Nota: Parte 1 (Junio) - Partes 2/10 - (Septiembre) - Partes 11/19 - (Octubre)
Partes 20/30 - (Noviembre) Parte 31/37 - (Diciembre)
...
— Cielo santo… ¿Cómo han conseguido ustedes
todo esto?
— Con la voluntad de todos, es obvio.
— Puedo entenderlo… pero lo que queda del Mundo
es un caos. Llevamos tres años largos metidos en un agujero y nunca hubiéramos
pensado volver a ver algo así.
— Pero lo ha
visto… eso es lo que importa. Por cierto, mi nombre es Jobssen.
— Teniente
Lorenzus…
El teniente
Lorenzus no podía no debía olvidar su compostura pero lo hubiera deseado.
Permaneció firme en su puesto y
vigilando a sus hombres que en actitud relajada, con los fusiles sujetos pero
apoyados en el suelo se mostraban tentados de dejarlo todo y confundirse con la
población. Deseaban hablar, comunicar, sentirse hombres y no soldados.
Bruno, como
uno más del pueblo, había dejado sus quehaceres para mezclarse en la
expectación. De pronto reparó que su pequeña hermana seguía en la guardería y
ya llegaba la hora de ir a recogerla.
Entró en el
local, escuchó risas y la voz de
Vanessa, la maestra. Todo aparentaba una absoluta normalidad, como si nada
estuviera pasando. Iba a retirarse y esperar afuera, pero decidió quedarse y
escuchar.
— Veréis niños, un día nunca es igual a otro,
ni vosotros, ni yo somos como cromos que se repiten. Los colores cambian, las
estaciones cambian, los frutos salen en las plantas y los árboles y luego se
agotan y se reponen en la próxima estación. A veces, cuando amanece y
despertamos, si sabemos ver, observaremos que algo ha cambiado. Pero si lo que
vemos no nos gusta, no perdamos por ello la alegría. Si nos sentimos tristes,
guardaremos por unos días la alegría en nuestro mejor escondite para así
poderla encontrar enseguida.
Los niños
escuchaban atentos las palabras de su profesora. Uno de los niños tras una
pequeña pausa habló.
— Vanessa, hoy no es igual que ayer, hoy mis
padres estaban tristes…
— Lo se
pequeña… pero estoy seguro de que tus padres sabrán cuidar de su alegría para
que nadie se la quite.
— Yo les diré
cual es mi escondite para que la puedan guardar.
-- Entonces… todo
va a ir bien…
Tras esa breve
exposición, los niños siguieron con su dinámica, manteniendo ese bullicio
sereno y siempre atento a las indicaciones de su profesora. Llegó la hora de
acabar la clase, los niños recogieron sus pertenencias en sus mochilas y se
quedaron tranquilos en sus puestos esperando a que los vinieran a buscar. Bruno
tardó un tanto en recoger a su hermana, prefirió esperar. Los familiares
llegaban y recogían a los niños uno a uno, con semblante serio. Cuando encontró
el momento, entró en el aula y mientras recibía a su hermana que llegó alegre a
sus brazos, abordó a Vanessa.
— Hace un rato, no he podido evitar escuchar
tus palabras…
— Son producto
de la inquietud que todos tenemos, los niños también, ellos son muy receptivos.
— Nos quieren robar la alegría… ¿es eso?
— Verás Bruno…
lo inmaterial es difícil de robar.
— Bueno… si no
nos la pueden robar, si que la podemos perder.
— Por eso es
bueno saberla guardar en nuestro mejor escondite.
— ¿y cual puede ser ese escondite?
— Eso es algo muy personal, ¿no crees?
— Lo cierto Vanessa… es que vuelven los tiempos
difíciles. Se acerca el desconcierto y es allí donde se pueden perder
fácilmente los mejores valores que tenemos.
— No son
tiempos fáciles, cierto.
Vanessa sonrió
y dirigió su mirada a los ojos de Bruno. En esa mirada había un mensaje, hondo,
profundo, que solo podía ser captado desde muy adentro de su ser. Bruno recogió
ese mensaje, pero en vez de callar y guardárselo, decidió seguir interrogando a
Vanessa.
— Entiendo…
pero, ¿cual es tu misión?... ¿porqué
estás aquí?
— ¿Porqué
estás tu aquí?
— Yo nací aquí, en este Mundo… es lo que me ha
tocado vivir, no he podido elegir.
— ¿Estás seguro de ello?
— No estoy seguro de nada Vanessa…
— No es un mal síntoma…
— No has
contestado a mi pregunta…
— No puedo
contestarte, es más importante que descubras cual es tu misión.
— Necesitamos
ayuda…
— Nunca habéis dejado de tenerla…
Con aire de
una cierta resignación, Bruno se despidió de Vanessa con una simple sonrisa.
Llevó a su hermana a su nuevo hogar donde esperaban sus padres y luego decidió
volver al centro de logística para calibrar lo que allí estaba sucediendo. Una
parte del pueblo tomó la opción de seguir con sus quehaceres buscando la
normalidad, otros se mantenían por los alrededores del antiguo ayuntamiento
esperando encontrar o recibir novedades.
Los tres representantes
del pueblo se sentaron en la mesa ovalada, enfrente Gregori y el oficial. Un
escolta con el fusil en ristre permanecía en la estancia y los otros dos
montaron una guardia en la puerta de entrada a la sala de juntas. Uno de los
representantes del pueblo habló.
— Bien
Gregori, que tiene que decirnos.
— Hemos
quedado que mi nombre se cita en privado, aquí no lo estamos. Teniente Coronel
Gregori, diríjase así a mi persona, este es un asunto oficial no una tertulia
de amigos.
— Como usted
desee, pero si es así, usted se está dirigiendo al pueblo, a sus
representantes, no lo olvide también.
— Bien, dadas
las formalidades, entremos en cuestión… Tenemos dos informes de situación en
este pueblo. Uno es favorable y otro no lo es tanto…
— Le ruego que se explique, Teniente Coronel
Gregori.
— Digamos que tenemos informes de que este
pueblo es pacífico… por otra parte no entendemos otra serie de informes digamos
que negativos…
— y bien…
— Iremos a la clave del asunto… Una patrulla de
reconocimiento informó de que fueron atacados desde una espesa niebla por algo
que no supieron definir con exactitud.
— ¿Atacados por quien Sr.?
— Se dirigían
a este pueblo desde la línea del bosque, por el valle. Ocurrió a un par de
kilómetros de aquí… ¿Tienen algo que decir?
— Claro… usted
mismo lo dijo Teniente Coronel Gregori. Somos un pueblo pacífico, solo nos
hemos dedicado a sobrevivir, sin ninguna ayuda. Desearíamos que visitara todas
nuestras instalaciones y lo comprobara por usted mismo.
— Entonces…
¿que pasó con mis hombres?
— Como podemos saberlo nosotros…
-- Esta bien… De
momento dejaremos de lado este asunto, así como el de la roca cortando la
carretera, eso es cosa de ustedes… Verán, las epidemias han eliminado a una
gran parte de la humanidad. Ustedes han sobrevivido, nuestros dirigentes
también han logrado sobrevivir, cierto que en condiciones también difíciles.
Ahora todos hemos de colaborar en la reconstrucción del orden. Las pocas hordas
de desalmados ya están siendo suprimidas. La posición de ustedes entendemos que
es excepcional, están ustedes por lo visto bien organizados... Ahora se trata
de que todos colaboremos…
R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13
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