Nota: Parte 1 (Junio) - Partes 2/10 - (Septiembre) - Partes 11/19 - (Octubre)
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Pasaron unos
cuantos días hasta que en el pueblo se decidió algo que pese a considerarse
expuesto, entendían que era necesario. Se trataba de enviar una patrulla de
reconocimiento lo más cerca posible de la ciudad de Sareman. Se solicitaron
voluntarios y una vez más Bruno, junto con Juanma y Drope se ofrecieron. Se
aceptó que fueran ellos tres sobre todo porque ya tenían la experiencia de su
anterior expedición.
Quedaba un día
para la marcha, Louise se enfadó lo suyo al saber la noticia pero conociendo
como conocía a Bruno, aceptó su decisión y solo pensó en animarle, diciéndole que
en todo momento estaría pensando en él. Los padres de Bruno se resignaron,
también conocían su carácter y solo confiaban en su habilidad, estaban
acostumbrados a verle salir de noche por las calles de Nalocebar en busca de
esperanzas para sobrevivir. Carlos le deseó suerte y tan solo Carlota le dijo
que estaba loco.
— Es que no te vale con una vez… tu no deberías
ir, ya arriesgaste lo suyo en su momento.
— Bueno, como no es la primera vez, todavía irá
mejor ahora… además se trata de observar, solo observar lo más cerca posible
que podamos.
— Pero esta vez… la amenaza puede ser más
peligrosa, mucho más peligrosa. Conoces de sobra los informes de las patrullas
de reconocimiento.
— Por eso
precisamente vamos… no sabemos que pasa en esa ciudad, si es que pasa algo. Se
trata de conocer de más cerca esos posibles movimientos extraños que han
detectado.
— Sea lo que sea estás loco Bruno… como una
cabra, parece que disfrutes con el riesgo y no te des cuenta que existe gente
que lo pasa mal por ti.
— Conozco esa gente, es mi gente…
— Es que yo acaso no formo parte de esa gente…
— Claro, claro que sí Carlota…
— Pues yo lo paso muy mal pedazo de…
— Vale, vale, no sigas… tendré cuidado, te lo
prometo.
Entonces Bruno
se acercó y le dio un delicado y corto abrazo, luego se despidió de ella
deseándole que pasara una buena noche. Ya en la habitación, Carlos no perdió
ocasión de hablar con su compañero, sobre todo porque indirectamente sin
poderlo evitar había sido testigo de la escena.
— Creo que de todos, la que lo pasa peor es mi
hermana… yo ya estoy acostumbrado a tus locuras.
— Pues no lo entiendo… Carlota parece que sea
la más fría de la familia.
— ¿Fría?…. Que poco la conoces… anda duerme,
mañana te espera un día guapo.
Los tres
integrantes de la patrulla de reconocimiento a Sareman, recogieron sus armas y
el respectivo aprovisionamiento para unos cuantos días. Les esperaba una marcha
delicada y un tanto complicada, ahora ya no podrían ir tan sueltos como la
anterior vez, porque al sentirse amenazados tendrían que vigilar en extremo y
procurar estar al descubierto lo menos posible. Eso suponía calcular bien la
ruta y sufrir las consecuencias de múltiples cambios de nivel en busca de la
máxima seguridad en sus movimientos.
Subieron
cuando no les quedaba más remedio, pero la mayor parte del trayecto la hicieron
buscando las vaguadas, valles y caminando por las zonas más abruptas. Como
además se hacía bastante insoportable caminar bajo el sol y por extremar la
seguridad, decidieron hacerlo cuando el sol se ponía y al amparo de la noche.
