jueves, 22 de enero de 2015

Novela: "Pueblo de Ramu" (Parte 44)

 Nota: Parte 1 (Junio) - Partes 2/10 - (Septiembre) - Partes 11/19 - (Octubre)
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   ... Una vez la comitiva oscura se hubo alejado, se procedió a leer detenidamente las normas y acto seguido dárselas a conocer al pueblo. El panfleto nada tenía que ver con el ordenamiento conseguido en Ramu. Eran normas impuestas que hablaban de control sobre todo lo que concernía a la actividad en el pueblo. Tal como se temía, el alcalde no tenía otra opción que seguir las normas establecidas por el gobierno. Se decidió por unanimidad no aceptar esas normas y establecer un programa propio para ser entregado a estudio del paradójico gobierno de la nación. En el papel que fijaba esa propuesta, se entendía que Ramu pertenecía a un territorio basto de lo que antes fue una nación determinada. Pero al mismo tiempo, se indicaba que tras casi un lustro de ostracismo, encerrados en las entrañas de la tierra los antiguos gobernantes, ahora éstos no eran representativos. Por todo ello, se debía tener muy en cuenta a los supervivientes del exterior que hubieran logrado organizarse, porque solo ellos habían mantenido el pulso y el latido de lo que antes fue una nación. Por otro lado, se consideraba que el desastre había sido global, al haber sido afectado todo el planeta por las epidemias. Todo había cambiado, era un volver a empezar en un nuevo ordenamiento Mundial, donde el primer paso debía ser ir al rescate de la naturaleza y el equilibrio del ecosistema. Para ese proceso era necesario contar con el pueblo, escucharle y tener muy en cuenta los métodos y las normas propias elaboradas que permitieron obtener la supervivencia.

    No había entre los habitantes de Ramu ningunas ganas de salir al exterior. No obstante aceptarían una entrevista con los representantes del gobierno, en el lugar convenido por ellos, para entregar y discutir la réplica a las normas impuestas, y de paso se intentaría conocer de primera mano como se estaban organizando allá afuera, lejos de los límites del pueblo. Pero los representantes gubernamentales insistieron en que no hacía falta que se movieran y que serían ellos los que se acercarían a Ramu para discernir sobre el tema que les ocupaba.

    Llegó otra vez la comitiva, calcada de la vez anterior y con el mismo procedimiento. Los mismos tres representantes políticos pero diferentes guardaespaldas. Subieron a la sala de juntas supuestamente para hablar sobre la propuesta elaborada por el pueblo de Ramu en donde se aceptaba  la bandera de la nación, el alcalde y el censo, pero presentando objeción a la mayoría de las normas impuestas. Uno de los miembros del comité político ojeo el escrito. Observaron como éste fruncía el ceño, arrugaba los labios y ladeaba ligeramente la cabeza al leer por encima las líneas. No perdió la compostura, admitió que por lo que había leído superficialmente, serían difíciles de aceptar algunas de esas propuestas. Insistió en que en el fondo y en la forma, las normas que se les entregaron no eran discutibles porque venían de muy arriba. Algunos puntos sí que se podrían corregir pero solo algunos puntos. Los miembros del pueblo vieron entonces claro, que esa comitiva no era fielmente representativa del  orden político establecido. De ser lo contrario podrían en ese mismo momento discutir las propuestas e ir corrigiendo el programa que debía ser presentado al pueblo para su votación. Fue entonces cuando decidieron ir al fondo del asunto.

—  Vamos a ver… siempre nos  ha parecido que ustedes son miembros activos del gobierno, si no es así y resulta que son meros emisarios, necesitamos hablar formalmente con los representantes ejecutivos. No queremos ser un juguete, pretendemos defender nuestra opinión basada en una experiencia de supervivencia. No pueden quedar en saco roto los resultados de todo este tiempo.

— Lo entendemos, eso lo entendemos… Su opinión y su experiencia son valoradas, créanme que es así. Nunca hemos dicho que es inútil todo lo que han hecho, al contrario, pueden ser y de hecho nos consta que es así, un ejemplo para la nación, un ejemplo que se conocerá y será alabado. Ustedes se merecen todo, gracias a ustedes se ha mantenido la esencia de lo que es una nación. El pueblo, ustedes son el pueblo y merecen ser considerados y tenidos en cuenta…

—  Al grano…

—  Pero ustedes no son, no pueden ser el centro del Mundo…

—  Nunca hemos dicho que lo fuéramos, solo pedimos ser escuchados y valorados.

—   Son valorados, créanme que es así.

—  Si fuéramos valorados, también seríamos escuchados y por lo que se ve solo cuentan sus normas, Si estas no pueden ser discutidas o reprobadas, de nada sirve nuestra palabra.

— Miren ustedes… todo esto se valorará, pero no podemos admitir, de momento, estas propuestas, nosotros no podemos. Las presentaremos a los miembros ejecutivos y se estudiaran…

—  Están ustedes perdiendo mucho tiempo. Nosotros no queremos perderlo y seguiremos con nuestro trabajo. Solo pretendemos ser escuchados y que nuestra experiencia sirva de algo.

    Fue entonces cuando a uno de los emisarios políticos se le escapó una incongruencia, que pronto se encargó de mitigarla bajando el tono de su voz.

—  ¡Son ustedes los que nos están haciendo perder el tiempo!...  queremos decir que el tiempo es valioso, es necesario que nos apliquemos en conseguir que todos estemos de acuerdo en como funcionar.

—  Usted mismo lo acaba de decir, que todos estemos de acuerdo.

—  Bien, bien… entregaremos las propuestas. Coloquen la bandera de la nación y necesitaremos el censo en un plazo de quince días, empiecen a trabajar en ello… vemos que solo se presenta una persona para alcalde.

— Estamos trabajando ya en el censo… y en cuanto al alcalde, nos basta con una figura como representación del pueblo.

—  Como ustedes quieran…

    La comitiva salió del pueblo algo más airada que la primera vez. Sus movimientos eran rápidos, buscando la celeridad. Diríase que el tiempo se les escapaba de las manos. Los gestos altivos, como dándose una importancia que sin duda no merecían, todo lo contrario de los movimientos pausados, tranquilos de las gentes, formando como un solo bloque demostrativo de que en el pueblo todo transcurría en orden y sin ninguna prisa por pretender demostrarlo.  

    Quince días para entregar el censo, con nombres, apellidos y direcciones, edades y unas normas impuestas no aceptadas que solo pretendían desmantelar el pueblo. Ninguna consideración a los logros conseguidos ni al sistema y orden establecido. La mayoría de la población de Ramu, según esas normas, debería de salir a donde ellos indicaran para ejercer de mano de obra en la reconstrucción de la nación y en Ramu, se haría lo indicado por el alcalde, que a la vez estaría sujeto a unas directrices predeterminadas. Estaba llegando el momento en que más de una persona tendría que decidir, entre ellos Sejo y su familia. Bruno no tenía duda alguna, pondría sus nombres y apellidos pero con la dirección en donde vivía junto a Louise. El problema consistía en que solo era un censo y no una identificación, nunca se habló de ello. Censarse era colocar un nombre en un papel, pero que ocurriría si luego se procedía a una identificación...

R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13

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