... Ramu parecía un hervidero, la gente dejaba a un lado sus ocupaciones habituales para ir rauda a los puestos que tenían determinados, unos a intendencia, otros a sanidad, otros a cuidarse de los niños y ancianos y los demás a la armería dispuestos a coger las armas y dirigirse a sus lugares de defensa o cuidando la retaguardia. Hubo un grupo que marchó a reforzar a los francotiradores, los más fueron a la línea fronteriza del bosque. A estos últimos, una preocupación rondaba por sus cabezas, el factor sorpresa ya no sería tanto porque los invasores también tenían oídos y el eco de los disparos en la montaña llegaba para todos. No obstante estaban bien organizados, los lugares más estratégicos enclavados en pequeñas elevaciones del terreno, rocas o árboles ya estaban ocupados por la guardia. Carlos y Bruno marcharon juntos a su puesto en una pequeña trinchera natural a pocos metros de la línea fronteriza del bosque sucio. Todo el pequeño ejército de Ramu estaba dispuesto como si fuera una tela de araña envolviendo el bosque con el fin de que no pudieran penetrar los invasores.
La tensión se respiraba, los animales habían desaparecido
del lugar dejando paso al fantasma del silencio y el miedo. Todos en sus puestos mirando fijamente
la espesura y atentos sus oídos a cualquier sonido sospechoso. Pasaron las
horas sin que ocurriera nada hasta que llegaron emisarios indicando que los
disparos de las montañas obedecían a un enfrentamiento con un grupo reducido de invasores que al verse
copados decidieron retirarse. Suponían pues que el grueso del los atacantes
vendrían por el bosque. Al atardecer llegaron unos sonidos de ramas crujiendo
que provenían del bosque sucio. En forma de clave alguien imitó el canto de un
pájaro, era una avanzadilla amiga. De puesto a puesto fueron pasando la
noticia, el enemigo en buen número se acercaba a la línea de defensa penetrando
en el bosque.
Bruno observó a su amigo, un sudor frío le corría por la frente.
Quiso tranquilizarle, Carlos le miró durante un instante y le hizo una señal
afirmativa como para agradecerle el gesto, luego continuó tenso sin perder de
vista la espesura. Los dos clavaron los codos sobre el terreno, con el arma
bien dispuesta y esperando el momento de empezar a disparar. Llegaron a sus
oídos los estridentes sonidos de ramas
quebradas y lianas y zarzas cortadas por los machetes. Eran sonidos todavía
lejanos pero que sin duda se acercaban a buen ritmo. A medida que el ruido se
hacía más claro, era fácil precisar que el enemigo era numeroso y sin duda se
iba dispersando por el bosque lo cual hacía difícil que todos cayeran en la red
de defensa. La batalla iba a ser dura y sin duda cruenta, lo temían. Cuando
todo parecía a punto de estallar con los sonidos indicando que los movimientos
del enemigo eran cada vez más sigilosos la niebla empezó a cubrir el bosque, no
era una niebla desconocida porque ya era algo habitual para los habitantes de
Ramu. Carlos miró a su amigo y no se le ocurrió más que decir:
— Otra vez la niebla…
— ¿Crees que eso es bueno o malo, Carlos…?
— No te preocupes… esa niebla siempre aparece en el momento
oportuno.
— ¿Qué quieres decir?
— Son los cañones de niebla que están instalados en las
laderas y en el sotobosque, ellos se encargan de que la niebla cubra el pueblo
y no importa que el día sea soleado y claro, es nuestra ayuda para mantener la
humedad en el valle, amortiguar la
radiación solar, y de paso sirve para camuflarnos.
— Tengo mis dudas de que esto nos pueda ayudar… no se ve ni a
un palmo de nuestras narices.
— Ya veremos si nos beneficia Bruno… aunque tengo un pálpito.
