...
— Entiendo lo
que sientes… pero por mucho que te esfuerces, jamás podrás tú solo recuperar
ese brillo que le falta a la vida más allá de Ramu.
— ¿Entonces?
— Vive y deja
vivir, mientras puedas… estemos atentos a una realidad que hemos creado, aunque
sea una ficción, una isla en el basto océano de la destrucción. Todos sabemos
que tarde o temprano pasará algo, pero no conocemos su alcance ni quien
ejecutará esa acción. Lo que si tengo claro, es que de una manera o de otra, la
imprenta de nuestra justa manera de vivir, allí abajo en Ramu, será útil.
— Útil, para
qué, para quien, si no hay futuro.
— Por lo menos para ti cabezón… anda corta esos
turbios pensamientos y vive mientras puedas… tienes todo el derecho a disfrutar
de momentos de felicidad, lejos de pasado, lejos del futuro…
Bruno observó
como tras pronunciar esas palabras, a Louise se le nubló el ánimo, sin duda
algún recuerdo podía haberle afectado. Supo reaccionar rápido e intentó
despejar la sombra que había provocado.
— Lo siento
Louise… tienes razón, no tengo derecho a enturbiar mi ánimo porque con ello
puedo contagiar el pesimismo. No tengo derecho a pensar en el pasado ni a
elucubrar con el futuro, no es justo, no es justo ni para mí ni para nadie. Lo
siento Louise, lo siento.
— No te
preocupes Bruno…
— Como no voy ha
hacerlo… yo tengo a mi familia, Carlos tiene la suya…
— Corta Bruno,
corta, no sigas…
Bruno entendió
que había metido la pata hasta el fondo. Louise tenía un pasado y su recuerdo
debía de doler. Ella estaba lejos de todo lo que pudo amar y solo pensar en esa
circunstancia tenía que llenarle de amargura. No quiso ahondar ni usar las
palabras, decidió abrazarla con la máxima ternura, la besó y la dejó arrullada
sobre su pecho.
Carlos, ajeno
a la conversación de sus dos compañeros, seguía oteando el horizonte. En un
momento determinado, exclamó unas palabras para llamarles la atención.
— Ey tortolitos,
dejar de arrullaros y mirar esto…
Bruno y
Louise, entendieron por el tono de su compañero que algo importante había
observado, se incorporaron para ponerse a la altura de Carlos.
— Allí, allí
abajo, en dirección a Sáreman…
— Santo cielo…
parece humo.
— Sí, eso o algo
parecido, en todo caso es un signo… de vida.
— Puede ser un
incendio ocasional…
— No, no lo
parece, más bien es como si fuera el
humo de una chimenea.
— Demasiado
fuerte para ser una chimenea… y si te fijas bien es una zona intermedia, en
pleno monte.
— Deberíamos investigarlo…
— Eso es
arriesgado Carlos… ¿No es mejor dar
parte y ya se verá?
— Sería lo
mejor, pero esto no me gusta nada… Que os parece si nos retiramos y empezamos a
descender.
— Mirad
muchachos, estoy de acuerdo en no perder más el tiempo. Bajemos y mientras
tanto ya decidiremos que hacer.
Estaban
acostumbrados a subir las montañas cercanas y otear el horizonte. Lo que vieron
ese día entendieron que no era normal, por eso se apresuraron en bajar.
Recogieron todos sus bártulos y empezaron a descender por la cresta en
dirección al bosque. Al llegar, fue cuando Bruno propuso dar un rodeo hacia la
zona donde habían observado el humo pero sin llegar allí, solo para ver si
captaban algo que les diera una pista. Hubo un pequeño debate, eso les iba a
retrasar pero entendieron que tenían que hacerlo. No saldrían del bosque,
buscarían un pequeño promontorio que conocían y observarían en dirección a la
incidencia.
Se tuvieron
que apartar del sector permitido y adentrarse en el bosque enmarañado donde
proliferaba el desorden, las brozas, las zarzas y los caminos cortados. Todo
ello configuraba una especie de barrera natural que complicaba la llegada a
Ramu. Lograron abrirse paso con cierta dificultad hasta lograr ascender por una
zona rocosa y rodeada de vegetación maltratada. Desde esa parte elevada
observaron con los prismáticos en dirección a la columna de humo negro que se
podía apreciar perfectamente en la lejanía. Desde luego no era producto de una
chimenea por su densidad, ni de un incendio forestal porque el humo provenía de
un solo foco. La vasta extensión de
terreno que tenían ante sus ojos, plagada de bosque, monte bajo y oscilaciones
de nivel, les impedía divisar el objetivo. Lo único que tenían
claro es que aquello no era un fenómeno natural sino algo provocado y en
una zona distante de Sareman.
