Las
loterías pudieron nacer en el pasado como un juego, con la intención
de hacer más agradables las fiestas, así lo vemos descrito en las
“Saturnales” romanas (Honor a Saturno) .
En
nuestro País, bajo el reinado de Carlos III y por obra de su
ministro el Marqués de Esquilache, año 1763, se instauró por
primera vez la Real Lotería: (Con la intención de favorecer a
hospitales y hospicios... algo que me permito dudar por tratarse el
Marqués de un inspector de aduanas y más tarde ministro de Hacienda
del Rey).
Así...
hemos llegado a nuestros días, donde un anuncio sobre la lotería de
Navidad me ha llamado la atención: Tras visionarlo, lo interpreto
como disfrazar la ilusión de humanidad, con la intención de que el
estado se beneficie... lo cual no me parece nada ético.
La
lotería no es más que un impuesto más, pero con muy mala uva. La
mayoría de los que obtuvieron grandes fortunas con los juegos de
azar, al no saberlas administrar acabaron arruinados. El porcentaje
de afortunados siempre es mínimo comparado con la ingente cantidad
que jugamos. El principal beneficiario siempre es el Estado, no deja
de ser por tanto un impuesto más, el impuesto a las “torpes”
esperanzas.
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