... Se dirigieron todos
al centro logístico. Mientras recibían atención para sus maltrechos cuerpos,
hablaron largo y tendido sobre lo que pudieron haber detectado en su misión. Lo
más claro era que las sospechas de que Ramu fuera invadida por hombres de
Sareman resultaban ciertas. A partir de ahí llegaron las elucubraciones sobre
todo lo que habían podido presenciar. Les pareció que en Sareman el petróleo ya
estaba extinguido, ninguno de los vehículos por allí esparcidos tenían pinta de
estar activos. Lo que se quemaba en los bidones eran restos de muebles, marcos
de ventana, etc. indicando como así pudieron constatar, que en Sareman ya solo
estaban quedando las piedras de sus
edificios. No parecían ser muchos los supervivientes, en un principio debían de
ser pequeños grupos armados que se fueron reduciendo a medida que se
enfrentaban entre ellos. Los que quedaban serían los más fuertes y peligrosos,
que por un puro instinto habrían decidido unirse para dirigirse al exterior en
busca de recursos porque los de Sareman ya debían de estar agotados. Poseían
información de Ramu, sin duda procedente de aquellos que en su día fueron
expulsados. El incidente de la masía en días anteriores, indicaba que el radio
de acción de sus fechorías se iba cada vez alejando más de Sareman y Ramu sin
duda era su siguiente objetivo. Preocupaba la evidencia de su canibalismo y que
tampoco se hubieran detectado en Sareman ni mujeres ni niños, lo cual indicaba
que el grado de degeneración estaba en su punto más álgido. No podían esperar
más que algo horrible por parte de ellos, ninguna posibilidad de pacto era
viable. La reunión que pudieron presenciar en la plaza de Sareman fue una
valiosa casualidad, a partir de ahí se organizarían para invadir Ramu, pero
como y por donde…
En el pueblo, al día siguiente, se reunió la comisión de
defensa para establecer medidas. Si bien los hombres de Sareman estaban
armados, estaba por ver el volumen de munición del cual pudieran disponer. La
imposibilidad de usar vehículos por falta de combustible, anulaba la previsión
de que el ataque fuera por carretera y también de que lo hicieran con armas
pesadas. En consecuencia y dado que la carretera estaba además cortada y
marchar por ella suponía un largo rodeo, lo lógico es que la invasión fuera con
armas ligeras, a través del valle cruzando el bosque o bien desde los puertos
de montaña.
Ese mismo día la
práctica totalidad del pueblo se reunió en el campo de deportes, allí se
explicaron las medidas a tomar. Se decidió montar baterías de francotiradores
en puntos estratégicos de las estribaciones montañosas. Enviar patrullas de
vigilancia a la carretera para detectar posibles movimientos sospechosos. El
grueso de los hombres armados se aposentaría en la zona del bosque sucio, junto
donde empezaba su límite, era el lugar
donde se preveía que fuera más fácil el ataque. A partir de ese mismo día la
prioridad sería la defensa, patrullas de vigías serían los encargados de dar la
alarma y en ese mismo instante todo el mundo se dispondría en lugares indicados.
Unos en la línea de defensa, otros en los abastecimientos de alimento y
munición, los servicios médicos preparados y los demás refugiados en sus casas
y a la espera de acontecimientos, listos para sustituir a los caídos si fuera
necesario.
La noticia fue recibida como un mazazo por la población de
Ramu. Sabían que estaban viviendo como en un sueño y que tarde o temprano
despertarían de él. Pero lo sueños también tienen pesadillas y lo que estaba
aconteciendo era una de ellas. No obstante supieron animarse, todo el mundo se
concienció de que superarían la pesadilla, se sentían fuertes e iban seguir
defendiendo su sueño con uñas y dientes, hasta el final. Había algo que les
tranquilizaba en grado sumo, el pensar que los invasores no podían sospechar
que estaban siendo esperados, el factor sorpresa no estaba de su lado sino al
contrario eran ellos quienes la tendrían.
