No
muy lejos del río Níger, al norte de Malí nacieron los gemelos Moussa e
Ibrahim. Tenían ocho años y vivían junto a sus padres en un poblado. Su único
sustento era ir al río a pescar tras una larga caminata, la misma que tenían
que hacer los niños para ir a la única escuela del entorno. El padre Enam
tocaba la kora, que el mismo fabricó. Consiguió una calabaza de cierto tamaño, la
vació hasta dejarla hueca y luego tras cortarla por la mitad y forrarla con una
cubierta de piel de cabra, solo quedaba añadir un mástil de madera tras hacerle
unas muescas. Con tripa de antílope fabricó hasta veintiuna finas cuerdas que
sujetó entre el mástil y la calabaza. Manejando once cuerdas con la
izquierda y diez con la derecha, se conseguía un armonioso sonido mezcla de
arpa y guitarra. Moussa e Ibrahim, mostrando un talento innato, no tardaron en
aprender a tocar el instrumento bajo la atenta instrucción de su padre.
Cierto día Enam, de acuerdo con su mujer
Shaira, decidió tomar una decisión que iba a cambiar por completo sus vidas,
venderlo todo y marchar hacia un futuro mejor en Europa.
El largo y peligroso viaje, suponía ir
andando hacia el noreste hasta encontrar la ciudad de Gao, establecer contacto
con los Tuaregs para subir en un atiborrado camión con cien personas a lomos de
numerosos bultos. Tras seis días de penosa travesía por el desierto, llegar a Oran
tocando el Mediterráneo y una vez allí,
tratar con las mafias que se encargaban de llenar las pateras de emigrantes, para cruzar
el mar y llevarlos hasta las costas españolas.
La travesía acabó en tragedia, la embarcación
no pudo soportar una fuerte marejada y naufragó más cerca de España que de
Argelia. Murieron muchas personas ahogadas y sobrevivieron solo unos pocos,
entre ellos Ibrahim que fue rescatado por un helicóptero malherido y llevado
inmediatamente a un hospital. Su hermano Moussa que fue recogido más tarde ileso
por una lancha de la Guardia Civil
fue llevado a un centro de acogida. De los padres nunca más se supo. Sin
documentación alguna y en pleno desconcierto, los dos hermanos se vieron
separados y ambos recibieron la lamentable noticia de que sus familiares
estaban desaparecidos.
La historia podría acabar aquí, esta tragedia
no deja de ser una más, entre los miles de muertos o desaparecidos en los intentos
de cruzar el mar para lograr una vida mejor, ya sea por la amenaza de las
guerras, la pobreza, o la desesperación… pero me atrevo a darle un giro de
optimismo.
A
los tres meses de la tragedia, Moussa fue adoptado por una familia residentes
en Barcelona, ambos músicos y sin hijos, que pronto advirtieron en él su
talento natural por la armonía. Ibrahim, también tuvo la fortuna de ser
adoptado por una enfermera del hospital de Cartagena. Sin saber nada el uno del
otro, al cumplir los veinte años, Moussa ya era un virtuoso de los instrumentos
de cuerda, principalmente el arpa, siendo solicitado por importantes orquestas y conjuntos musicales. Ibrahim,
se convirtió en un virtuoso de la guitarra flamenca, ocurre que no tenía
suficiente dinero ni él ni su familia adoptiva para pagarse los estudios del
conservatorio. Tomó la decisión de construirse una Kora y dar recitales por las
aceras de su ciudad para así conseguir algo de dinero.
Imagináis
lo que ocurrió cuando en una gira por Cartagena, Moussa al ver un tumulto en la
calle que escondía los sonidos armoniosos de una Kora, se acercó para ver quien
la tocaba… yo sí.
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