... Esa noche en
la habitación y antes de dormir, Carlos no pudo evitar interrogar a su
compañero, vio como éste no conciliaba el sueño con la facilidad acostumbrada.
— ¿Estás
nervioso por lo de mañana?
— No
precisamente… es como el día anterior a cualquier reto. Cuando lo aceptas estás
deseando salir, eso es todo.
— Me hubiera
gustado acompañarte…
— Lo sé, pero
con tres creo que basta. Juanma y Drope son tíos bregados en estas montañas,
con ellos iremos todos bien.
— ¿Iremos todos
bien?
— Es un decir…
no representamos una acción individual sino colectiva.
— Ya veo que vas
entrando en el rollo… Si, espero que todo vaya bien, no me gustaría que se
jalaran un muslito tuyo.
— Que gracioso
el tío…
— Perdona, ha
sido una broma de mal gusto.
— Nunca mejor
dicho, la verdad…
Los dos se
rieron con ganas. Bruno tras chocar la palma con su compañero a modo de saludo
deportivo, apagó la luz y se dejó llevar hasta alcanzar el sueño.
El día siguiente amaneció con la calma acostumbrada, nada
hacía presagiar que estaban a punto de iniciar una acción arriesgada. Tras
despedirse de los suyos, se dirigió a la armería donde le esperaban sus dos
compañeros. El encargado del lugar les
dispuso las armas que consideró más convenientes para la misión. Dos fusiles
ametrallador, una escopeta y dos pistolas. En la armería se encontraban también
dos personas, representando quien sabe si a la voluntad popular, al sistema de
asamblea o porque simplemente estaban allí.
Nadie en el pueblo iba a salir a despedirles como si fueran
héroes en una misión imposible. Su acción era un trabajo más dentro del orden
establecido. Los dos hombres que se encontraban en la armería, que Bruno
identificaba como de esa clase de gente imperturbable, amable y de apariencia
extranjera que nunca hablaba de su pasado, simplemente les recordaron los
acuerdos de asamblea, los objetivos de la misión y sobre todo hicieron hincapié
en lo ya hablado, que usaran más la inteligencia que la fuerza, que fueran
hábiles y evitaran por todos los medios usar las armas. Lo prioritario era que
no fueran detectados y recogieran el máximo de información posible. Los tres
asintieron a las recomendaciones dadas, se colocaron los pertrechos y salieron
en pos de su misión.
Ya estaban saliendo del pueblo cuando Bruno pudo advertir la
figura de Louise acercándose a ellos. El día anterior ya habían hablado todo lo
que tenían que hablar pero ella quiso despedirle con un tierno beso. Solo
ralentizó el paso, dejó escapar una sonrisa al tiempo que alargaba la mano a
modo de despedida. Luego procurando no descomponer la figura se unió a sus
compañeros. El plan era no traspasar el bosque aunque fuera el camino más
directo hacia el valle de Sareman, por el contrario atravesarían las montañas,
subiendo y bajando puertos hasta colocarse en las estribaciones del valle. Bruno aprovechó para hablar con sus dos
compañeros, ambos nativos de Ramu sobre aspectos que le inquietaban del pueblo,
como por ejemplo la naturaleza de las dos personas que acudieron a la armería
para despedirles. Drope le contestó sin que mostrara el más mínimo asombro.
-
No eres el
único que se ha hecho esa pregunta muchacho… Son más de mil personas foráneas
las que han recalado en Ramu en estos dos últimos años. Al principio todo eran
interrogantes, luego a medida que nos íbamos organizando todos esos
interrogantes se fueron disipando.
-
¿Y eso…?
-
Pronto
entendimos el objetivo, la voluntad de sobrevivir.
-
Ya pero…
-
No hay peros
que valgan Bruno. Todos tenemos un pasado, un pasado que ya no cuenta…
-
¿Qué es lo que
cuenta entonces?
-
Lo que cada
uno pueda aportar y si ello es positivo, suma simplemente suma.
-
Vale,
correcto, puedo entenderlo… se lo que tú y Juanma suman, pero ellos… a uno de
los dos lo he visto en la escuela, al otro no lo conozco.
-
El otro dice
llamarse Otto, debe ser ingeniero o algo así porque junto con más gente han
conseguido aplicar ese tipo de energía.
-
Sí lo he oído,
algo he oído sobre eso.
-
Pues para lo
curioso que eres… ¿Cómo crees que conseguimos la energía suficiente para todo?
