Nota: Parte 1 (Junio) - Partes 2/10 - (Septiembre) - Partes 11/19 - (Octubre)
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... Siguiendo un
plan previsto, la gente de Ramu optó por salir en gran número a la carretera con la intención de
recibirles. En silencio, con el semblante serio y mostrando poca alegría y
algún recelo, se acercaron a los dos vehículos. El oficial que parecía estar al
mando de la avanzadilla, saltó del vehículo con aire triunfalista y salvador,
vomitando por su boca toda una serie de palabras dictadas:
— Nos complace verlos sanos y salvos, venimos a salvarlos. Ya estamos aquí, jamás les habíamos olvidado… ¿Quién está al mando
aquí, el alcalde, donde está?
Uno de los
presentes se dirigió al oficial y le respondió.
— Aquí no tenemos alcalde señor.
— ¿Que no tienen alcalde, quien es la
autoridad?
— El pueblo señor.
— Déjese de "coñas", e indíqueme a la autoridad.
Otra voz se
alzó entre los presentes para responder al militar.
— Señor, llevamos ya mucho tiempo sobreviviendo
en condiciones extremas, como usted bien comprenderá. Se ha adoptado un régimen
de asambleas para conseguir un orden y mantener el equilibrio necesario… esa es
nuestra autoridad.
— ¿Asambleas?… está bien, elijan a quienes les
representen… antes de entrar en el pueblo tenemos orden de hablar con la
autoridad… Volvemos en una hora.
El vehículo
ligero y la tanqueta, retrocedieron hasta llegar al grueso del ejército. En ese
intervalo de tiempo y tal como ya tenían previsto, unos representantes del
pueblo se prepararon para esperar a la
autoridad militar y conocer a través de ella el alcance de sus intenciones.
Transcurrida
la hora un efectivo militar algo más numeroso se acercó. En retaguardia un
vehículo ligero con un banderín, indicando que allí debía estar el oficial al
mando de la operativa. Se detuvieron nada más llegar al pueblo. El vehículo con
el banderín, tras unos segundos de observación se adelantó para colocarse en
primera posición. De allí bajó un militar algo orondo y con aspecto de no haber
estado nunca en primera línea. Su voz sonó autoritaria, aunque sus palabras
intentaban ser amables.
— Vamos a ver, ¿Quién está al mando aquí?... me
han hablado de no se que asamblea… Todos tranquilos eh, venimos a ayudarles.
Se produjo
unos instantes de silencio, hasta que surgió una voz de entre la gente.
— Le han informado bien, tres de nosotros
representaremos al pueblo.
— Esta bien, está bien… vayamos a la alcaldía para hablar.
— Permítame que le corrijamos Sr. Oficial… ya
no existe la alcaldía, pero sí el edificio donde antaño estaba la alcaldía.
— Esta bien, está bien… vayamos allí.
Los tres
representantes subieron a uno de los vehículos militares para dirigirse al
edificio de logística, secundados por otros dos vehículos a modo de escolta. La
tanqueta y otros vehículos con numerosos militares quedaron a la entrada del
pueblo. Se observaba una cierta tensión entre ellos porque llevaban en guardia
su armamento y no paraban de observar inquietos a todos lados. Desde la
tanqueta, un soldado empuñaba una enorme ametralladora apuntando amenazadora
hacia el núcleo de personas que allí estaban.
La pequeña
comitiva avanzó por las calles del pueblo cruzándose a su paso con más de una
impávida mirada. El oficial, un teniente
coronel, no perdía el tiempo y giraba su vista a un lado y a otro, denotando en
su rostro un cierto asombro por lo que estaba viento.
— Es obvio que ustedes no son unos salvajes
como en Sareman… todo está en orden, bien cuidado…Umm muy bien cuidado…
Excelente, ¿como lo han logrado?
— Con la
voluntad de todos, Sr. Oficial.
— Teniente
Coronel… teniente Coronel. Usted, ¿su nombre?
—
Representante del pueblo…
— ¡He dicho su
nombre!…
—Si hablo con
un oficial al mando de un cuerpo de ejército, usted se dirige a un
representante del pueblo.
— ¿Qué intenta decir?… Explíquese.
— Como usted comprenderá, aquí las cosas han
cambiado. Durante cuatro o cinco años nadie se ha ocupado de nosotros. Ninguna
autoridad vigiló por nuestro bienestar, al contrario, todos desaparecieron,
ustedes el ejército también. Ahora no
nos dirigimos a una autoridad, sino a una persona y las personas tienen nombre.
— Ah… bien., entiendo. Teniente Coronel
Gregori.
— Muy largo… mientras estemos aquí, Gregori. Mi
nombre es Marcus.
— Está bien… puedo concederles esa licencia, de
momento y siempre en privado.
Una vez
llegaron al centro de logística, bajaron de los vehículos los representantes de
Ramu, Gregori, un teniente y tres escoltas, los demás militares quedaron en los
vehículos armas en ristre. Justo cuando las ocho personas penetraron en el
interior del edificio, una muchacha se acercó sonriendo a uno de los soldados
que en actitud de guardia esperaba fuera. Éste quedó prácticamente paralizado
por la mirada y la actitud de la muchacha y bajó la guardia del fusil. Justo en
ese momento, con armonía y gesto suave, la muchacha depositó una flor de
geranio en el cañón de su arma. Uno de los oficiales, al ver el detalle se
acercó al punto del incidente. Entonces alguien del pueblo habló.
— Oficial, dígale a sus hombres que se relajen…
somos gente de paz y además del mismo bando… que yo sepa ustedes son o por lo
menos fueron nuestro ejército.
— Lo siento… son las órdenes.
— Mire a su alrededor… ¿Qué ve?
El oficial
primero mostró un semblante duro, pero no pudo evitar mirar el entorno tal como
su interlocutor le había sugerido. Pero no respondió. Entonces la persona que
estaba a su lado insistió.
— No somos delincuentes ni entendemos que
seamos un pueblo ocupado. Somos integrantes de su misma nación… ¿Que ve, Sr.
Oficial?
— El oficial
alzó la mirada, observó los campos cultivados en lo alto de las terrazas del
monte, la calle limpia y bien cuidada con flores en los balcones. Los detalles
de las parábolas solares en los tejados. Observó a las gentes vestidas con
sencillez, sus rostros relajados pero expectantes, y entonces pronunció.
— Todo parece que está en paz… no veo motivos
para estar en guardia.
¡Soldados, descansen, pero permanezcan en sus
puestos!
Los soldados
relajaron su actitud, bajaron las armas y destensaron sus miembros. Solo
entonces pudieron liberar su mirada y darse cuenta en donde estaban. El oficial
al mando tras dar las órdenes, giró sus pasos para ponerse a la altura de su
interlocutor...
R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13