gubernamental y debían
sujetarse a su ordenamiento. Era obvio que lo que tocaba vivir era duro y
difícil, por ello el gobierno de la
nación se congratulaba por el hecho de que hubiera grupos de gentes capaces de
organizarse racionalmente para sobrevivir ante tantas dificultades. Reconocían como
meritorio la tecnificación obtenida en el pueblo y el aprovechamiento de la
energía natural, por lo que consideraban todo ello como algo digno de
estudio.
Esas primeras
palabras de los políticos ya se estaban desbordando en parabienes. Adornaban
sus frases con gestos estudiados, recreándose en crear un clima de confianza y
atención. Llegó el momento en que un representante del pueblo decidió cortar
tanta palabrería para provocar que llegara lo que todos estaban esperando...
R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13
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