... Me estaba dando cuenta que le estaba dando muchas vueltas a la cabeza, no
paraba de pensar. Esta vez no me sentía tan relajado mientras viajaba al pueblo
medieval. No podía evitar debatirme entre la rabia y la esperanza, entre el
abatimiento y la lucha, entre buscar el ánimo o desesperarme. Quizás la vida
tuviera un sentido, pero donde encontrarlo si
siempre nos han mentido. Siempre nos han manipulado con la religión, con
la política, con la economía, con la información. Qué sentido podía tener ese
sistema de vida si en gran medida todo era una farsa. Pero claro, yo no podía
ser parte de esa mentira, yo tenía una identidad y un criterio y no quería, no
podía renunciar a mi propia valía como ser humano. Yo no era un ser perfecto,
estaba formado a partir de errores y desaciertos, pero no quería renunciar a mi
imperfección porque la sentía auténtica. Estaba lejos de ser sabio y por ello
no quería renunciar a mi ignorancia, el aceptarla era fundamental para crecer y
conocer en el empeño de superarla. No, no podía renunciar a vivir, la vida
todavía es un misterio para el ser humano, no todo se podía limitar al
nacimiento y la muerte, a comer, fornicar y defecar. Todos somos algo más que
un número con la etiqueta de individuos manipulables. Somos seres únicos y
quizás irrepetibles en el orden de la evolución y merece la pena vivir por
intentar aclarar ese misterio...
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