-
De mil
maneras…
-
Cierto… pues
esos campos magnéticos rotatorios es una de esas maneras.
-
Vale, me quedo
igual…
-
¿Alguna
pregunta más?
-
No… no de
momento no, ya tendremos tiempo para ello.
Tardaron el día entero en llegar cerca del objetivo, lo
lograron tras una dura marcha sin apenas descansar. Mientras caminaban pudieron
observar varios esqueletos de cabras de monte, confirmando lo que en su momento
ya fue detectado, que el extraño virus también había aniquilado la población de
animales salvajes. Lo paradójico era que en el entorno de Ramu, Jabalís,
cabras, conejos, pájaros de todas clases, insectos, ratones, pululaban por las
zonas boscosas con total normalidad. Aposentados en lo alto de una peña,
dejaron que la noche se cerniera sobre ellos mientras observaban con los prismáticos la ciudad de Sareman que se apreciaba abajo
en el valle. Hubo un tiempo en que la contaminación lumínica de la ciudad
borraba la imagen de las estrellas en el cielo, ahora todas ellas nítidas
formaban una gran bóveda. Mientras se cernía la oscuridad por entre las calles,
esperaron prudentemente a observar algo que les pudiera dar una pista. Todo
parecía negro y tenebroso, sin ruidos ni destellos. El silencio reinaba sobre
el vacío, pero una sensación mezcla de intranquilidad y miedo invitaba al desasosiego.
Presentían que allí abajo no era un lugar seguro y tenían que pensárselo muy
bien antes de decidirse a dar un paso. Bruno el más inquieto, fue el primero en
reaccionar.
— Drope, no parece moverse nada… creo que tenemos que
arriesgarnos ya.
— Tú lo has dicho, arriesgarnos… justo lo que no debemos de
hacer. Tengamos paciencia y observemos, si allí ahí vida veremos alguna señal.
Juanma observaba en otra dirección, en la parte opuesta de
sus dos compañeros. Fue él el primero que advirtió algo interesante.
— Eh… mirad, fijaros bien. Hacia allí, justo tras la torre de
la iglesia, no es acaso un reflejo.
— Parece… es oscilante y juraría que puede ser una hoguera.
— Una hoguera… ¿Qué os sugiere?
— Ostras Juanma, después del relato de Roy…
Bruno recordó gráficamente la espeluznante escena de la
masía y no le hizo ninguna gracia. Drope y Juanma fruncieron el ceño como
entendiendo que ese era uno de los peligros con que se podían encontrar. Al
rato pudieron observar que los reflejos ya eran varios.
— Para mí está claro, esa es una zona habitada. Tiene toda la
pinta de que esas hogueras están ahí para iluminar.
— Puede ser…
Comenzaron a elucubrar, se preguntaban cuantos podrían ser y
cual sería la manera de sobrevivir de esa gente. Entendían que con el tiempo
transcurrido ya se habrían agotado las reservas de Sareman, y si la población
animal de la montaña estaba extinguida… Todo ello les hacía pensar que no
podían ser muchos. Al final decidieron que la única manera de averiguarlo era
bajar. Debatieron en como hacerlo y llegaron a un acuerdo. Juanma se quedaría
en la peña a la espera de acontecimientos, mientras Drope y Bruno entrarían en
el laberinto de calles en dirección a la zona de las hogueras. Lo decidieron
así porque Bruno les convenció de que él era el más indicado para hacerlo por
su experiencia en las calles de Nalocebar.
Bajaron por la ladera hasta llegar a las primeras
estribaciones de casas. Bruno le recordó a su compañero que dos cosas eran
fundamentales, evitar tropezar y emitir ruidos así como no despegarse de las
paredes. Debían vigilar los portales y ser ágiles en los cruces de las calles.
Estar muy atentos a los sonidos, con las pupilas dilatadas y los oídos prestos.
Llevaban ropas oscuras y las caras y manos ensuciadas con carbón para evitar
posibles reflejos. Por si acaso ambos portaban a la espalda un fusil
ametrallador, esperando y deseando no tenerlos que usar. De tanto en tanto se
detenían para observar con todos los sentidos atentos. El tiempo transcurrido
parecía haber disipado los olores nauseabundos que Bruno recordaba de
Nalocebar. Todo él aspecto de Sareman era neutro, opaco, insustancial, como si
se hubiera perdido todo rastro de personalidad. Ni siquiera el viento parecía
existir, obrándose así un silencio sepulcral...
R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13
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