martes, 3 de febrero de 2015

Novela: "Pueblo de Ramu" (Parte 47)

Nota: Parte 1 (Junio) - Partes 2/10 - (Septiembre) - Partes 11/19 - (Octubre)
 Partes 20/30 - (Noviembre) Parte 31/37 - (Diciembre) Parte 38/46 (Enero)

...
Y que pasaría… si nos negáramos.

— Digamos que su comportamiento dejaría de ser ejemplar… pero no adelantemos acontecimientos, estamos seguros que sabrán recapacitar.

—  Recapacitar es una opción, pero sería muy interesante que además de la mano de obra y los técnicos, ustedes necesitaran entender como hemos conseguido sobrevivir y cual ha sido el ordenamiento social para lograrlo.

—  ¿A que se refieren?... nosotros también hemos conseguido sobrevivir.

—  En diferentes condiciones… se entiende.

    En ese preciso instante, se produjo un silencio revelador. Fioro Golman no quiso seguir por ese terreno y desvió por completo la conversación. 

—  Aquí y ahora solo importa una cosa… seguir las normas establecidas por el gobierno, respetarlas y si no es así, el que no las siga deberá atenerse a las consecuencias.

—  Podemos entender eso como una amenaza.

—  En absoluto es nuestra intención amenazar. Son tiempos difíciles y se está teniendo mucha consideración con ustedes, entiéndalo como quieran. 

    Fioro Goolman tomó el censo en sus manos, lo pasó a un ayudante y se levantó dando un pequeño golpe con la mano plana en la mesa no sin antes exponer una frase preocupante

— Esperamos su respuesta, ahora les toca a ustedes mover ficha… y les recomiendo que no agoten nuestra paciencia.

    Civiles y escolta procedieron a retirarse con un cierto desdén, sin ni siquiera guardar las formas. Bajaron las escaleras e ignorando por completo a las personas que se encontraba a su paso, se introdujeron en los coches y salieron raudos de allí. Los representantes del pueblo se quedaron un tanto anonadados por la actitud del gobernante y por la celeridad de su actuación. Alguno de ellos lamentó  haber cedido al entregarles el censo. Estuvieron recapacitando un rato el suficiente para entender que no habían hecho más que seguir las decisiones tomadas por la asamblea general; se aceptó entregar el censo, de lo contrario hubiera sido como no existir y todos ellos tenían una identidad y una voluntad propia digna de ser considerada.



TIEMPO DE INCERTIDUMBRE



    Entraban en un periodo de incertidumbre, tenían un tiempo para recapacitar, que significaba eso… cual sería el siguiente movimiento si estaba claro que nadie quería renunciar a ser pueblo, ni  mucho menos estaba en sus mentes abandonarlo en las condiciones que se les exigía.

    Bruno al vivir ahora junto a Louise, se había distanciado un tanto de Carlos, máxime cuando por motivos obvios no podían realizar sus habituales expediciones a la montaña, pero eso no fue óbice para que supieran encontrarse con el fin de intercambiar opiniones.  Junto al discurrir del agua en la riera, sentados sobre una pequeña franja de hierba, añoraban la libertad de tan solo unas semanas antes.

— Existe algo más jodido que ser controlado por otras voluntades…  

—  Sí, que te destruyan.

—  No se atreverán Carlos… ni podrán ni se atreverán.

—  Ojala estés en lo cierto, pero nadie sabe lo que está en sus mentes…

    Bruno tomo una pequeña rama seca de entre la hierba y la lanzó al agua. Mientras observaba como la corriente la desplazaba aguas abajo y en actitud meditativa se dirigió a su amigo.

— Algo ha cambiado ¿verdad?

— Bruno… todos sabemos que sí. Es más,  sería difícil encontrar entre nosotros alguien tan ingenuo que no supiera que esto pudiera pasar.

— Yo esperaba algo más radical… no este juego de incertidumbres.

—  ¿Y si ni ellos mismos saben que hacer con nosotros?

—  Es posible… En fin, sea lo que sea, pase lo que pase, el caso que no podemos salir de nuestro propio reducto… se acabaron las salidas a la montaña, nuestras escaladas.

—  Sí, no vale la pena jugársela… pero veras Bruno, nada es eterno. Quiero ser optimista, ellos tienen informes sobre nosotros. Saben de nuestro orden y que no somos peligrosos, todo acabará bien.

—  ¿Estas seguro de que no somos peligrosos?

—  Porqué hemos de serlo… ¿Que puede hacerle un mosquito a un oso?

—  Molestarle,  y como éste suelte un manotazo…

—  Pues la jodimos…

    Como si fueran dos tipos aburridos, continuaron espaciando sus diálogos al tiempo que seguían tirando ramitas o pequeñas piedras al agua. Justo entonces, vieron pasar a Carlota al otro lado de la riera. La llamaron y esta se acercó cruzando el pequeño puente de madera...

R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13

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