viernes, 2 de enero de 2015

Novela: "Pueblo de Ramu" (Parte 38)



Nota: Parte 1 (Junio) - Partes 2/10 - (Septiembre) - Partes 11/19 - (Octubre)
 Partes 20/30 - (Noviembre) Parte 31/37 - (Diciembre) 
 ...
—  Cielo santo… ¿Cómo han conseguido ustedes todo esto? 
—  Con la voluntad de todos, es obvio. 
—  Puedo entenderlo… pero lo que queda del Mundo es un caos. Llevamos tres años largos metidos en un agujero y nunca hubiéramos pensado volver a ver algo así. 
— Pero lo ha visto… eso es lo que importa. Por cierto, mi nombre es Jobssen. 
— Teniente Lorenzus…

    El teniente Lorenzus no podía no debía olvidar su compostura pero lo hubiera deseado. Permaneció firme en su  puesto y vigilando a sus hombres que en actitud relajada, con los fusiles sujetos pero apoyados en el suelo se mostraban tentados de dejarlo todo y confundirse con la población. Deseaban hablar, comunicar, sentirse hombres y no soldados. 
    Bruno, como uno más del pueblo, había dejado sus quehaceres para mezclarse en la expectación. De pronto reparó que su pequeña hermana seguía en la guardería y ya llegaba la hora de ir a recogerla.  
    Entró en el local, escuchó risas y la voz  de Vanessa, la maestra. Todo aparentaba una absoluta normalidad, como si nada estuviera pasando. Iba a retirarse y esperar afuera, pero decidió quedarse y escuchar.

—  Veréis niños, un día nunca es igual a otro, ni vosotros, ni yo somos como cromos que se repiten. Los colores cambian, las estaciones cambian, los frutos salen en las plantas y los árboles y luego se agotan y se reponen en la próxima estación. A veces, cuando amanece y despertamos, si sabemos ver, observaremos que algo ha cambiado. Pero si lo que vemos no nos gusta, no perdamos por ello la alegría. Si nos sentimos tristes, guardaremos por unos días la alegría en nuestro mejor escondite para así poderla encontrar enseguida.

   Los niños escuchaban atentos las palabras de su profesora. Uno de los niños tras una pequeña pausa habló.

—  Vanessa, hoy no es igual que ayer, hoy mis padres estaban tristes… 
— Lo se pequeña… pero estoy seguro de que tus padres sabrán cuidar de su alegría para que nadie se la quite. 
— Yo les diré cual es mi escondite para que la puedan guardar. 
--    Entonces… todo va a ir bien…

    Tras esa breve exposición, los niños siguieron con su dinámica, manteniendo ese bullicio sereno y siempre atento a las indicaciones de su profesora. Llegó la hora de acabar la clase, los niños recogieron sus pertenencias en sus mochilas y se quedaron tranquilos en sus puestos esperando a que los vinieran a buscar. Bruno tardó un tanto en recoger a su hermana, prefirió esperar. Los familiares llegaban y recogían a los niños uno a uno, con semblante serio. Cuando encontró el momento, entró en el aula y mientras recibía a su hermana que llegó alegre a sus brazos, abordó a Vanessa.

—  Hace un rato, no he podido evitar escuchar tus palabras… 
— Son producto de la inquietud que todos tenemos, los niños también, ellos son muy      receptivos. 
—  Nos quieren robar la alegría… ¿es eso? 
— Verás Bruno… lo inmaterial es difícil de robar. 
— Bueno… si no nos la pueden robar, si que la podemos perder. 
— Por eso es bueno saberla guardar en nuestro mejor escondite. 
—  ¿y cual puede ser ese escondite? 
—  Eso es algo muy personal, ¿no crees? 
—  Lo cierto Vanessa… es que vuelven los tiempos difíciles. Se acerca el            desconcierto y es allí donde se pueden perder fácilmente los mejores valores que tenemos. 
— No son tiempos fáciles, cierto.

    Vanessa sonrió y dirigió su mirada a los ojos de Bruno. En esa mirada había un mensaje, hondo, profundo, que solo podía ser captado desde muy adentro de su ser. Bruno recogió ese mensaje, pero en vez de callar y guardárselo, decidió seguir interrogando a Vanessa.

Entiendo… pero,  ¿cual es tu misión?... ¿porqué estás aquí? 
— ¿Porqué estás tu aquí? 
—  Yo nací aquí, en este Mundo… es lo que me ha tocado vivir, no he podido elegir. 
—  ¿Estás seguro de ello? 
—  No estoy seguro de nada Vanessa… 
—  No es un mal síntoma… 
— No has contestado a mi pregunta… 
— No puedo contestarte, es más importante que descubras cual es tu misión. 
— Necesitamos ayuda… 
—  Nunca habéis dejado de tenerla…

    Con aire de una cierta resignación, Bruno se despidió de Vanessa con una simple sonrisa. Llevó a su hermana a su nuevo hogar donde esperaban sus padres y luego decidió volver al centro de logística para calibrar lo que allí estaba sucediendo. Una parte del pueblo tomó la opción de seguir con sus quehaceres buscando la normalidad, otros se mantenían por los alrededores del antiguo ayuntamiento esperando encontrar o recibir novedades.

   Los tres representantes del pueblo se sentaron en la mesa ovalada, enfrente Gregori y el oficial. Un escolta con el fusil en ristre permanecía en la estancia y los otros dos montaron una guardia en la puerta de entrada a la sala de juntas. Uno de los representantes del pueblo habló.

Bien Gregori, que tiene que decirnos. 
— Hemos quedado que mi nombre se cita en privado, aquí no lo estamos. Teniente Coronel Gregori, diríjase así a mi persona, este es un asunto oficial no una tertulia de amigos. 
— Como usted desee, pero si es así, usted se está dirigiendo al pueblo, a sus representantes, no lo olvide también. 
— Bien, dadas las formalidades, entremos en cuestión… Tenemos dos informes de situación en este pueblo. Uno es favorable y otro no lo es tanto… 
—  Le ruego que se explique, Teniente Coronel Gregori. 
—  Digamos que tenemos informes de que este pueblo es pacífico… por otra parte no entendemos otra serie de informes digamos que negativos… 
— y bien… 
—  Iremos a la clave del asunto… Una patrulla de reconocimiento informó de que fueron atacados desde una espesa niebla por algo que no supieron definir con exactitud. 
—  ¿Atacados por quien Sr.? 
— Se dirigían a este pueblo desde la línea del bosque, por el valle. Ocurrió a un par de kilómetros de aquí… ¿Tienen algo que decir? 
— Claro… usted mismo lo dijo Teniente Coronel Gregori. Somos un pueblo pacífico, solo nos hemos dedicado a sobrevivir, sin ninguna ayuda. Desearíamos que visitara todas nuestras instalaciones y lo comprobara por usted mismo. 
— Entonces… ¿que pasó con mis hombres? 
—  Como podemos saberlo nosotros… 

--   Esta bien… De momento dejaremos de lado este asunto, así como el de la roca cortando la carretera, eso es cosa de ustedes… Verán, las epidemias han eliminado a una gran parte de la humanidad. Ustedes han sobrevivido, nuestros dirigentes también han logrado sobrevivir, cierto que en condiciones también difíciles. Ahora todos hemos de colaborar en la reconstrucción del orden. Las pocas hordas de desalmados ya están siendo suprimidas. La posición de ustedes entendemos que es excepcional, están ustedes por lo visto bien organizados... Ahora se trata de que todos colaboremos…

R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13

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