Aunque cueste entenderlo, aún se puede explicar… Uno de los peores males
que existen en este Planeta llamado Tierra es la cobardía, que es hermana de la
indiferencia. Cobardes son los que permiten que existan gobiernos corruptos,
cuando tienen en su mano la posibilidad de anularlos. Cobardes son los que se
muestran pasivos ante los dramas humanitarios, como pueden ser esas extrañas
guerras provocadas por objetivos nada claros, aunque estos se puedan suponer, y
que llevan implícitas muertes de inocentes y fenómenos de emigraciones masivas.
Cobardes son los que no se inmutan ante las consecuencias del cambio climático,
y que no son capaces de entender el complejo fenómeno de la Biodiversidad,
estando en juego la extinción de especies animales, entre las que podríamos
incluir al propio ser humano.
Somos por lo tanto muchos los cobardes por nuestra falta de ánimo y
valor a la hora de enfrentarnos con estos hechos, ya por todos conocidos, por
lo que no vale aludir a la ignorancia. Nos limitamos a ser espectadores de
todos estos dramas, sin hacer nada más que decir que: “nada se puede hacer por
evitarlos”. Es por eso que se puede entender el alcance del mal, llamado
cobardía. Si las sociedades fueran más valientes, capaces de ser activos en una
línea moral y con las suficientes agallas como para arriesgar con el fin de
conseguir fines nobles… como diría aquel: “Otro gallo nos cantaría”, ósea, que las cosas serían de otra forma, sucederían
de forma distinta, tendrían distintas consecuencias.
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