En Ramu la
situación había cambiado, ya no existía la tranquilidad con la que disfrutaban
tan solo haría un par de meses, ahora se les notaba un tanto inquietos,
expectantes y siempre con la guardia dispuesta. Por las noches el silencio era
prácticamente absoluto, ni siquiera los perros se atrevían a ladrar. Las
ventanas y puertas se habían tenido que sellar todavía más, para evitar que por
las horas nocturnas cualquier vestigio de luz saliera por las rendijas. Durante
el día, una persona en cada cañón de niebla, permanecía en constante guardia
para accionarlo al momento si fuera necesario. Se trabajaba en grupos para
ejercer la comunicación y el apoyo mutuo, intentaban que sus mentes no se
aislaran y hubiera personas que se orientaran hacia el borde de la depresión.
Intentaban seguir con sus quehaceres con normalidad, pero ya no existía la
misma alegría que antes. Se notaba porque se reía menos y porque en las
conversaciones se había instalado una cierta melancolía. Todos temían perder lo
que tanto les había costado conseguir. El futuro se había infiltrado en su
presente y eso provocaba un cierto desequilibrio, máxime cuando ese futuro lo
presentían inminente. Quizás por esa razón, la segunda patrulla de reconocimiento
a Sareman, ya no fue contemplada con la aparente indiferencia de la anterior,
ahora todo el mundo se mostraba expectante, esperando el resultado de esa
expedición.
Pasaron seis
días desde la marcha de la patrulla y la población de Ramu ya empezaba a inquietarse
porque nada sabían de ellos. Ocurrió que al séptimo día vieron desde una de las
atalayas de vigilancia, como un grupo no muy numeroso de personas armadas se
dirigía hacia el bosque sucio en dirección al pueblo. Con los prismáticos
pudieron detectar que exactamente eran cinco, cuatro de ellos vestían uniforme
militar y el quinto que por cierto iba desarmado, más que vestir llevaba
harapos. Inmediatamente se activó la
niebla y los equipos de seguridad se instalaron en la frontera del bosque
sucio. Ya no fue una sorpresa el resultado de la defensa, porque como la
anterior vez los cinco supuestos invasores se tuvieron que retirar. Apareció el
extraño y hondo rumor envuelto en la niebla. Desde lo alto de un árbol, uno de
los vigías pudo observar el desconcierto de las personas que intentaban entrar
en el bosque limpio. Un militar tuvo que agarrar fuertemente al civil para
evitar su huida alocada, se quitaron los cascos, alguno cayó al suelo soltando
las armas, todos se colocaban las manos en los laterales de su cabeza como
intentando protegerse del intenso rumor que sin duda les afectaba. Estaban como
poseídos, no podían soportar ese tipo de presión. En su huida totalmente
descontrolada para salir de ahí, abandonaron dos fusiles, tres cascos y dos
mochilas.
Cuando
hubieron comprobado que los integrantes de ese grupo estaban ya lejos en su
huida, fueron a recoger lo que habían abandonado en el bosque. Sin duda eran
militares del ejército de tierra. En las mochilas encontraron sendos trajes de
protección solar y las respectivas mascarillas, efectos personales y comida
liofilizada.
Tras la
escaramuza se sacaron dos conclusiones, ambas muy preocupantes. La primera era
que con toda probabilidad esos militares provenían de la zona de Sareman, la
segunda es que habiendo pasado siete días desde que salió la patrulla de
reconocimiento y dado lo acontecido, tenían que empezar a temer por sus vidas.
Carlos y
Louise decidieron por su cuenta marchar para intentar localizar a Bruno y sus
compañeros, pero no se lo permitieron. La decisión no podía ser otra que enviar
la segunda patrulla de reconocimiento con dos objetivos, pero en ella no
figurarían ni Louise ni Carlos pues consideraron que su implicación emocional
podía dar al traste con el objetivo prioritario de entender lo que estaba
sucediendo en Sareman, el segundo objetivo obviamente era intentar localizar a
Bruno, Juanma y Drope.
Fueron unos
días de honda preocupación para la familia, llamaba la atención que Louise,
precisamente ella, fuera la que se mantenía más entera y la que continuamente
intentaba animarlos, principalmente a Carlos...
R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13
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