Cuando llegara el ataque, los padres de Bruno se dirigirían
a la zona habilitada como hospital. Carlota fue asignada a intendencia lista
para suministrar alimento o munición. Drope y Juanma, antiguos cazadores y por
lo tanto con buena puntería estarían en la montaña agazapados, listos para
abrir fuego en cuando los vieran pasar. Carlos y Bruno en la línea de defensa
del bosque y a Louise le asignaron a una de las patrullas que vigilarían la
carretera. Llegado el caso, Maia estaría refugiada en la guardería y si las
cosas se complicaran todos los niños y ancianos serían desplazados a un lugar
más seguro en la periferia del pueblo y en el lado contrario al ataque.
A los dos jóvenes les costó dormir esa noche, y más les
costaría las siguientes pues su posición en la línea de defensa del bosque, la
más complicada supondría estar muchas horas de guardia, en tensión, sin vista
periférica adecuada, atentos a los sonidos y a los avisos de las avanzadillas y
quien sabe si les tocaría a alguno de ellos dos formar parte de las avanzadas
en el bosque sucio, con la posibilidad de quedar entre dos fuegos. Con los ojos
como platos, fijos en la penumbra de la habitación y pensando, al final
decidieron desahogar sus miedos en uno con el otro.
— Oye Bruno, no estaremos comiéndonos la olla demasiado.
— Es lo que tiene tener cabeza para pensar.
— Pues no pensemos… Ostras, pero eso es imposible.
— Lo sé, lo sé Carlos… aunque creo que los peores momentos son
estos, luego cuando estemos en el lío ya no tendremos tiempo para pensar.
— Pero sí para morir…
— ¿Te da miedo la muerte?
— ¿A ti no?
— Pues claro que me da miedo…
— Pues ya somos dos…
— Aunque… si dicen que la muerte no duele, ¿a que se tiene
miedo, en realidad?
— Ni idea Bruno…
— Yo tengo una teoría… he estado en un montón de líos, en
muchos de ellos he sentido la presencia de ese fantasma con la guadaña, presto
para segarme la vida. Cuando me he detenido a pensar tras esos momentos, he
descubierto que en realidad no le tengo miedo a la muerte, sino a perder la
vida.
— ¿Y eso no es lo mismo?
— No, no es lo mismo Carlos. Si pierdes la vida pierdes a los
tuyos, a los que más quieres. Si ellos no estuvieran, si me faltara su cariño,
no me importaría tanto morir.
— Tu crees que esos tipos, los que nos van a atacar, ¿tienen
miedo a la muerte?
— No lo se, no estoy en su piel… pero por lo que hemos visto
parece que han perdido su sentido más humano.
— No estoy del todo de acuerdo Bruno, ellos seguro que también
debieron tener familia, a alguien a quien amar
en su momento.
— Supongo… entonces, ¿Qué ha pasado?
— No lo se… no se que ha pasado Bruno.
— Quieres un consejo…
— ¿Cuál?
— Cuando llegue el momento no pensemos y si toca disparar pues
disparamos. Son ellos o nosotros. Ahora que podemos pensar entiende que ellos
son unos depredadores, pretenden sobrevivir a costa de nuestra muerte. Nosotros
simplemente nos defendemos y si somos débiles nos sobrepasaran con suma
facilidad.
— Uf…
Tardaron en conciliar el sueño pero al final lo hicieron.
Los dos jóvenes despertaron con la claridad del día y según lo previsto se
dirigieron a sus ocupaciones habituales. Ese día no ocurrió nada, pese a la
aparente normalidad, todo el mundo se mostraba pendiente de la señal de alarma
que pudieran dar los vigías, en ese momento todos marcharían raudos a sus
puestos. En absoluto era días normales porque se mascaba la tensión en el
ambiente, nadie podía estar centrado en sus quehaceres sino pendientes de esa
maldita señal que podía llegar en cualquier momento. Y fue al amanecer del cuarto día, con el sol apenas despuntando en
el horizonte, cuando esa señal llegó en forma de eco proveniente de las
montañas. Fue un sonido seco e impactante, al que sucedieron otros en una
cadencia irregular. No fue preciso dar la señal de alarma, sabían que todos los
francotiradores estaban en sus puestos desde el primer momento y que sin duda
el ataque había empezado por ahí. De inmediato tanto Bruno como Carlos se
incorporaron a la línea de defensa en el bosque, dispuestos a cubrir sus
puestos...
R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13
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