Nota: Parte 1 (Junio) - Partes 2/10 - (Septiembre) - Partes 11/19 - (Octubre)
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... Uno de esos
días ocurrió una circunstancia llamativa. El pueblo se mantenía en vigilancia a
cargo del escuadrón del ejército. La
libertad de movimientos era absoluta en el interior, pero existía la
recomendación de no salir del perímetro de seguridad del pueblo, a no ser que
fueran escoltados. Ocurrió que unos muchachos, llevados por la curiosidad y sin
avisar, quisieron llegar andando hasta la carretera, justo donde se había
procedido a la voladura de la enorme roca. Llegaron allí, vieron la carretera
despejada y siguieron. Solo habían recorrido unos metros, cuando se toparon con
un puesto del ejército. Tan pronto fueron localizados, se les dio el alto. Los
muchachos se pararon, llegaron los soldados hasta ellos, se identificaron como
habitantes de Ramu. Hubo una breve consulta por parte de los militares y al
final obligaron a los muchachos a retroceder. El suceso fue comentado en el
pueblo y supuso el precedente de una situación en la que no habían caído.
El escuadrón
de veinte hombres destinado en Ramu ya había sido relevado una vez, solo el
teniente Lorenzus continuaba al mando.
Bruno, alertado por la circunstancia de los muchachos, tuvo la idea de
solicitar un permiso para ir a escalar
una de las paredes rocosas como habían hecho anteriormente, así descubrirían el
grado de libertad del que disponían. El permiso le fue presentado al teniente
Lorenzus. La respuesta no tardó en llegar, escuetamente, se denegaba el permiso
de escalar por motivos de seguridad. Este hecho se comentó y no gustó nada en
el pueblo. Por eso decidieron que dos personas, expertas en ese tipo de acción,
se infiltraran entre las patrullas o puestos de vigilancia para intentar
vislumbrar que sucedía más allá del pueblo. El reto no resultaba nada difícil,
sobre todo porque los soldados, recién llegados, en absoluto eran conocedores
del terreno y tenían que ser guiados en su misión de vigilancia por un
habitante de Ramu.
Se ofrecieron
varios voluntarios para la misión, siendo elegidos para la misma Buno y Drope.
Se prepararon a conciencia, previendo varios días de inclusión más allá del
perímetro de seguridad. Aprovecharían la nocturnidad para salir. Durante la
noche, solo se mantenían tres puestos de vigilancia en lugares elevados, y que
en la mayoría de las veces, por lo observado, los soldados dormitaban más que
vigilaban.
Tal como se
esperaba, al amparo de la noche y la espesura del bosque, no hubo ningún
problema para burlar los puestos de control. Caminaron lo suficiente hasta
conseguir alejarse, solo entonces empezaron a extremar las precauciones.
Prefirieron dejar el bosque y alcanzar la zona montañosa, ganando altura y
caminando entre las sombras. Temían topar con miembros del ejército y ser
confundidos como integrantes de lo que llamaban hordas salvajes, para evitarlo
se eligió vestir con ropa en el mejor estado, además no llevaban armas. Lo
fundamental era intentar no ser localizados y avanzar en dirección a la ciudad
de Sarreta puesto que ya conocían la situación en Sareman.
Al alba
detuvieron su marcha y buscaron un refugio para descansar. En una zona rocosa y
elevada encontraron unas grietas profundas donde se introdujeron. Allí comieron
algo y dormitaron con las espaldas apoyadas sobre la piedra. No por mucho
tiempo porque el vuelo rasante de un helicóptero les alteró. Alejado el
conocido rumor y completamente desvelados, buscaron una posición adecuada para
observar con los prismáticos la zona donde se encontraban. Fue entonces cuando
comprobaron movimientos inusuales. Patrullas militares rondaban por ahí.
Decidieron retroceder hacia el sur buscando la extensa zona del bosque sucio.
Cuando llegaron algo llamó la atención de Drope, se lo hizo saber a su
compañero. Bruno orientó los prismáticos en la dirección indicada y estuvo de
acuerdo con él de que allí entre la espesa maraña arbórea había algo raro.
Decidieron esperar a la noche para avanzar en dirección a esa zona boscosa y
observar más de cerca.
Cuando las
estrellas se hicieron dueñas de la bóveda celeste, al amparo de la oscuridad
porque la luna se encontraba en fase nueva, bajaron por la ladera tomando todas
las precauciones posibles, sobre todo para no caer. Lo hicieron trazando una
diagonal muy abierta porque no querían perder demasiada altura y si acercarse
lo máximo posible al objetivo. Después de más de cinco horas de marcha se
detuvieron porque ya empezaba a llegar la luz. Buscaron un lugar adecuado para
descansar y protegerse. Al amparo de unas rocas, observaron el bosque y
nítidamente comprobaron que aquello raro que observaron era una plataforma
metálica sobre los árboles, no muy lejos de ésta había otra y quizás alguna más
en lontananza porque la distancia ya era considerable para comprobarlo con
seguridad. Sobre la primera plataforma pudieron ver con claridad la figura de un
soldado, que de tanto en tanto oteaba su horizonte en todas las direcciones.
Vista la circunstancia decidieron no seguir por ahí y llegar al Oeste donde se
encontraba la carretera. Conocían por la versión de los muchachos que existía
un puesto de control en la única vía que daba paso al pueblo. A doce kilómetros
de esa posición se encontraba una bifurcación hacia Sáreman. Decidieron llegar
a ese punto para investigar sobre el terreno.
Una vez ahí
buscaron un lugar idóneo y esperaron. Al rato apareció un vehículo militar que
se detuvo no muy lejos. Avanzaron con sumo cuidado por entre los árboles y
llegaron hasta lo que estaban buscando. Efectivamente, a tan solo una docena de
metros de la bifurcación se encontraba el puesto de control.
Ya no tenía
sentido seguir con la expedición ni esforzarse por atravesar la segunda línea
establecida por el ejército, con lo que habían visto se consideró que ya era
suficiente. Buscaron el momento oportuno y regresaron sin contratiempo alguno
al pueblo...
R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13
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