No era
prudente seguir hacia la columna de humo, entre otras razones porque no se
podían tomar decisiones arriesgadas que pudieran poner en peligro a la
comunidad. Decidieron dar marcha atrás e informar de lo que habían observado.
Avanzaban por entre la maraña, abriéndose paso con dificultad, buscando la zona
libre y limpia producto del cuidado y de la extracción de biomasa. Cualquiera
que no tuviera la clara intención de llegar a Ramu, hubiera desistido al
centenar de pasos, era horrible avanzar entre tanto desorden de ramas
descompuestas, enredaderas, lianas, zarzas espinosas y árboles quebrados. En un
pequeño claro pararon un momento para descansar, entre otras razones porque
voluntariamente avanzaban dando pequeños rodeos y evitando la línea recta, era
una manera de no dejar pistas claras que llevaran a la zona limpia camino de
Ramu. Fue en ese momento cuando oyeron unos sonidos extraños y cercanos
provenientes del bosque.
— Eh… escuchad
eso
— ¿Un animal?
— Algo se mueve
lento… y es pesado.
— Ese movimiento
no es ágil…
— ¿Qué hacemos?
— Quietos… todos
quietos.
Durante
instantes quedaron en silencio e inmóviles, notando como ese sonido quebrando
ramas y tirando de las zarzas se acercaba. Se tumbaron en el suelo para no
alertar y deseando que aquello no fuera una amenaza. Fue Louise la primera que
llegó a advertir que era un hombre joven, desarrapado, y con la ropa hecha
jirones quien avanzaba con extrema dificultad. Parecía huir de algo y
transmitía pavor. Hizo una señal a sus compañeros, todos advirtieron que no
podía representar amenaza alguna, sino al contrario era un ser amenazado.
Decidieron levantarse al unísono y darle el alto. El hombre al advertir la
presencia de los tres, inició una huida despavorida. Durante unos instantes, se
produjo una persecución totalmente descontrolada, llena de arañazos y de
despropósitos. Al final, el hombre se notó acorralado y pareció rendirse. Su
rostro reflejaba el miedo, sus ojos se fijaron en los arneses y cuerdas que
portaban, quizás los confundió con armas y entonces se acurrucó en el suelo y
protegiéndose la cabeza empezó a gritar totalmente desesperado.
— ¡No quiero
sufrir más… no… matarme de una vez!
El hombre en su pavor, no acertó a entender que
los tres muchachos de una edad muy parecida a la suya en absoluto iban a
hacerle sufrir, muy al contrario intentaban ayudarle. Se mostraba histérico,
aterrado y no paraba de ladear la cabeza a un lado y a otro. Fue entonces
cuando Bruno tomó una decisión instintiva, lo agarró por la pechera rompiendo
aún más su camiseta y le soltó un par de bofetadas. Luego lo sujetó por los
hombres y pronunció con voz firme y decidida:
— Calla de una
vez y atiende… míranos, míranos bien. No somos unos asesinos, solo queremos
ayudarte.
El hombre pareció calmarse algo, pero aún así no
pudo o no supo mirar a los ojos de ninguno de los tres. Fue entonces cuando
Louise se acercó a él y con voz suave intentó calmarle.
— Tranquilízate…
no vamos a hacerte daño, solo te queremos ayudar. Míranos, veras como no tenemos pinta de hacerte daño.
El hombre,
tímidamente y ya más tranquilo miró a los ojos de Louise, algo debió notar en
ellos, algo profundo y cálido, porque su reacción fue dejarse caer en el suelo
y en cuclillas empezar a llorar con un tremendo desconsuelo, desahogando toda
la tensión acumulada. Bruno se arrodilló
junto a él y le ofreció agua de una cantimplora. El hombre la aceptó, empezó
bebiendo tímidamente para luego saciar su sed de una manera desbocada. Dejaron
que se tranquilizara, luego le ofrecieron algo de comida que liquidó como si
fuera un animalejo. Cuando ya estaba más calmado Louise se acercó y le
preguntó:
— ¿De donde
vienes? ...
R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13
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