lunes, 26 de enero de 2015

Novela: "Pueblo de Ramu" (Parte 45)

 Nota: Parte 1 (Junio) - Partes 2/10 - (Septiembre) - Partes 11/19 - (Octubre)
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    ... Uno de esos días ocurrió una circunstancia llamativa. El pueblo se mantenía en vigilancia a cargo del escuadrón del ejército.  La libertad de movimientos era absoluta en el interior, pero existía la recomendación de no salir del perímetro de seguridad del pueblo, a no ser que fueran escoltados. Ocurrió que unos muchachos, llevados por la curiosidad y sin avisar, quisieron llegar andando hasta la carretera, justo donde se había procedido a la voladura de la enorme roca. Llegaron allí, vieron la carretera despejada y siguieron. Solo habían recorrido unos metros, cuando se toparon con un puesto del ejército. Tan pronto fueron localizados, se les dio el alto. Los muchachos se pararon, llegaron los soldados hasta ellos, se identificaron como habitantes de Ramu. Hubo una breve consulta por parte de los militares y al final obligaron a los muchachos a retroceder. El suceso fue comentado en el pueblo y supuso el precedente de una situación en la que no habían caído.

    El escuadrón de veinte hombres destinado en Ramu ya había sido relevado una vez, solo el teniente Lorenzus continuaba al mando.  Bruno, alertado por la circunstancia de los muchachos, tuvo la idea de solicitar un permiso  para ir a escalar una de las paredes rocosas como habían hecho anteriormente, así descubrirían el grado de libertad del que disponían. El permiso le fue presentado al teniente Lorenzus. La respuesta no tardó en llegar, escuetamente, se denegaba el permiso de escalar por motivos de seguridad. Este hecho se comentó y no gustó nada en el pueblo. Por eso decidieron que dos personas, expertas en ese tipo de acción, se infiltraran entre las patrullas o puestos de vigilancia para intentar vislumbrar que sucedía más allá del pueblo. El reto no resultaba nada difícil, sobre todo porque los soldados, recién llegados, en absoluto eran conocedores del terreno y tenían que ser guiados en su misión de vigilancia por un habitante de Ramu.

    Se ofrecieron varios voluntarios para la misión, siendo elegidos para la misma Buno y Drope. Se prepararon a conciencia, previendo varios días de inclusión más allá del perímetro de seguridad. Aprovecharían la nocturnidad para salir. Durante la noche, solo se mantenían tres puestos de vigilancia en lugares elevados, y que en la mayoría de las veces, por lo observado, los soldados dormitaban más que vigilaban.

    Tal como se esperaba, al amparo de la noche y la espesura del bosque, no hubo ningún problema para burlar los puestos de control. Caminaron lo suficiente hasta conseguir alejarse, solo entonces empezaron a extremar las precauciones. Prefirieron dejar el bosque y alcanzar la zona montañosa, ganando altura y caminando entre las sombras. Temían topar con miembros del ejército y ser confundidos como integrantes de lo que llamaban hordas salvajes, para evitarlo se eligió vestir con ropa en el mejor estado, además no llevaban armas. Lo fundamental era intentar no ser localizados y avanzar en dirección a la ciudad de Sarreta puesto que ya conocían la situación en Sareman.

    Al alba detuvieron su marcha y buscaron un refugio para descansar. En una zona rocosa y elevada encontraron unas grietas profundas donde se introdujeron. Allí comieron algo y dormitaron con las espaldas apoyadas sobre la piedra. No por mucho tiempo porque el vuelo rasante de un helicóptero les alteró. Alejado el conocido rumor y completamente desvelados, buscaron una posición adecuada para observar con los prismáticos la zona donde se encontraban. Fue entonces cuando comprobaron movimientos inusuales. Patrullas militares rondaban por ahí. Decidieron retroceder hacia el sur buscando la extensa zona del bosque sucio. Cuando llegaron algo llamó la atención de Drope, se lo hizo saber a su compañero. Bruno orientó los prismáticos en la dirección indicada y estuvo de acuerdo con él de que allí entre la espesa maraña arbórea había algo raro. Decidieron esperar a la noche para avanzar en dirección a esa zona boscosa y observar más de cerca.

    Cuando las estrellas se hicieron dueñas de la bóveda celeste, al amparo de la oscuridad porque la luna se encontraba en fase nueva, bajaron por la ladera tomando todas las precauciones posibles, sobre todo para no caer. Lo hicieron trazando una diagonal muy abierta porque no querían perder demasiada altura y si acercarse lo máximo posible al objetivo. Después de más de cinco horas de marcha se detuvieron porque ya empezaba a llegar la luz. Buscaron un lugar adecuado para descansar y protegerse. Al amparo de unas rocas, observaron el bosque y nítidamente comprobaron que aquello raro que observaron era una plataforma metálica sobre los árboles, no muy lejos de ésta había otra y quizás alguna más en lontananza porque la distancia ya era considerable para comprobarlo con seguridad. Sobre la primera plataforma pudieron ver con claridad la figura de un soldado, que de tanto en tanto oteaba su horizonte en todas las direcciones. Vista la circunstancia decidieron no seguir por ahí y llegar al Oeste donde se encontraba la carretera. Conocían por la versión de los muchachos que existía un puesto de control en la única vía que daba paso al pueblo. A doce kilómetros de esa posición se encontraba una bifurcación hacia Sáreman. Decidieron llegar a ese punto para investigar sobre el terreno.

    Una vez ahí buscaron un lugar idóneo y esperaron. Al rato apareció un vehículo militar que se detuvo no muy lejos. Avanzaron con sumo cuidado por entre los árboles y llegaron hasta lo que estaban buscando. Efectivamente, a tan solo una docena de metros de la bifurcación se encontraba el puesto de control.  


    Ya no tenía sentido seguir con la expedición ni esforzarse por atravesar la segunda línea establecida por el ejército, con lo que habían visto se consideró que ya era suficiente. Buscaron el momento oportuno y regresaron sin contratiempo alguno al pueblo...

R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13

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