...Sin pronunciar
palabra alguna, señaló en una dirección a la vez que realizada una mueca que daba muy mala espina.
— ¿De ahí… dónde
es ahí?
Carlos
rápidamente intuyó lo que podía indicar con esa señal, aunque su dedo no se
dirigía en la dirección adecuada, producto seguramente de su desorientación. Se
agachó y mirándole a los ojos le habló:
— Vienes de ese
incendio, ¿verdad?
El hombre se
encogió, agrupó sus brazos y afirmó ladeando la cabeza verticalmente. No
pronunció palabra alguna, estaba totalmente amedrentado.
— Vale, vale… a
juzgar por tus reacciones tienes que haberlo pasado francamente mal. Ahora
estás seguro, en buenas manos, no temas nada, nosotros te protegeremos.
Al oír esas
palabras pareció tranquilar su ánimo, incluso realizó un amago de sonrisa.
Louise con sumo tacto le tocó el antebrazo, éste de manera instintiva rechazó
el contacto. Ella insistió procurando respetar su estado emocional:
— ¿Puedes
contarnos lo que te ha pasado?
Entonces
empezó a realizar unas extrañas convulsiones y a sollozar. Los tres muchachos
mantuvieron la calma, esperaron a que reaccionara. Entonces él como buscando un
consuelo les miró, parecía quererse asegurar que estaba en buenas manos, luego
pronunció con voz entrecortada:
— Los han
matado, han matado a todos… solo yo pude escapar.
— ¿Qué es lo que
se ha incendiado?
— Era nuestro
refugio… lo han quemado, les han matado, a todos.
— ¿Quiénes,
sabes quienes han sido?
— Hombres de
Sareman…
— ¿De Sareman?
— Sí de ahí,
venían de ahí.
A partir de
ese momento, el hombre fue relajándose poco a poco e inició un relato de todo
lo ocurrido. Su refugio era una masía abandonada en pleno monte. Casi dos años
atrás, huyendo de Sareman la encontró. Cinco personas más, tres hombres y dos
mujeres ya estaban allí. Lo aceptaron y pudieron sobrevivir en gran parte,
gracias a un importante depósito de víveres que encontraron en una especie de
bunker instalado en el subsuelo. Existía un pozo de agua que no estaba
contaminada. Poco a poco fueron organizándose y generando una mini organización
que les permitió sobrevivir a base de cultivar semillas que encontraron en el
bunker. La masía se hallaba en un lugar bastante recóndito y quizás esa fue la
razón por la cual no fueron detectados con anterioridad. Hasta que llegó la
última noche cuando ocurrió la tragedia. Unos hombres armados, serían una
docena aproximadamente, llegaron de improviso. Sin mediar palabra alguna
masacraron a los tres hombres, luego violaron y mataron a las dos mujeres. El
se encontraba casualmente orinando en el exterior y en la parte opuesta por
donde llegaron esas bestias, aterrorizado y escondido tras unas matas fue
testigo de todo el macabro espectáculo. Estaba paralizado, no se atrevía ni a
moverse por miedo a que le descubrieran. Incluso decidió cerrar los ojos como
deseando que la tierra le tragara, pero cuando volvió a abrirlos descubrió algo
que le descompuso. Estaban descuartizando a una de las mujeres, luego colocaron
uno de sus muslos sobre una hoguera, lo asaron y empezaron a comérsela como si
fueran unas fieras. No pudo aguantar más, vomitó y sin pensar en nada empezó a
correr despavorido, sin importarle si sus pasos eran escuchados o no. Pasó la
noche escondido en el bosque y no tardó en observar como el reflejo de las llamas
se asomaba en el cielo.
Mudos y
sumamente impresionados, los tres muchachos escucharon el relato de Roy, como
así dijo llamarse. Luego se identificaron ante él y le explicaron que provenían
de Ramu, donde sería bien acogido. Al oír esa palabra, Ramu, Roy se alertó y
realizando un gesto de susto contenido, con las manos dirigidas hacia su cabeza
pronunció:
— Dios mío, uno
de esos… pude escuchar que había estado en Ramu y que el siguiente objetivo era
llegar allí. Los demás parecían asentir y reían… lo oí, juro que lo oí.
Los tres
muchachos se contagiaron en una parecida expresión, sus rostros pasaron a ser
un reflejo de la preocupación. Debían regresar ya e informar rápidamente de todo lo ocurrido.