— Que demonios quieres decir…
— No lo se… no lo se…
Carlos no perdió la tensión, antes que contestar a Bruno
prefirió estar concentrado en los sonidos porque la niebla ya se había cerrado
sobre el bosque. Se dieron cuenta que esa misma niebla podía haber
desconcertado a los invasores, porque los ruidos habían cesado señal de que
pararon en su avance. Un silencio profundo e inquietante se cernió sobre el
bosque, tanto Carlos como Bruno contenían la respiración como temiendo que ese
leve sonido les pudiera delatar. No se movían, sus sentidos estaban en alerta
tratando de intuir lo que pudiera ocurrir un segundo después. Pasaron varios
minutos, los dos jóvenes seguían en su
trinchera, a su alrededor el silencio era tan penetrante que ni siquiera el
viento se atrevía a actuar. La tensión era tal que nadie dudaba de que algo
pudiera estallar en cualquier momento. De repente percibieron una tenue
vibración en sus oídos, los dos al unísono
porque ambos realizaron una extraña mueca a la vez que colocaban su mano
a un lado de la cara. Pronto se dieron cuenta que mas que intensa la vibración
era honda, como si se instalara en su cerebro. Algo extraño les tranquilizó,
quizás fuera esa misma vibración porque entendieron que era soportable y nada
dañina, lo que fuera les estaba envolviendo al igual que la niebla. De repente
oyeron gritos que provenían del bosque sucio y al instante unas armas empezaron
a sonar atronadoramente. Eran descargas rabiosas y descontroladas. Por puro
instinto, la reacción de los dos muchachos fue agazaparse, deseando confundirse
con la tierra. No entendían nada, solo deseaban que esas ráfagas pasaran de
largo sin detenerse en su trinchera. Era inútil intentar defenderse al no
alcanzar a ver ningún objetivo, solo cabía esperar a que acabaran esas
descargas porque no podían ser eternas.
Y de una manera cadenciosa, como si los disparos se fueran dispersando
lentamente, el ruido atronador de las armas cesó. La extraña vibración y la
niebla seguían allí presentes y solo algunas voces desconcertadas, temerosas y
aisladas provenientes del bosque sucio llegaban a oírse, cada vez más lejos.
Todo parecía indicar que se había producido una desbandada general de los
invasores. Pasados varios minutos que
parecieron siglos, la niebla se disipó a la vez que desaparecía la honda vibración.
Intuyendo que el peligro había pasado, Carlos y Bruno decidieron incorporarse
para salir de su trinchera. Con sigilo, emitieron sonidos que imitaban pájaros
para identificarse en clave. Poco a poco los diferentes defensores de la línea
del bosque, se fueron encontrando mirándose unos a otros con extrañeza. No
entendían bien lo que había pasado, si acaso todo parecía indicar que los
invasores habían huido tras ser presas de un extraño pánico.
Los defensores fueron abandonando sus puestos para agruparse
en un claro. Tras un breve conciliábulo, decidieron que varias patrullas
deberían penetrar en el bosque sucio e intentar averiguar que podía haber
ocurrido allí. Varios hombres se introdujeron en la maraña, dispersos y a corta
distancia unos de otros. Pronto descubrieron varios cadáveres, eran gente
invasora victimas sin duda de su propio fuego. Alguien oyó unos gemidos, se
acercaron con cuidado. Un hombre yacía herido junto a su arma. Alguien de la
patrulla al verlo hizo un gesto como para indicar que se tranquilizara, que no
le iban a hacer daño. Con unos ojos abiertos como platos que expresaban terror,
de repente y sin mediar palabra la reacción del herido fue coger su propia arma
y dispararse a si mismo. Dos heridos más siguieron el mismo proceso, se
dispararon al ver que alguien se acercaba a ellos. El horror que reflejaban sus
rostros era claramente significativo de que algo grave habían sufrido en sus
mentes.
Como resultado de la operación, descubrieron dos docenas de
cadáveres, abandono de armas y diferente material como munición cartucheras,
cantimploras y algo macabro como carne seca de dudosa procedencia en más de una
mochila. Dos cadáveres más se encontraron en la montaña, víctimas de disparos
de los francotiradores. Afortunadamente no se registró ninguna baja, ni
siquiera heridos.
Llegaron al pueblo, todo el mundo se extrañó de verlos
enteros, sin heridas. De entrada no llegaban a comprender que tras el intenso
ruido de armas automáticas procedente del lugar de la batalla, solo hubiera
bajas enemigas. Mas tarde enterrarían
los cadáveres, tras cerciorarse de que no quedaba nadie más en el bosque sucio.
Las patrullas de la carretera también regresaron sin haber acusado ninguna
incidencia. Cuando se hubo encontrado la calma,
la gran mayoría del pueblo se reunió en las instalaciones de deporte
para ser informados de todo lo ocurrido. El objetivo además de informar era
intentar volver a la normalidad, pero a partir de ese día todos iban a
comprobar que ya nada sería como antes en Ramu. Gran parte de los invasores seguían vivos por lo que se decidió
reforzar las fronteras para vigilar con más intensidad. Un sector elevado de la
población también se mostraban intranquilos y algo temerosos, existía algo de
desconcierto porque no todos entendían que junto a la niebla apareciera esa
extraña vibración que había sido crucial en el desarrollo de los
acontecimientos en el bosque...
R.P.I. 02/2013/1807 B-383-13
No hay comentarios:
Publicar un comentario