SAREMAN
Nada más
llegar ha Ramu, Roy fue inmediatamente acogido y atendido para tratar su estado
psicológico. El informe de los tres muchachos fue evaluado y recibido con
cierta preocupación, era la primera vez que miembros del pueblo eran testigos
de una amenaza evidente. En el pueblo se decidió que un grupo reducido de
personas, tres a lo sumo, se acercarían sigilosamente a Sareman para
inspeccionar el terreno y valorar la situación.
Drope, Juanma,
y Bruno se ofrecieron como voluntarios para la misión. Su conocimiento del
terreno y su habilidad para maniobrar en situaciones difíciles les hacían aptos
para ser aceptados. En pocos días
saldrían hacia Sareman. La noticia no cayó nada bien en la familia, los padres
de Bruno se mostraron disconformes con su decisión, pero él logró convencerles
de que se sentía preparado y estaba perfectamente motivado,
Esa mañana
Bruno se levantó temprano, Cogió una manzana de la cocina y salió a la terraza.
Mientras daba buena cuenta de ella a bocados, fijaba su mirada en el paisaje
con la mente perdida en la nada. No pensaba, estaba en paz y más bien
tranquilo. Una voz femenina le quitó de su abstracción.
— ¿Cuándo Salís?
— Hola Carlota…
Mañana, está todo listo para mañana.
— Buenos días…
no te lo he dicho. Tampoco te he dicho que estas loco.
— Buenos días…
Vaya, todo el mundo en esta casa está empeñado lo mismo.
— Bueno, será
que nos preocupamos por ti…
— Será.
— No… no te
inquietes, no voy a darte la paliza. Solo deseo que vuelvas con bien, ya eres
mayorcito para saber lo que haces.
— Gracias.
Carlota se
sentó junto a Bruno, quedó en silencio y pareció contagiarse de la actitud
meditativa de él. Ambos extraviaron su mirada en el paisaje verde y cuidado de
la periferia. El silencio estaba apto para que cualquiera de los dos lo
rompiera, fue Carlota quien primero lo hizo.
— Se está bien
aquí…
— No se está
mal…
— ¿Por qué
siempre quieres ir más allá Bruno?
— Será porque
ese más allá también nos afecta…
— Puede que no
te falte razón…
Quedaron otra
vez en silencio, creándose un clima de agradable aceptación. Podían percibirse el rumor del agua en el
cercano arroyo y el despertar del día con la gente poniéndose en marcha.
Carlota volvió a romper el silencio aún a riesgo de deshacer el encanto del momento.
— Si… da pena
pensar, que todo esto puede acabar cualquier día…
— Ya… pero por
lo visto no es bueno pensar en eso…
— Quieres
mostrarte irónico pero no me convences… vas a arriesgar tu vida, digo yo que
será por algo.
— Evidente…
— Sabes… creo que entiendo porqué lo haces.
— Gracias por
entenderlo… piensa que en Nalocebar ya hacía algo parecido.
— ¿Arriesgabas
tu vida?
— Bueno… tampoco
es tan dramático. Me infiltraba por las calles plagadas de desastres buscando
medios para sobrevivir y observando los posibles peligros, a la vez que
preparaba una salida para nuestra familia, salió bien.
— Una salida… No
se si ahora eso sería posible aquí.
— Posible o no, deberíamos intentar algo más… No
me preocupa tanto lo que vamos a encontrar en Sareman, sino lo que por lo visto
todo el mundo en Ramu sabe…
— Pero no lo
decimos… es eso ¿verdad?
— Es eso,
preferimos no hablar… es más fácil quedarse aquí y no pensar en los causantes
del desastre.
— Ese
desastre… ya no nos permite dar vuelta
atrás y no sé lo que encontraremos más adelante.
— Pues entonces…
como dice Louise, vivamos mientras podamos y dejemos vivir, ¿es eso, no?...
acabareis por convencerme.
— ¿Eso dice
Louise…?
— Bueno… eso y
otras cosas, claro.
— Te gusta,
¿verdad?
— Pues… si,
claro que me gusta.
Carlota puso
cara de pillina, sonrió y siguió mirando el paisaje. Bruno se sintió como
cogido entre dos fuegos, se levantó y al tiempo que con su mano y a modo de
caricia le desordenaba sus cabellos
negros, aprovechó para despedirse de ella.
— Me voy, tengo
cosas que hacer…
R.P.I. 02/2013/1807 B-387-13
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